La democracia no puede funcionar sin cordialidad entre quienes participan en ella. La democracia no puede sobrevivir a la polarización permanente y creciente.
Esa forma de gobierno, la que toda sociedad plural busca, requiere de diálogos, acuerdos y un nivel de fraternidad mínima. La erosión de los canales de comunicación, negociación y convivencia entre actores y poderes no es deseable para una democracia funcional, armónica y, sobre todo, duradera.
No hay nada que festejar en la disminución en el tamaño y representatividad de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago). Muy mal por parte de los que se fueron, muy mal también por parte de los que los dejaron ir.
La Conago, creada inicialmente en julio de 2002 como un espacio de gobernadores del PRI y del PRD para hacer contrapeso a Vicente Fox del PAN, en el 2003 logró sumar a los gobernadores del PAN para así convertirse en un foro sin efecto legal, pero sí con peso político real y positivo para el intercambio y encuentro civilizado entre el Ejecutivo Federal y los ejecutivos estatales. Un espacio deseable para un poder político en México cada vez más plural y federalizado.
La Conago, como muchas de las mejores instituciones de la convivencia y vida diaria de las democracias, no tiene un valor legal ni es obligatoria. Era un foro al que se asistía (hablamos de ese pasado en el que sí iban todos los gobernadores) y en el que se participaba sin compromiso jurídico. Eso es precisamente lo que la hacía importante.
La Conago era (ya no lo será en tanto no regresen los 10 gobernadores que se fueron) un punto de encuentro al que se iba por voluntad y, probablemente, con voluntad de hacer que las cosas funcionaran para todos, a lo largo y ancho de México. La salida de una decena de gobernadores de ese foro es una pérdida en la riqueza cívica de la joven democracia mexicana.
Las democracias, las mejores, las más maduras, justas e incluyentes, funcionan sobre la base de reglas de convivencia más allá de lo que estrictamente marca la ley. Ninguna constitución democrática obliga al diálogo o el compromiso político, pero se asume que el diálogo y el compromiso transparente son requisitos sin los cuales la democracia no puede funcionar en los hechos. Con la agonía de la Conago, la democracia mexicana pierde algo de esos elementos esenciales para que las cosas funcionen en paz y dentro del marco de la civilidad y el respeto mutuo entre actores políticos.
La democracia es también conocida, en muchos círculos teóricos y políticos como the good chap (la buena persona), pues supone que pese a cualquier diferendo apasionado, en el fondo todos los actores se respetan, se tiene consideraciones de dignidad y están dispuestos a escuchar e incluir.
La Conago era ese foro que garantizaba que los principales 33 actores políticos electos del país (32 gobernadores y 1 Presidente de la República) se vieran las caras y hablaran sin otra obligación que la cordialidad y el deseo de buscar consensos. Verla disminuida, es un semáforo amarillo en la cultura política que no debemos ignorar.
Edición: Ana Ordaz
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