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Entre números, descalificaciones y culpas

Al despersonalizar a los caídos, se facilita culparlos de su propia muerte
Foto: Fernando Eloy

Difícil momento para Yucatán y particularmente para el gobierno estatal, ante el panorama que dibuja la pandemia de COVID-19. El pasado 27 de julio, la entidad había alcanzado mil nueve defunciones por esta causa, según el conteo oficial, siete días después rozó las mil 200 víctimas y ahora, al sábado 15 de agosto, hay mil 621 decesos. De los tres estados peninsulares, Yucatán fue el primero en llegar a la fatídica cifra de mil muertes por SARS-CoV-2.

Se veía venir. No bien se anunció la apertura del hospital temporal en las instalaciones del Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI cuando el número diario de decesos pasó de un máximo de 16 a superar los 30. El mes de julio sumó más de 650 muertos a causa del nuevo coronavirus en el estado, y agosto lleva ya alrededor de 450; a este ritmo, el verano habrá cobrado cerca de dos mil vidas.

También hay, en este momento, alrededor de 526 pacientes hospitalizados, a los que se les desea la recuperación, que será por los esfuerzos del personal sanitario que está llevando al límite su disciplina y que también ha visto caer contagiados –y fallecidos– a sus integrantes. Hay cansancio, hay miedo, hay voluntad y esperanza entre médicos, enfermeras e intendentes que están en esa primera línea de combate.

Y sin embargo, los números siguen produciendo alarma y división entre la población yucateca y en general, en todo el país. Si las cifras son heladas, la retórica política sobre el manejo de la pandemia es gélida y se empeña en buscar culpables por el incremento en la cantidad de contagios y defunciones.

 

Límites de una retórica

Hablar en números permite a las autoridades, de todos los niveles, desentenderse de un hecho: los pacientes, contagiados, recuperados, fallecidos, son personas con un lugar en la sociedad: integrantes de una familia, trabajadores, emprendedores, estudiantes o jubilados. Todos han sido motivo de preocupación para alguien, todos han dejado un vacío en un hogar. Cuando se habla de “casos positivos” se les lleva a un nivel abstracto y deshumanizado. Un caso es un problema, algo por resolver en el papel, la computadora o el laboratorio, no es una persona con quien se convive en casa, la escuela o el lugar de trabajo.

Al despersonalizar a los caídos, también se facilita otra maniobra discursiva: echarles la culpa de su propia muerte. Ese es el motivo por el cual la SSY, en cualquier reporte, enuncia “Masculino de 67 años, residente en Mérida, con antecedentes de obesidad y diabetes mellitus”. Cada que hay más de 30 fallecimientos, el reporte diario de la dependencia agrupa a los fallecidos y a todo el conjunto le atribuye comorbilidades. Esto facilita que escuchemos expresiones como “la gente no se cuida, son irresponsables”.

¿Y quiénes son esa “gente” que no se cuida? El gobierno del estado pretende responder afirmando que hay “municipios, colonias y comisarías que presentan una tendencia al alza en el número de personas contagiadas”, y enviando a ellas a las brigadas de “Amigos de la Salud”. Pero estos asentamientos tienen otras características: son colonias de alta densidad, hacinamiento, diseño urbano caótico y deficiente o nula atención del transporte público (LJM, 20 de julio de 2020). El Centro de Mérida destaca, pero debe considerarse que es el punto de mayor actividad económica.

Entonces, las colonias a que hace referencia el gobierno de Yucatán son en realidad donde reside buena parte de la población contagiada por contacto con otras personas en su trabajo –le es imposible quedarse en casa– o en los autobuses urbanos, a pesar de la continua desinfección que se hace de ellos.  

 

Letreros para repartir culpas

Cabe preguntar si los vecinos de esas colonias son quienes disfrutaron de la fiesta con los amigos, los que no aguantaban el encierro o los que tantas ganas tenían de ir a la playa. ¿Son Ciudad Caucel, Francisco de Montejo o Las Américas, las colonias donde viven los que ignoran que la irresponsabilidad mata? Apuntar a estos fraccionamientos como los que presentan “tendencia al alza” equivale a estigmatizarlos. Los letreros que el Ayuntamiento de Mérida ha colocado en sus entradas, señalándolos como “zonas de alto contagio”, parecen advertir: “No vayas a Los Héroes porque te vas a contagiar y te vas a morir”. Sólo falta que coloquen alambre de púas o malla ciclónica alrededor para convertir esas colonias en campos de concentración.

La intención de echarle la culpa al vulnerable siempre es contagiosa, especialmente si se le pueden atribuir características que inciten al miedo. Cuando “el otro” tiene un rostro, es fácil transformarlo en el extraño enemigo. E históricamente, es mucho más fácil estigmatizar al pobre y culparlo de su circunstancia.

Insisto: ¿es éste el sector de la población que presume en sus redes sociales un “don’t worry, beach happy”? ¿Son los que rompen la sana distancia a bordo de un yate? Más bien, las playas y toda posibilidad de esparcimiento se les han cerrado precisamente a ellos. Y como bien señala la historiadora América Molina, la mayoría de los decesos es entre estos sectores.

