Opinión
La Jornada Maya
13/11/2024 | Mérida, Yucatán
Fernando Lobo
“El arte imita a la naturaleza”, escribió Aristóteles. Esto no significa que el artista se dedique a la mera reproducción de las creaturas del mundo. Más bien, el arte busca imitar el modo en que la naturaleza hace las cosas. La obra de Guillermo Olguín (Ciudad de México, 1969) es una muestra de esa búsqueda. Aquí, el oficio de producir imágenes se forma en torno a un enigma: ¿cómo hace la naturaleza para expresar belleza?
En la tradición aristotélica, el arte (tekné) se comprende como una práctica. El artista ha desarrollado una peculiar intuición para descifrar enigmas. Manifiesta saberes a través del manejo del color, las texturas, los cruces entre lo figurativo y lo abstracto, la fantasía. La selección de formatos y materiales se realiza de un modo orgánico. Los paisajes aparecen con toda naturalidad y el resultado es sorprendente: las imágenes expresan vida.
Olguín ha mostrado su trabajo en más de treinta exposiciones colectivas e individuales en México, Estados Unidos, Hungría, Cuba, Paraguay, Brasil, Argentina, Italia, Inglaterra, Alemania, España, Portugal, Francia, Finlandia y Japón. Durante el último año se mantuvo apartado del vertiginoso mercado del arte para acumular piezas y poder conformar una muestra de formatos variados. Presagios nos invita a observar un mundo habitado por seres vivientes que habitan escenarios de fantasía: noches, mares, luces, profundidades, paisajes oníricos, atmósferas irreales, viajes, recuerdos. Este mundo transcurre en su propio tiempo. En cada escena se adivina una historia.
Foto: Repografía Julio Carrillo
Un presagio es el anuncio de un suceso futuro. Se obtiene a partir de señales, presentimientos, sensaciones. Es algo fugaz, como un narval en un océano oscuro, o un árbol luminiscente. A través de los óleos, la tela, la madera y el yute, Presagios nos muestra un universo vivo, algo que el arte puede aprender de la naturaleza.
Edición: Fernando Sierra