Nuestro amor por el fútbol

De la pluma de nuestros lectores

¿Cuántos hombres de bien han pasado y dejado horas de sus vidas en una cancha de futbol? Sólo pocos viven de él o le regalan al mundo su talento.

Ver la cara de Messi triste y desolado por una derrota tan fuerte, me pone a pensar que todo es efímero y que somos seres humanos imperfectos.

Sin embargo, en la cancha, viéndolos jugar, les exigimos cómo si fueran mejor que Dios.

Ya han pasado los peores días, hay que levantarse y seguir adelante, vendrán mejores tiempos, mejores partidos, porque tú, Messi, eres el mejor.  

No te conozco de cerca, sólo a lo lejos en la cancha, desde alguna butaca, desde alguna grada en alguna ciudad del mundo, veo por televisión todos o casi todos tus partidos, los disfruto, los gozo y aunque tu equipo pierda, tú eres para mí un ganador.

Es un arte verte jugar, eres muy especial, jugando y dando todo de ti. Se aprecia un gran hombre, hijo, padre, esposo, amigo y además artista en el fútbol.

La decisión que tomes seguro será la mejor. Me encantaría verte de nuevo con Pep Guardiola como director técnico, él te entiende muy bien y aún recuerdo sus palabras: “Alguna vez le contaré a mis nietos que entrené a Leo Messi. A Messi hay que hablarle poco, escuchar bien lo que dice... Y a nadie se le olvide: a Messi no hay que sacarlo nunca, ni para la ovación. No escribas sobre él, no trates de describir lo que hace, simplemente míralo. ¡Simplemente hay que disfrutarlo!”  

Tuve la gran suerte de conocer a Pelé en persona, platicar con él, oír de sus labios y su corazón algunas de sus grandes anécdotas siendo jugador del fútbol. Una gran emoción, una sensibilidad a flor de piel, compartiendo unas horas de esa noche inolvidable con algunas personas que, al igual que yo, fueron testigos cómo compartía con los meseros, los músicos, los cocineros. No lo podíamos creer. Un Rey dentro y fuera de la cancha.

Sentados alrededor de una mesa Pelé, mi esposo y yo platicamos cada momento vivido en su recuerdo, y volvían a brillarle los ojos al compartirlo con nosotros. Nos preguntó cuántos hijos teníamos y que si habían jugado al futbol o si les gustaba. Emocionados le contamos que sí. Que teníamos cuatro hombres, que todos jugaron y que seguían jugando.

Bien, pues Pelé nos invitó a marcarles por teléfono para que pudiera saludarlos. Así que les marcamos a cada uno a su celular y ninguno nos contestó. ¡Sábado a las 11 de la noche, nunca oyeron su celular! No se lo hubieran creído, nos hubieran dicho: “Si, cómo no”. No nos iban a creer, ni nosotros nos la creíamos.  

Nos contó que nunca ha pagado una cuenta de algún restaurante, ni hecho cola para realizar algún pago, tampoco en los hoteles podía pagar. No porque él no quisiera, sino porque se daban cuenta que era Pelé. ¡Y no le permitían pagar! Nos platicó que él se sentía muy agradecido por eso. Y que México era su segundo hogar. Y muchas cosas más. Fue un gozo conocerlo, platicar con él fue algo grande que sólo se da una vez en la vida.  

A esas personas tan especiales sólo hay que escucharlas, sentirlas, verlas, observarlas y guardarlas en tu corazón para siempre. Otra historia del baúl de los recuerdos de mi vida.

Edición: Elsa Torres