Opinión
Dalila Aldana Aranda
13/05/2025 | Mérida, Yucatán
Fue conseguido insertando genes del lobo terrible en genes del lobo gris. Sin embargo, no se trata de una desextinción como lo han llamado los medios de comunicación, ya que no posee el mismo material genético de su pariente extinto.
La inserción de material genético a los genes de otra especie se le conoce como organismos genéticamente modificados. Los genes trabajados fueron convertidos en embriones y posteriormente inseminados en lobas sustitutas dando a luz a los tres lobos en enero de 2025.
La empresa Colossal Biosciences está detrás de este anuncio de “ingeniería genética inteligente y ADN antiguo” para criar tres cachorros que en realidad no son lobos terribles.
Los animales viven en un sitio de 809 hectáreas en una ubicación no divulgada, monitoreados por personal de seguridad, drones y cámaras en vivo.
No se menciona cuánto costó “revivir” a este lobo, pero sí se sabe que la empresa está valuada en 10 mil 200 millones de dólares, cantidad nada despreciable. En cambio, para la conservación de especies, Estados Unidos destina diez veces menos de recursos federales (mil 900 millones de dólares al año).
En México, el presupuesto federal para la ciencia en 2025 fue el más bajo desde 2008, con apenas 0.16 por ciento del PIB. En lo que se refiere a la conservación de especies terrestres y sus hábitats la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, tuvo recortes presupuestarios que limitan su capacidad operativa con sólo mil millones de pesos (la mitad menos que en 2024), equivalente a sólo 10 pesos por hectárea protegida.
La extinción de especies es un fenómeno acelerado por actividades humanas de destrucción de hábitats (deforestación, urbanización, agricultura), contaminación, cambio climático, sobreexplotación de recursos y comercio ilegal, entre otros factores. En los últimos 10 años, se estima que entre 10 mil y 20 mil especies terrestres se pierden cada año, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. La variabilidad se debe a la poca información que se tienen de ellas. Por las especies marinas es más difícil evaluarlo. Sin embargo, se tiene el caso de la vaquita marina, cetáceo endémico del norte del Golfo de California donde se estima que existen sólo entre 6 y 11 individuos. En el caso de lo tiburones y rayas, éstos han experimentado una disminución de 71 por ciento en sus poblaciones. A finales de 2024, el informe de Planeta vivo del Fondo Mundial para la Naturaleza señalaba el decremento de las poblaciones silvestres en 73 por ciento y de 95 por ciento para América Latina y el Caribe. Las alarmas suenan y pese a que esta destrucción de hábitats está ligado al modelo de consumo y desperdicio de la humanidad, no se actúa en establecer un balance entre ecología y economía, dejando a los mercados libres en su feroz avance por obtener más y más beneficios monetarios.
Hasta ahora, no se ha logrado “revivir” a ninguna especie extinta, todavía no se ha podido recrear un animal con el mismo ADN que su predecesor desaparecido, pero más allá de eso, la pregunta obligada es: ¿por qué desperdiciar tantos recursos y conocimiento en “revivir” especies? ¿Por qué no mejor invertir en conocimiento y acciones para su conservación? Con manejo sostenible y menos voracidad del mercado. Por el bien de todos primero la ciencia. Favorece el consumo local y de la estación. No al transporte de alimentos de miles de kilómetros.
Premio Nacional del Mérito Ecológico
Edición: Ana Ordaz