Opinión
Graciela Alejandra Torres Garma
28/05/2025 | Mérida, Yucatán
Llevar adelante esta campaña (¡la primera en toda la historia mexicana!), mientras desempeño mis funciones como magistrada ha sido uno de los mayores retos profesionales y personales que he vivido. No ha sido fácil sostener el ritmo, el compromiso institucional y al mismo tiempo, abrir espacio para el diálogo con la ciudadanía. Pero ha valido cada segundo. Hoy quiero compartir cinco lecciones que me deja esta experiencia y que han quedado grabadas en mi forma de mirar la justicia, de ejercerla y de entender el servicio público.
1. Esta campaña me dejó en el corazón y en la piel la fuerza de la gente.
Cada conversación, cada mirada y cada historia que me confiaron quedó grabada en mí. No es una frase vacía cuando decimos que una campaña se vive con el cuerpo entero: caminé calles, visité diferentes municipios y comisarías, compartí el aire de la esperanza y también del enojo y de la indignación. Hoy llevo todo eso conmigo, como un compromiso irrenunciable con la justicia.
2. En México aún nos falta mucha empatía para no ser ajenos al dolor.
Nos hemos acostumbrado, muchas veces por necesidad, a convivir con la injusticia. Pero no deberíamos. Escuchar testimonios de personas que no han encontrado justicia, que han sido víctimas de la impunidad o de la indiferencia institucional, me reafirma que no podemos cerrar los ojos al dolor ajeno. La empatía no es un lujo: es el punto de partida de cualquier transformación real.
3. Mirar a la gente a los ojos y escucharla: eso es justicia también.
En cada encuentro confirmé algo que siempre he creído: la justicia comienza por el reconocimiento del otro. No se trata solo de leyes y expedientes, sino de personas reales. Escuchar con atención, sin prisas ni prejuicios, es una forma de dignificar a quienes acuden a una autoridad esperando respuestas.
4. Actuar con ética y honestidad no es negociable.
La corrupción no solo corrompe al sistema, también hiere el alma de la ciudadanía. Por eso, cada paso que di en esta campaña fue con la certeza de que la transparencia y la integridad son principios inquebrantables. La ética, y sobre todo la integridad, no es una estrategia: es una forma de vida y la única vía posible para construir una justicia legítima.
5. Me quedo con la enorme alegría de haber sembrado conciencia.
Más allá del resultado, esta campaña me regaló la oportunidad de hablar de justicia, de derechos humanos, de la necesidad de un Poder Judicial cercano, transparente y humano. Me llevo la alegría de haber sembrado una conversación pública necesaria, de haber tocado corazones y despertado conciencias. Sigo trabajando como magistrada, con más fuerza, con más claridad y con más compromiso que nunca.
Gracias a todas y todos los que caminaron conmigo, por el apoyo, por la escucha y por la oportunidad de encontrarnos en el camino. La lucha por una justicia digna no termina aquí: apenas comienza.
Graciela Alejandra Torres Garma es magistrada de la Sala Colegiada Civil y Familiar del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Yucatán y candidata al mismo cargo.
Edición: Ana Ordaz