Opinión
La Jornada
31/10/2025 | Ciudad de México
Estados Unidos y China anunciaron ayer el logro de acuerdos para desescalar la guerra comercial iniciada por el presidente Donald Trump durante su primer mandato y convertida hoy en política de Estado de la superpotencia. Según se dio a conocer, Washington reducirá los aranceles a las importaciones chinas a 47 por ciento, 10 puntos porcentuales menos que el nivel actual, a cambio de que Pekín reanude las compras de soya estadunidense, mantenga el flujo de exportaciones de tierras raras –minerales esenciales para todo tipo de tecnologías de punta, incluidas las tecnologías verdes y la inteligencia artificial– y tome medidas enérgicas contra el comercio ilícito de fentanilo.
Como sucede en toda negociación comercial, y principalmente en aquellas protagonizadas por el magnate, la presunta resolución de la disputa entre las mayores economías del mundo exagera algunos aspectos y calla otros de tal modo que cada parte pueda presentarse como ganadora ante su público.
Desde un punto de vista el equipo de Xi Jinping parece conceder demasiado a cambio de nada, pues el gigante asiático seguirá pagando aranceles desproporcionados e injustificables por llevar sus productos al mercado estadunidense.
Al mismo tiempo, puede afirmarse, sin faltar a la verdad, que China desactivó las amenazas de su rival con poca o ninguna pérdida: la soya es un insumo que ya compraba antes, mantendrá su control sobre la refinación de tierras raras, y la cuestión de si hace o no lo suficiente para frenar el tráfico del fentanilo y sus precursores tiene un alto grado de subjetividad.
Asimismo, es notorio que Washington se abstuvo de siquiera mencionar las compras chinas de petróleo ruso, un tópico en torno al cual se amenazaba con grandes coerciones.
No obstante, hay un aspecto del acuerdo que supone una importante cesión por parte de Pekín y una inquietante noticia para el pueblo estadunidense. Con la venta obligada de las operaciones en Estados Unidos de la plataforma china TikTok a un grupo de empresarios afines al trumpismo, ha desaparecido la única red social relevante en la que la sociedad estadunidense podía expresarse y comunicarse sin los sesgos y la supervisión impuestos por la clase dominante de su país.
Las presiones de Trump y su antecesor, Joe Biden, para forzar a la compañía asiática a entregar su valioso algoritmo y su negocio en ese país envían una pésima señal acerca de la compulsión de las élites estadunidenses por ejercer una vigilancia total sobre sus ciudadanos.
Pese a ser más una suerte de tregua que un armisticio en la guerra comercial, los acuerdos que se firmarán la próxima semana han sido recibidos con justificado entusiasmo por mercados y dirigentes de todo el mundo en tanto suponen un respiro en medio de tensiones crecientes que añaden capas innecesarias de incertidumbre a la actividad económica. Cabe esperar que estos consensos sean la base para nuevos entendimientos entre Washington y Pekín y, sobre todo, que no se conviertan en papel mojado por la costumbre de Donald Trump de deshonrar sistemáticamente su palabra y su firma.
Edición: Ana Ordaz