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del

Salvador Alvarado, pionero del Ie-Tram

Noticias de otros tiempos
Foto: La Voz de la Revolución 3 de junio de 1917

La industria automotriz se desarrolló a partir de la invención del motor de combustión interna, pero las opciones para pasar a la locomoción nunca se restringieron a tener a la gasolina como combustible. De hecho, otros derivados del petróleo y el hidrógeno estuvieron como alternativas, al igual que la electricidad, y esto desde tiempos muy tempranos en la creación de vehículos automotores.

Podría pensarse que estos otros combustibles se quedaron en el terreno experimental, pero su uso fue mucho más extendido, al grado que se emplearon en países distintos a Estados Unidos e incluso llegaron a Yucatán, para el transporte público, o al menos estuvieron muy seriamente en los planes de las empresas de este ramo, según nos deja saber el diario La Voz de la Revolución en su edición del 3 de junio de 1917, donde aparece una nota titulada “La Compañía de Tranvías estudia el cambio de su tracción animal por eléctrica. Reformas en beneficio del público”.

El periódico vio con muy buenos ojos las mejoras que pretendía la Compañía, que llevaba un tiempo “estudiando con empelo el problema relativo al cambio de su actual tracción por la eléctrica y así pudimos comprobarlo con los extensos informes, cartas y fotografías de carros y plantas eléctricas que nos fueron enseñadas por su inteligente y modesto director”.  Días antes, continúa la nota, se habían recibido los presupuestos del sistema “que al fin parece que se decidirá implantar la empresa en esta ciudad”.

La innovación por introducir en el servicio era sustituir la tracción animal, adoptando un sistema de acumuladores eléctricos, por lo que no serían necesarios cables aéreos “que siempre afean el aspecto de las calles”.  

La empresa no estaba reparando en costos. El precio de los carros, según sigue la nota, había aumentado considerablemente, “pues mientras en noviembre se cotizó a la Empresa de Tranvías a seis mil dollars cada uno, en 17 del corriente ascendió a ocho mil dollars, y sin duda seguirá encareciendo más y más, si se tiene en cuenta que todo va subiendo de precio”. En realidad, detrás de esos incrementos estaba la Primera Guerra Mundial, que hacía escasear algunas materias utilizadas en la fabricación de los carros. La nota menciona, precisamente, que como era sabido, “con motivo de la guerra europea las grandes fábricas de materiales de electricidad, tanto de Alemania como de Norte América se han transformado en fábricas de municiones y pertrechos de guerra”.

En opinión del director de la empresa, “señor Escalante Sosa [sin relación con este autor, hasta donde se tiene noticia], el carro que servirá como modelo es el más apropiado para Mérida”, descartando los sistemas que empleaban cableado, tanto aéreo como subterráneo, lo que da a entender que los tranvías utilizarían una batería recargable.

El reportero continuó narrando que fue invitado a por el director, y nos revela que su primer nombre era Francisco, a pasar al depósito, donde constataría el estado del lugar. Ahí halló que en el taller de carpintería se habían construido y reconstruido, desde enero, unos quince carros, “y son pocos los que faltan para dejar el material rodante en perfecto estado”.

Luego pasaron a los corrales, donde hallaría a quienes perderían el trabajo: “Actualmente tiene la compañía cuatrocientas ochenta bestias y acaba de recibir otras que se están poniendo en servicio”. Se trataba de mulas, y según se indica, éstas gozaban de compartimientos donde contaban con “suficiente ración de heno fresco”, aparte de que su jornada laboral era de tres horas como máximo.

La empresa contaba con 250 empleados, “habiéndoles aumentado últimamente, con motivo de las circunstancias, un sesenta por ciento sobre el jornal que devengaban.” Para el servicio se contaba con 60 carros, de los cuales la mitad se encontraba en servicio diario, aumentando los domingos a cincuenta. Curiosamente, para “las tardes calurosas, la empresa cuenta con ocho carros abiertos, entre ellos tres esmeraldas”. Desconocemos a qué se deba el sobrenombre de estos vehículos.

Cabe resaltar que la empresa era completamente privada, permisionaria del servicio de transporte público, y esta inversión se estaba planeando en los últimos meses del gobierno del general Salvador Alvarado, y difícilmente se haría una inversión tan grande sin su conocimiento. Lo que se deja ver en la nota es que en 1917 ya estaban presentes algunas nociones como el respeto al entorno urbano, para evitar colocar infraestructura que afeara la ciudad, al igual que el cuidado de los recursos, pues para nada hay mención de que se empleara el látigo con las mulas. Lo que no menciona el reportero, que firmaba como Maciste, es si los usuarios estaban satisfechos con la tarifa del viaje.  Eso sí corresponde a otras noticias, y otros tiempos.
 

Edición: Ana Ordaz


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