Opinión
La Jornada
24/09/2025 | Ciudad de México
El lunes, un
alumno del plantel Sur del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH-Sur) ingresó a las instalaciones encapuchado y cubierto con un cubrebocas, se dirigió a un compañero que se encontraba con su pareja, lo golpeó, lo lesionó de muerte con una guadaña e intentó agredir a la joven. Ante los gritos de la chica, un trabajador administrativo acudió y logró desarmar al agresor, quien huyó y se arrojó del segundo piso de un edificio del campus, causándose la fractura de ambas piernas en la caída. El empleado que intervino en defensa de la joven sufrió lesiones, pero afortunadamente se encuentra fuera de peligro y fue dado de alta el mismo día.
El episodio generó consternación y rabia entre la comunidad estudiantil, en particular por la disfuncionalidad del cuerpo de vigilancia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, a la cual pertenecen los CCH). El hecho de que haya sido un trabajador administrativo (o de limpieza, según otra versión) quien puso en fuga al asesino ilustra de manera elocuente la incapacidad de dicha dependencia para garantizar niveles razonables de seguridad dentro de los campus de la máxima casa de estudios, como se ha comprobado en reiteradas ocasiones.
En este sentido, el rector Leonardo Lomelí tiene razón al convocar a una revisión inmediata de los protocolos de seguridad del plantel y reconocer la necesidad de “redoblar esfuerzos para hacer de los planteles educativos y de todas las instalaciones espacios seguros y libres de violencia”. Sin embargo, el malestar de los estudiantes expresado ayer en Ciudad Universitaria deja claro que tales medidas resultan insuficientes y tardías ante la desprotección que padecen en recintos donde deberían gozar de las mejores condiciones para su desarrollo académico y humano.
Al mismo tiempo, los deplorables sucesos han vuelto a exhibir los peligros de la confusión de la autonomía universitaria con una suerte de extraterritorialidad que pone a la UNAM al margen de la ley. Las autoridades del plantel y Vigilancia UNAM no sólo fallaron en mantener la integridad de los estudiantes, sino que impidieron la entrada a los elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México que respondieron a las llamadas de auxilio, de acuerdo con el informe de esta dependencia.
Tal conducta irresponsable pudo haber derivado en una tragedia mayor si el agresor no se hubiese neutralizado a sí mismo o si hubiera contado con armamento de mayor letalidad. Debe recalcarse que la autonomía es un atributo inestimable e irrenunciable de la Universidad Nacional y de otros centros de estudios superiores, pero no puede ser un obstáculo para la aplicación de las leyes.
La capacidad de la UNAM para darse sus propias reglas se refiere a lo académico –soberanía para definir programas de estudio y defender la libertad de cátedra–, lo administrativo –potestad de manejar sus recursos sin injerencias externas– y al autogobierno –facultad de dotarse de sus propias autoridades sin presión alguna de agentes políticos, económicos o de otra índole–, pero no debe traducirse como una suerte de extraterritorialidad ante el marco legal del país.
Bien entendida así, la autonomía universitaria es inatacable, pero le hacen un flaco favor quienes, en nombre de ella, pretenden que los planteles sean territorios vedados a la acción de la justicia.
Las voces que sostienen semejante despropósito deben darse cuenta de que ni la UNAM ni ninguna otra casa de estudios posee las herramientas materiales, humanas y jurídicas para garantizar la seguridad más allá de un nivel básico, y menos para procurar justicia, como no sea la referida a los tribunales universitarios.
En suma, es ciertamente necesaria la revisión de los protocolos de seguridad en los planteles, como lo anunció el rector Lomelí, pero es también impostergable superar concepciones equivocadas que obstaculizan o impiden una colaboración eficaz y expedita entre las autoridades universitarias y las de seguridad pública en casos tan lamentables como el aquí comentado.
Edición: Estefanía Cardeña