Del 77º Festival de Cine de Cannes se podrán decir muchas cosas, pero lo que es cierto es que este festival pareciera más sincronizado que nunca con las dos luchas más importantes de la humanidad en este primer cuarto del Siglo XXI: la igualdad de género y el cambio climático.
En la inauguración todos, absolutamente todos los roles relevantes, se los llevaron las mujeres: presentadora, ganadora de la Palma de Oro, presidenta del jurado, incluso el espectáculo sorpresa. Todas fueron mujeres reconociendo logros de mujeres, hablando en mucho de la lucha de las mujeres. Bravo.
Después, ya en las proyecciones, dos de las películas que en sus extremos – una por ser la mega producción de Hollywood y otra por ser la primera película de Zambia presentada en el festival – tienen en sus roles prominentes a mujeres. En ‘Furiosa: de la saga de Mad Max’, está Anya Taylor-Joy interpretando al único personaje cuerdo en un mundo de psicópatas hombres, en el que el último resquicio del paraíso que existe y vale la pena es protegido y guiado por mujeres.
Furiosa tiene furia, pero no tiene la vanidad insufrible de una masculinidad que está dispuesta a prenderle fuego al mundo y sacrificar todas las vidas necesarias a cambio de los títulos que sueñan llevar o de las reverencias que creen tener derecho a recibir.
En la otra orilla con ‘On Becoming a Guinea Fowl’ (Sobre convertirse en gallina de Guinea) nos encontramos a Rungano Nyoni, una directora, guionista, actriz, productora, en cuya película todos los papeles importantes, tanto frente como detrás de cámaras que valen la pena, son de mujeres. Y únicamente el rol más detestable, criminal, lo lleva un hombre del que - hay que decir con toda justicia - jamás nos enseñan su imagen o rostro porque ni eso merece.
La película africana es tan buena, tan profunda, y a veces tan cercana a roles que se juegan en la sociedad mexicana que es casi doloroso presenciarla. Muchas veces, en varias ocasiones, el impulso del público era pararse e irse, no porque el filme sea malo, sino porque su narrativa es tan aguda y precisa que hace falta estómago para verla. Todo es tan absolutamente real y creíble que la indignación te corre por las venas.
Así, en este festival, la energía la llevan las mujeres y se siente tan lógico, tan correcto y justo que uno no puede dejar de creer que cuando el cine quiere puede ser una fuerza verdaderamente revolucionaria. Aun en la Riviera Francesa, aun en Cannes, aun en medio de la comercialización, los vestidos de noche, los flashes, las viandas y las indumentarias de gala, el cine, citando a Jean Luc Godard “Es verdad a 24 fotogramas por segundo”.
Edición: Ana Ordaz
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