Mérida es una ciudad vibrante, que en las últimas décadas ha crecido aceleradamente, generando, con dicho desarrollo, desafíos medioambientales relacionados con la construcción desmedida y el desplazamiento de la vegetación local, provocando, entre diversas problemáticas ambientales, las inundaciones, y la proliferación de “islas de calor urbanas” (ICU) en diferentes partes de la ciudad. Las ICU son un fenómeno que ocurre cuando en ciertas zonas se generan temperaturas más altas que las zonas circundantes.
Entre las causas principales de las ICU, están la construcción con materiales que tienen una alta conductividad térmica: edificios, aceras o asfaltos, que al estar directamente expuestos al sol, absorben más calor, y lo liberan lentamente. Como consecuencias, podemos mencionar: impactos a la salud, por golpes de calor y problemas respiratorios; y mayor consumo de energía eléctrica, generando que en temporadas calurosas, se exceda la capacidad de la red eléctrica y en algunos casos colapse, dejando diversas zonas de la ciudad sin luz.
Es por ello, que, en medio del asfalto y el concreto, los espacios verdes son verdaderos oasis de compensación ante dichos desequilibrios ambientales. Un árbol no solo da sombra, también ayuda a que el agua de lluvia se filtre en el suelo, reduce la contaminación y ofrece un lugar de encuentro para la comunidad. En Mérida las olas de calor se sienten menos bajo el dosel de una ceiba, y las lluvias tienen menor impacto cuando hay suelos permeables en parques y camellones.
A pesar de la imagen que presenta Mérida ante el resto del país, como una ciudad verde, en gran parte debido a la difusión de lugares turísticos, como Paseo Montejo, o barrios de épocas coloniales, con grandes jardines interiores, la realidad es que no es una ciudad homogénea en cuanto a la distribución y calidad de sus áreas verdes. Mientras colonias tradicionales como Itzimná o García Ginerés, cuentan con parques arbolados, en fraccionamientos recientes, las plazas son pequeñas, con pocos arboles y mucho cemento. Esta desigualdad urbana hace que algunos sectores de la ciudad sean mas vulnerables a las inundaciones en temporadas de lluvias y tienden a tornarse en ICU durante el verano.
De acuerdo con un análisis de cobertura vegetal realizado de conjunto con alumnos de la licenciatura de Geografía Aplicada, de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) de la UNAM unidad Mérida; se ha observado que el norte de la ciudad está caracterizado por un crecimiento inmobiliario acelerado y zonas residenciales de mayor poder adquisitivo, que suele contar con parques más equipados, avenidas arboladas y desarrollos que incorporan áreas verdes privadas. Sin embargo, mucho de estos espacios tienden a ser de acceso limitado en privadas con régimen de condominio, o con diseños estandarizados que privilegian el aspecto estético sobre la funcionalidad ecológica.
En contraste, el sur de Mérida, que, históricamente se ha desarrollado a partir de asentamientos irregulares, en donde no se reservaron suelos para espacios y edificios públicos, enfrenta mayores rezagos en infraestructura y acceso a servicios básicos. Allí, los parques barriales (cuando existen) son pequeños y de escasa vegetación; exceptuando a aquellos más antiguos, los cuales se saturan al dar servicio a más de una colonia. En estas zonas, donde no hay espacios públicos, se puede observar que, al igual que en el norte de la ciudad, gran parte de la vegetación existente se encuentra al interior de propiedades privadas.
Considerando la inequidad y falta de suelo para los espacios públicos, existen diversas acciones de políticas públicas a realizar para la dotación de infraestructura ecológica: rediseñar de manera participativa calles para convertirlas en corredores verdes y áreas de conservación, fomentar los jardines de lluvia y pavimentos permeables para reducir inundaciones, incentivar los techos y muros verdes en nuevas construcciones y el monitoreo con imágenes de satélite y participación comunitaria.
El gobierno local ha trabajado en el Plan Municipal de Infraestructura Verde (PMIV), en donde ya se contemplan algunas de estas acciones. Mérida enfrenta un futuro desafiante, pero también tiene oportunidad de innovar en su modelo urbano y lograr una gobernanza acorde con los desafíos. Apostar por una infraestructura ecológica apoyada en soluciones basadas en naturaleza no es un lujo, sino una necesidad para asegurar la calidad de vida de nuestros habitantes.
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Edición: Fernando Sierra