Día del Trabajo, y el movimiento obrero corporativo

Si algo ha cambiado en el sector obrero mexicano en los últimos 20 años es la organización del mismo. De aquella central de sindicatos hegemónica y casi única, la Confederación de Trabajadores de México (CTM), a cargo de un muy veterano líder; ya fuera Fidel Velázquez o Leonardo Rodríguez Alcaine, se pasó a la dispersión de agrupaciones. Así, hoy tenemos la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM), el Frente Auténtico del Trabajo (FAT), entre otras con distinta presencia mediática.

Lo que no ha cambiado es la concepción corporativa del sindicalismo mexicano. La organización existe y se permite más que para la protección de los derechos de los trabajadores, para canalizar la fuerza de cada agrupación hacia el fortalecimiento del Estado o de algún partido político.

Hasta los últimos años del siglo pasado, era lugar común observar que, en la marcha del primero de mayo, algunos sindicatos exhibieran mantas o pancartas con la leyenda “Gracias, Señor Presidente” o algo semejante, como si las medidas en materia laboral por parte del Ejecutivo de verdad hubiesen procurado la mejora en las condiciones de vida de todo asalariado; muy especialmente las que se tomaron para controlar la inflación de tres dígitos que se tuvo durante la década de 1980.

A partir de la llegada de Vicente Fox a la Presidencia, los líderes obreros adoptaron, paulatinamente, una actitud más contestataria, sin llegar a la confrontación. Eso sí, la otrora todopoderosa CTM fue disminuyendo en tamaño conforme fueron apareciendo otras centrales sindicales.

Este miércoles se confirmó que la fortaleza de las organizaciones obreras se encuentra dispersa. Ya no es aquel bloque monolítico resultado de la concentración de organizaciones en la CTM que a su vez asumía la representación del sector en el Partido Revolucionario Institucional (PRI).  

Hoy, transcurrida la tradicional marcha del Día del Trabajo, es posible observar que existen diferencias de intereses entre las distintas centrales obreras. El hecho de que las demandas de mejora de salarios contractuales se hayan hecho visibles demuestra que los continuos incrementos al salario mínimo impulsados durante la administración del presidente Andrés Manuel López obrador no han resultado en un beneficio para la totalidad de los asalariados y, por el contrario, los incrementos recibidos por quienes perciben unos cuantos pesos más han terminado por acercarlos a la pauperización laboral.

Pero también, el reclamo para que otras reformas legales que este año fueron enviadas a la “congeladora” legislativa, como la reducción de 48 a 40 horas semanales en la jornada laboral, así como el incremento al aguinaldo, resultan un apoyo a la presente administración y, por supuesto, convirtieron la marcha en una caja de resonancia de las propuestas oficialistas; el mensaje, trasladado al ambiente electoral, viene a fortalecer el argumento de que se necesitan más legisladores identificados con la 4T en el Congreso de la Unión.

En suma, el movimiento obrero sigue siendo un elemento orgánico del Estado mexicano a pesar de las diferencias en sus demandas y estas, aunque ya no vienen completamente del oficialismo, siguen respondiendo a intereses políticos sistematizados en los partidos y las alianzas efectuadas para las elecciones que tendrán lugar en un mes. 

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Edición: Mirna Abreu