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Gracias, Manuel Pedrero

Redes sociales, vehículo de expresión de la inconformidad y la rebeldía
Foto: Captura de pantalla

Uno simplemente mira a su alrededor, cumple los deberes que se estimulan a partir de su curiosidad, ensaya algunas preguntas impertinentes y comienza a indagar las respuestas posibles.

Vivimos un tiempo muy estimulante donde suceden algunas cosas esperanzadoras y otras alarmantes; al mismo tiempo que los sucesos corren, vamos necesitando datos que nos permitan ir entendiendo lo que pasa.

Hace tres meses tuvimos una jornada electoral que arrojó un resultado asombroso por la brecha entre quienes ganaron y quienes perdieron: se esperaba un triunfo, pero no tan holgado y la oposición fue la primera en sorprenderse ante los hechos y hasta el momento no ha logrado procesar la derrota, algo que no es bueno para nadie: hoy más que nunca se necesita de una oposición legítima, capaz de argumentar sólidamente en torno de un proyecto de nación que sea resultado de la discusión inteligente y de la argumentación legítima; una oposición que se aleje de la trampa, la mentira, la manipulación y la falacia lógica, y que sea corresponsable de todo lo que ahora se está construyendo.
Se viene una reforma del poder judicial y ello es ya inevitable por dos razones contundentes: los niveles insostenibles de corrupción que hay en ese ámbito y los privilegios ilegítimos de los jerarcas. Mas la oposición no aprendió nada de su derrota contundente y sigue viviendo en un país que ya no existe, por lo que oponerse a la reforma judicial es una postura que tendrá un costo muy alto: la reforma vendrá con o sin los que perdieron, por lo tanto, más que una negativa automática, la mejor alternativa para la oposición es entrar al debate.

Como quiera, quienes deseamos un país mejor sabemos que éste sólo se construye en la confrontación de ideas, y la oposición sigue pensando que reconquistará al poder manipulando y sembrando el terror (recordemos cómo durante las campañas se habló de que la 4T cerraría iglesias y prohibiría las ceremonias de culto, además de que quitaría las casas a sus propietarios y nos convertiría en una segunda Venezuela).

Este discurso que estuvo decisivamente ligado a los medios masivos de comunicación hizo crisis con la llegada de las redes sociales, de tal manera que lo que era monocromático se volvió multicolor y así emergió una realidad compleja y nuestra racionalidad comenzó a ensayar a trabajar en el matiz.

Hoy la televisión, los poderes fácticos y los medios tradicionales tienen un contrapeso que antes no tenían y en esa dualidad algunos han salido perdiendo porque ahora vemos con claridad que nunca estuvieron, en términos generales, al servicio de la sociedad, sino al servicio de intereses particulares (lo cual no es necesariamente punible salvo porque esos intereses estaban ligados a la corrupción).

Ahora tenemos otra versión de los hechos. Una versión más limitada en su factura técnica e incluso a veces con desventajas en su factura discursiva (conductores con un bagaje lingüístico muy pobre y con escasa agilidad expresiva, lo que los conduce a la lentitud y a la redundancia, a pesar de lo cual han ido ganando una audiencia considerable). Como quiera, ahora estamos en posesión de una mayor cantidad de realidad que la que disponíamos a través de la televisión y eso nos da muchas ventajas, independientemente que ahora también hemos desarrollado como sociedad una mayor capacidad analítica y en ello los “yutuberos” han jugado un papel fundamental.

Los yutuberos han encontrado una forma de ganarse la vida de una manera independiente a través de la conquista de un auditorio en el cual van formando un elemental sentido crítico. Nadie les exige neutralidad ideológica (algo que presumieron los chayoteros todo el tiempo que nos manipularon), sino independencia con respecto de cualquier tipo de poder faccioso. Muchos de ellos, al ponerse del lado de la transformación, abrieron canales para una información que antes no circulaba o circulaba con distorsiones; al igual que López Dóriga y Javier Alatorre, también tienen preferencias políticas, pero no las ocultan tramposamente.
El fin de semana pasado, el Gobierno Mexicano organizó un encuentro de yutuberos que generó una enorme secreción de bilis entre los periodistas de medios tradicionales, exhibiendo su clasismo y su perspectiva elitista y corrupta del trabajo informativo. En ese encuentro se escucharon voces muy diversas, pero aquí quiero destacar la de un joven tabasqueño cuya lucidez me parece digna de ser referida: Manuel Pedrero.
En su alocución, Pedrero habló de las redes sociales como vehículo de expresión de la inconformidad y la rebeldía, algo que López Obrador comenzó a entender desde hace 10 años o más, y que muchos todavía no han siquiera vislumbrado; sin las redes, AMLO nunca hubiera sido gobernante.

Como quiera, Manuel Pedrero, citando a Kapuscinski, nos recuerda que para ser buen periodista hay que ser necesariamente buena persona. Y es que la información es la savia de las sociedades modernas, por lo que distribuir información verdadera o al menos fidedigna es nutrir la consciencia de las comunidades y lo contrario es justamente el envenenamiento de esa consciencia, algo que, genéricamente hablando, ha sido una forma de vida para muchos medios tradicionales, mismos que presumen su objetividad e imparcialidad política, pero que han medrado al amparo del poder, manipulando a un receptor acrítico.

En su discurso Pedrero no oculta su simpatía por el régimen, pero en su canal de youtube no pierde su sentido crítico ni su agudeza analítica, algo que me produce una gran emoción porque siento respetadas mis pocas luces y mi sensibilidad, algo que siempre se agradece en el periodismo.


Edición: Emilio Gómez


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