Entre las diversas ideas acerca de la lectura, es posible entresacar algunos aspectos en común. En primer lugar, habrá que considerar que la lectura es una actividad relacionada con el descubrimiento y la recreación, dimensiones que conducen inevitablemente a comprender el mundo, el de ayer y el de hoy. Es descubrimiento en el instante en que el individuo conoce lo que desconocía antes de leer, y, si antes de la lectura ya tenía algún conocimiento, habrá logrado alcanzar la recreación del asunto, es decir, lo volvería a crear en el proceso de reconocimiento.
Cabe destacar que, en el conocimiento y la recreación que aporta la lectura, el individuo no sólo conoce nuevos temas y reconoce aquellos otros ya conocidos, sino que también descubre la diversidad del lenguaje, así como la misma recreación de la palabra. Pero, ¿qué lectura será la mejor para la formación consolidada de un lector en toda la extensión del término?
Al parecer, la lectura literaria es la mejor lectura de todas. Esta lectura permite al individuo reconocerse a sí mismo y conocer las diferentes situaciones de vida por las que ha pasado el hombre y la sociedad. Es en la lectura literaria, más que en cualquier otra, donde la participación del individuo es crucial para reconstruir el texto, interpretarlo y entenderlo cabalmente. Si bien el universo del texto literario es ficción, al adentrase en éste, el lector no sólo descubre el contenido inventado sino que mantendrá una íntima relación con los significados de vida que contiene.
Según Heidegger, la lectura es una articulación: al leer, el individuo vuelve a reunir lo que antes ya estaba ordenado. Al leer, el sujeto imagina, reflexiona, comprende, interpreta, recrea y compara. Leer no es una simple traducción de palabras y frases, sino que implica establecer relaciones y producir significados a partir de lo escrito, lo que es un proceso de recreación. Y si el texto es en sí mismo una recreación, porque se trata de un texto literario, habrá recreación sobre recreación, y ya no sólo serán producidos significados conceptuales sino proyecciones de vida.
Imaginación recreativa
Leer es un acto productivo: a partir de un texto, el lector construye significados en el que estén implicados el pensamiento y el lenguaje. Pero si se trata de un texto de ficción, además de los aspectos señalados, habrá imaginación recreativa con la que tendrá oportunidad de jugar con el escrito mismo. La lectura es un acto activo.
Cabe señalar que los textos literarios pueden provocar estados de ánimo y el lector podría transferir tales vivencias a la esfera de su conciencia. Entonces, el individuo ampliaría sus posibilidades afectivas y desarrollaría una especie de cultura sentimental que le permitirá reconocer sentimientos indiferenciados. Esta circunstancia favorecería que el lector actualizara su experiencia pasada, su mundo personal, y ello porque el texto literario mueve recuerdos, ilusiones y conductas frente a hechos que inciden en su mundo psicológico, ya sea del pasado o del presente.
Según Freud, el escritor de literatura soborna al lector con el placer estético, que, al exponer sus fantasías, el individuo las retoma y las hace suyas para completar el proceso comunicativo al permitirle gozar de sus propias fantasías sin vergüenzas ni culpas. Al ser una creación humana, el texto literario desencadena en el lector situaciones de placer o de angustia en la medida en que los personajes le permiten reactualizar su vida: al identificarse con alguno de ellos, el lector se transforma en éste para desposeerse de su yo.
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