Por: José Juan Cervera
La caverna de Platón esparce una oscuridad más fecunda que la luz artificial de todos los charlatanes.
Los ratones retozan mientras el gato encerrado retrae sus uñas al topar con las paredes de un filoso destino.
El castillo de la pureza decora su puente levadizo para recibir con honores al más tentador de sus antagonistas.
Al toque de queda suscriben un pacto de honor los amores furtivos y la impuntualidad consagrada a los lujos voluptuosos.
El caballo de Troya heredó a su descendencia los buenos modales de no escupir en el umbral ni impedir el libre tránsito de las estratagemas clásicas.
La torre de marfil sufre el embate del paquidermo que reivindica enardecido la tersura de su patrimonio.
En los recintos donde la monja reza y el fraile se humilla también se gesta la contemplación de las almas insumisas.
Ábrete, Sésamo, para resarcir con tus caudales los daños históricos del capitalismo salvaje.
Abre la ventana y cierra la puerta para recibir al aire curioso y condicionar su salida.
Los tumbos sonoros del mar abandonan los claustros del caracol incapaz de retener la impaciencia salobre.
Edición: Enrique Álvarez
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