Continúa en Campeche la crisis de la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana (SPSC), con la policía estatal en paro, a raíz del operativo fallido para la extracción de reos en el Centro de Reinserción Social (Cereso) de San Francisco Kobén, el pasado 15 de marzo.
La crisis debe separarse en dos grandes temas. El primero es de infraestructura y resulta complejo de resolver, porque pasa por implantar un nuevo modelo de policía y de vinculación entre los agentes del orden y la ciudadanía. El costo es sobre todo económico, pero debe contemplar la inversión en la capacitación, equipamiento y especialización de los policías, lo que a su vez debe reflejarse en una novedosa relación laboral en la cual, por ejemplo, las mujeres policías del programa Mujer Valiente no puedan ser asignadas a dirigir el tránsito, por ejemplo; pero por el contrario, su preparación garantizará una atención respetuosa e integral de las mujeres víctimas de violencia. De nuevo, se trata de ver el gasto en seguridad como una inversión para que Campeche retorne a los primeros lugares en seguridad.
La otra parte de la crisis es el componente político, y éste suele ser el más difícil de resolver, no porque la decisión a tomar sea compleja, sino porque involucra el ego de las autoridades. El paro de los policías significa, desde esta perspectiva, un cuestionamiento directo a las decisiones de la gobernadora Layda Sansores San Román, pues ella fue la responsable de designar a la titular de la SPSC.
La decisión de cancelar la marcha de apoyo a la gobernadora programada para el sábado no es otra cosa que un cambio en la estrategia para intentar demostrar que el paro policiaco carece del respaldo de la población campechana. Por si a alguien le queda la duda, los videos de las marchas de apoyo a los policías, tanto del jueves como de ayer domingo, son una sólida evidencia de lo contrario.
El cambio de estrategia de la gobernadora es ahora mostrar que no existe unidad en el movimiento de los policías y que existen agentes que están de acuerdo con que se mantenga el status quo de la SPSC. Entre estos agentes se rifan motocicletas y se entregan despensas.
El pasado viernes, la gobernadora anunció el cese de dos funcionarios: la subdirectora del Penal de San Francisco Kobén, Natasha Bidault Mnisek, y del director de la Policía Estatal, Antonio Saradán Solís. Esto es, a todas luces, insuficiente. Es tal vez el eslabón más débil de la cadena de mandos, aunque debe precisarse que sí tuvieron responsabilidad en lo accidentado del operativo de extracción de reos del Cereso de Kobén, pero también hay que precisar que sus indicaciones debieron estar avaladas por el mando superior, como ya determinó la Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Campeche (Codhecam); esto es, la responsable es la titular de la SPSC, Marcela Muñoz Martínez, de quien los policías exigen su destitución.
Y en el fondo, el componente político de la crisis es porque se ha creado un ambiente de desconfianza dentro de la SPSC. Cuando los agentes son enviados sin la información suficiente, con una preparación deficiente y con equipo insuficiente y obsoleto a un operativo, el mensaje que reciben es que a sus mandos no les importa lo que les ocurra en el desempeño de sus funciones. Es como si lo más importante fuera obtener una cifra de policías heridos y muertos en cumplimiento de su deber, sin que exista una obligación de rendir cuentas a sus familias y a la ciudadanía del por qué viven en la inseguridad quienes están a cargo de cuidar a los habitantes de Campeche.
Y cuando son los policías quienes desconfían de sus mandos, la ciudadanía termina por desconfiar de todas sus autoridades. Hasta aquí, la solución al tema político está aún en manos de la gobernadora.
Porque si el conflicto se prolonga por más tiempo, quienes comenzarán a lucrar con él serán precisamente los opositores. Mientras más se posponga la decisión de cortar con lo que no está sano en la SPSC, más cuestionado será el gobierno de Layda Sansores, y el fracaso en el rubro será utilizado también como bandera política fuera de Campeche.
Edición: Ana Ordaz
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