Opinión
Julio Hernández López
28/08/2025 | Ciudad de México
De la violencia verbal se ha pasado a la violencia física. De las naturales discordias internas, al acordado servicio al intervencionismo estadunidense. Del encono del Grupo Salinas por supermillonarios litigios fiscales (vía su vocera parlamentaria, Lilly Téllez), y el cantado amago de desafuero de Alito Moreno, al jaloneo, los golpes y el escándalo en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.
Es la desesperación por la intrascendencia opositora, por las profecías apocalípticas que tardan en ser cumplidas o acaso nunca lo sean. Es el pataleo y la iracundia por motivos nativos. Pero, sobre todo, es el alineamiento a los intereses de Estados Unidos, a donde han ido de visita rogatoria, entreguista, alineadora, tanto la vociferante Lilly de cambiantes banderas, como el decadente Alito de bancadas cada vez menores.
Téllez deambula por los recintos legislativos con proclamas contra Adán Augusto López Hernández, no porque le interese arremeter contra la criminalidad (no barre parejo), pues nunca denuncia a la empresarial de la que proviene y a la que sigue sirviendo, sino que usa la arenga contra “narcomorenos” para colaborar a la pavimentación del aterrizaje de los planes de los halcones gringos. Anhela explícitamente que Trump entre a México a “resolver” los problemas, ha de suponerse que también los de pagos fiscales pendientes y de continuidad de concesiones televisivas tóxicas.
Alito Moreno es un añejo náufrago político que en su desesperación ha buscado asideros varios. El alquiler de votos de tres colores para completar mayorías calificadas en situaciones complicadas para el guinda; el esquirolaje evidente en las coaliciones xochitlecas y equisgonzalistas; y, ahora, la conversión en alfombra de barras y estrellas para ver si así se salva. No le asisten buenas credenciales intelectuales, doctrinales, filosóficas ni cívicas. Todo lo contrario.
Ayer, en un ambiente de evolutiva confrontación en las cámaras legislativas, en específico en la Comisión Permanente, la senadora Azteca reiteró, siempre provocadora, su apoyo al brazo injerencista gringo y, entre fundadas acusaciones de ser una traidora a la patria, la sesión cerró con la entonación protocolaria del Himno Nacional, aunque el senador Alito reclamaba marrullerías que le habrían impedido expresarse en tribuna para defender a la antes mencionada provocadora, que ya de tan reiterativa va quedando disminuida, liliputiense.
Si se aplicara el VAR futbolero, es decir, el sistema de repetición televisiva para que el árbitro vea en pantalla lo que su ojo no hubiera percibido, queda claro que el porril Alito fue el provocador. Gorilesco, Moreno trata de retener a Noroña para que siga escuchando los reproches y luego arremete contra un empleado de San Lázaro, al que Alito y otros tricolores golpean ya en el suelo.
Lo sucedido ha acelerado la pretensión de desaforar a Alito por algunas de las muchas tropelías judicializables que ha cometido (la Permanente está citada para este viernes, a fin de analizar el tema). Ya estaba enfilado, ahora parece confirmado que puede perder la protección legislativa y quedar a disposición del Ministerio Público y jueces. Con él podrían ir otros legisladores priístas golpeadores. La provocadora liliputiense mantendrá sus letanías en espera de los drones gringos.
Pavimentar intervencionismo
En Washington y similares utilizarán con fines propagandísticos (contra “la dictadura”) este desenlace previsible, es decir, el desafuero de unos y la probable agresividad verbal mayor contra la posible coordinadora de campaña de su jefe Ricardo. Son muchos los provocadores, y los halcones del norte que están prestos a magnificar lo que sea necesario para “justificar” las “cirugías” invasivas que tanto han planeado.
Y, mientras Nicolás Maduro ha señalado que “Venezuela ha sido amenazada con un submarino nuclear; se ha violado el Tratado de Tlatelolco, que prohíbe la movilización, uso y fabricación de armas nucleares en todo el territorio de América Latina y el Caribe”. ¡Hasta mañana!
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Edición: Emilio Gómez