¿Qué está haciendo bien y qué está haciendo mal el gobierno de Mauricio Vila? Hay que hacer una disección, pues la respuesta es compleja. Comencemos por decir que, en cantidad, la población de Yucatán es semejante a la de Tabasco, entidad que encabeza las tablas de contagios y decesos por cada 100 mil habitantes, y por mucho; hasta este sábado, según el reporte federal, el estado natal del presidente López Obrador acumula 25 mil 186 contagiados y dos mil 287 fallecidos.. En materia de contención, entonces, ha sido difícil, pero los números en Yucatán no son lo elevados que podrían ser.

El número de fallecimientos registrados en Yucatán resulta pequeño en comparación a los más de 55 mil que ha habido en todo el país y que entidades como la Ciudad de México, el Estado de México, Veracruz, Puebla, Jalisco, Guerrero, Sonora, Baja California y Sinaloa están por arriba de Yucatán en este rubro. Por supuesto, la densidad poblacional en esos estados también es mayor, y Yucatán se encuentra entre los lugares 10 y 15 en cuanto a tasa de defunciones por cada 100 mil habitantes.

Aun limitando el discurso al ámbito abstracto de los números, gráficas, tasas y porcentajes, la variable política termina por incorporarse a la discusión. En un sistema en el que se espera y desea que existan contrapesos al ejercicio del poder, la crítica es inevitable. Sin embargo, hay quienes han pasado a la mezquindad, ya sea negando recursos o restando gravedad a la pandemia. Hay que reconocer que el gobierno estatal ha enfrentado la contingencia sin apoyo federal, y el silencio que guarda el “súperdelegado”, a quien también se le desea pronta recuperación, es sintomático.

Los apoyos entregados al principio para quienes perdieron el empleo fueron una buena medida, pero el cálculo era que la curva de contagios disminuyera en tres meses. Ahora, empresas y personas requieren de apoyo y no se ve de dónde pueda haber recursos suficientes para un auxilio inmediato. Por supuesto, ya en año electoral, quienes han sido mezquinos exigirán al Ejecutivo una solución; los mismos que negaron recursos se mostrarán como adalides de la buena administración.

Es cierto que un segundo establecimiento de la ley seca y las restricciones a la circulación (el “toque de queda”) son medidas que no tienen el consenso que hubo para la entrega de despensas y apoyos económicos; con la primera, se afecta gravemente a pequeños negocios y también al erario. A esto hay que añadir la estigmatización que se está haciendo de los contagiados. La gente quiere y necesita trabajar, y para muchos es preferible el sustento de la familia a la propia salud, más cuando a pesar de la incertidumbre se vislumbra el inicio del ciclo escolar y que será de manera virtual (¿cuántas computadoras necesitará una familia?), o una muy mala temporada de captura de pulpo, o el cierre de más empresas turísticas. Algo tiene que hacerse para conseguir un gran acuerdo por la economía de Yucatán.

Y este acuerdo debe salir del reconocimiento de los grandes atrasos del estado. Hay quien pregunta si es posible hablar de una pandemia que ha causado la muerte a menos del 0.05 por ciento de la población y con apenas mil pacientes activos; el problema es que ese número de activos ya amenaza con saturar la capacidad de atención hospitalaria, y eso que Yucatán (Mérida más bien) es la entidad con mayor oferta de servicios médicos entre los estados del sureste. Eso con todo y que la infraestructura hospitalaria pública no haya crecido al ritmo de la población. ¿Al fin admitiremos las consecuencias de un sistema que se desentendió de las instituciones que atienden el derecho a la salud por tres décadas? Esto amén de la corrupción.

Hay una oportunidad para reorganizar Yucatán, pero tiene que ir a la raíz: que las empresas tengan como prioridad la seguridad y salud de sus empleados; que el transporte público sea oportuno, suficiente y eficiente en todos los sentidos; que el sistema educativo pase a ser realmente incluyente y funcione como formador de ciudadanos y reductor de desigualdades.

Y sobre todo, hoy se necesita de un liderazgo que pueda convocar a la unidad en el combate a la pandemia. De lo visto en redes sociales, poner mayores límites a lo que se puede comprar en un supermercado es una medida que requiere una explicación amplia, y anunciar un horario escalonado de movilidad debió ser parte del paquete de apertura económica por olas.

Y los comunes…

Me preparo para salir de casa, a fin de cuentas, debo reportarme al trabajo. Al abrir la reja, veo que se aproxima una señora cargando un sabucán lleno; presumo vuelve de compras, alisto un “buenos días”, pero de inmediato noto que no lleva cubrebocas; ni siquiera mal puesto. Evito dirigirle palabra alguna. ¿Qué se gana con confrontarla, además del coraje?

Sí, eventualmente todos nos contagiaremos; sí, cada quien es responsable de sus actos, pero no ganaremos nada si nos dedicamos a repartir culpas con la intención de que no recaigan en nosotros mismos.

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Edición: Elsa Torres


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