Opinión
La Jornada Maya
02/12/2024 | Mérida, Yucatán
José Samuel Morales Escalante
Así como el poeta, domador de palabras, que busca la construcción de la imagen perfecta en la fuerza, evocación y sonoridad de una estrofa, para dejarnos inermes pero alucinados ante ella, Valentina logra configurar una suerte de paisajes otros, fincados en la monumentalidad de la abstracción. Al meditar sobre la emoción que abraza nuestra experiencia ante sus piezas, uno reconoce que se encuentra frente al anclaje de procesos complejos que oscilan entre la observación profunda, física y psicológica, la especulación-divagación creativa y la conversación sin cortapisas en el devenir de la construcción visual con los materiales, herramientas y procesos.
La vitalidad de las formas orgánicas que habitan sus pinturas y monotipos descansan en un proceso de dibujo seguro, dinámico y vigoroso; como, incluso, puede advertirse en algunos carboncillos sobre papel en mediano formato de este año. A su vez, tanto las pinturas en gran (Incisión, 2023), mediano (Sin título, 2023) o pequeño formato (À mon seul désir, 2023) denotan una situación performativa que involucra al cuerpo de la artista en una experiencia de conexión meditativa entregada al acto de pintar. Uno puede imaginar el tiempo de diálogo profundo que sostuvo mientras emergían a un estado de conciencia cada una de las imágenes.
Tanto las obras en gran, como en mediano y pequeño formato las realizó con acrílico y óleo. En todos los casos se identifica el conocimiento depuradode la técnica para generar suaves o enérgicas transiciones colorísticas entre tonalidades y matices, e incluso transparencias luminosas (Lo que acontece en los orificios, 2023). Pero también vastas y complejas configuraciones orgánicas a través de manchas y líneas, y de atmósferas luminosas o más sombrías, plenas de detalles y texturas ópticas (Tengo un miedo, un vértigo por lo que está vivo, un cosquilleo en el paladar, 2023).
Foto: Valentina Attolini
A su vez, en los monotipos se reconoce la soltura de un sistema de trabajo que ha madurado en la pintura y en el dibujo al carbón, pero ahora indagando en la experimentación de un proceso más directo y menos controlado. Constituyen una serie y son el resultado de la residencia de un mes, convocada por Solos Taller para incentivar la investigación y la creación en monotipia, al tiempo que se va construyendo una bitácora de la indagación creativa.
Así, volcada en soledad a la minuciosa exploración del cotidiano del sitio y de sí misma ̶ llevando consigo sus recuerdos, miedos, deseos, lecturas, fascinaciones, la conciencia fenomenológica del existir en los tránsitos de su cuerpo por el espacio-tiempo, pero también atravesada por todo aquello que no sabe de sí pero que le da rumbo a su vida ̶ Valentina Attolini nos entrega un universo vibrante de imágenes. Algunas en grandes formatos apaisados que aprovechan el ancho del pliego del papel para ensamblar el proceso-construcción de un paisaje otro, configurándose a través de distintas disposiciones: ya en la sincronía de un díptico, la secuencialidad en tríptico u optando por la consistencia individual de la impronta sobre el soporte.
En todos los casos, la fuerza emocional de las imágenes nos sitia y avasalla (Sonámbulo; Arriba llueven carnadas I-III; Abajo un mar que devora I y II; Jardín venenoso; Registros del Insomnio I, II, III, Accidente). Cual voces en coro con distintas y bien logradas tesituras, una reducida paleta en tonos y matices de rojo, azul y amarillo se condensan en cada monotipia, al unísono del maridaje de grises, con distintas luminosidades, que esquivan, rozan, estallan o sucumben ante la profundidad enaltecida del violeta o la severidad del negro.
Foto: Valentina Attolini
La totalidad de los procesos en las obras comentadas, constituyen algunos elementos que sostienen la actual indagación artística de Vanlentina Attolini y han emergido en el cauce de sus tres últimos importantes proyectos.
Sus piezas dan cuenta de una travesía que recién inicia, pero donde el timón de la artista se inclina por hurgar en las profundidades del alma y explorar en los distintos puertos que gobiernan nuestra corporalidad: los deseos, emociones y afectos que nos mueven en estado de vigilia o durante el sueño; al tiempo que la ilusión y la fantasía, propias de la imaginación creativa, danzan en sus dedos mientras urde y trama paisajes otros cuya polifonía se alza seductora al igual que evasiva a entregarse por completo al que la mira.
Edición: Fernando Sierra