Opinión
Felipe Escalante Tió
06/06/2025 | Mérida, Yucatán
Cuando un medio de comunicación es hegemónico, suele conseguir que su interpretación de la realidad sea admitida como la más cercana a “la verdad”, si no es que como un hecho inobjetable. A fin de cuentas, en el lenguaje político, las versiones de los hechos no son más que parte del combate por la historia.
Uno de los ejemplos más claros de esto en la historia de Yucatán es la jornada a la que el periodista Carlos R. Menéndez llamó “la primera chispa de la Revolución”, un levantamiento armado ocurrido el 4 de junio de 1910 en la ciudad de Valladolid.
Por muchos años, esta revuelta fue considerada con ese carácter. Anualmente, al menos hasta el año pasado, se escenificaba una representación de ese acontecimiento en la plaza central de La Sultana del Oriente, e incluso en algún momento se promovió ante el Congreso de la Unión que ese movimiento fuera reconocido entre lo precursores de la Revolución encabezada por Francisco I. Madero.
Por décadas, casi nadie se atrevió a cuestionar si lo ocurrido en Valladolid en aquella fecha fue en verdad un hecho revolucionario, y como esto se transmitió a cada generación de bachilleres yucatecos, el levantamiento vallisoletano se aproximó a convertirse en mito. Sin embargo, en la década de 1990, algunos investigadores hallaron documentos que llevaban a pensar que algo no cuadraba en el relato.
Como también suele ocurrir, para que un relato se haga hegemónico, debe imponerse sobre otras narrativas, y la de Menéndez lo hizo merced a que, tras la Decena Trágica, los yucatecos partidarios de Madero prácticamente desaparecieron del mapa, y los periódicos quedaron en las hemerotecas, esperando lectores.
Uno de estos lleva el nombre de El Peninsular. Órgano del Club Anti-reeleccionista ‘Jóvenes Yucatecos Francisco I. Madero', una publicación de campaña, destinada a desaparecer después de la contienda electoral de 1911 y que recuperaba el nombre del diario fundado por José María Pino Suárez, a la sazón candidato a gobernador de Yucatán. En su edición del 1 de julio de 1911 incluyó un artículo publicado “¿A dónde va el morenismo?”, es decir, el movimiento local encabezado por el poeta Delio Moreno Cantón y secundado por La Revista de Mérida.
El autor del artículo en cuestión apuntó que los partidarios de Moreno Cantón se dirigían “Al desorden, a la violencia, al cuartelazo”, luego de hacer un repaso por la trayectoria de sus simpatizantes y patrocinadores, muchos de los cuales habían participado en la campaña de 1897 que condujo a la gubernatura al general Francisco Cantón Rosado, de quien Moreno Cantón heredó la estructura partidista.
Señalando, correctamente, este vínculo, el autor continuaba diciendo que “el mismo viejo partido [...] que ahora se ha ostentado maderista no antes, sino después del triunfo de la Revolución, y que viene pregonando ya el ‘Sufragio efectivo’, cuando hace apenas dos años envió delegados al Dictador derrocado, implorando apoyo y protección para desposarse una vez más con la Hacienda pública [...]”.
En cuanto a lo ocurrido en Valladolid apenas el año anterior, el texto manifestaba:
“El ‘morenismo’, siguiendo tradiciones ancestrales, intentó hace un año y hace dos, turbar la paz del Estado. Hace un año con la revuelta de Valladolid; hace dos con la intentona de Mérida. Entonces, por medio de su viejo órgano La Revista de Mérida, gritó á voz en cuello, á propósito de los sucesos de Valladolid, que el movimiento no era político, que era de carácter local, que obedecía sólo á odios y represalias provocados por el extinto jefe político de aquella ciudad…”
Y agregaba que la defensa morenista entonces, buscando que no se les identificara con Madero, esgrimía una declaración del general Ignacio Bravo: “Este movimiento tiene tanto de político como yo de fraile”, y procedían a alegar que se les calumniaba vilmente al atribuirle un carácter político a la revuelta de Valladolid. Sin embargo, ampliaba el texto, “El movimiento fue, pues, político y obra del cantonalismo; pero de carácter local”.
Sin embargo, una vez que la Revolución triunfó y Porfirio Díaz abandonó el país, “era preciso que el morenismo pretendiese su parte en el botín, alegando títulos que le diesen legítimos derechos a la administración del Estado”, y los que antes eran “todo, menos partidarios de la Revolución. Hoy pretenden irrisoriamente haber sido los primeros revolucionarios del país, y ser anteriores al mismísimo Madero”.
El artículo es sumamente extenso, como lo sería un análisis a profundidad de la pretendida “primera chispa”. Por este año, el paro de los docentes obligó a suspender la escenificación ritual en Valladolid, donde alguna vez se aceptará que la “rebelión” tuvo muy poco de revolucionaria. Solamente queda decir que hay mucha documentación disponible en la prensa de la época, y que abundan otras notas, también de otros tiempos.
Edición: Emilio Gómez
