Ninguneadas y fortalecidas

El nombre de María Lejárraga continúa desconocido a pesar de ser suyos textos tan importantes como los de Amor brujo y la adaptación de El sombrero de tres picos, Ballets de Manuel de Falla, o Canción de cuna, entre muchas otras obras atribuidas siempre e injustamente a su marido Gregorio Martínez Sierra.

María Lejárraga, a pesar de haberse separado de Gregorio cuando éste la dejó por la actriz Catalina Bárcena, continuó firmando hasta su muerte como María Martínez Sierra. A esta decisión dedicó su tan breve como interesante ponencia la académica española Maite Zubiaurre, “El porqué del disimulo: el enigma de María Lejárraga”, dentro del ciclo organizado de manera virtual por la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey), ahora bajo la dirección del maestro Enrique Martín Briceño.

Como en los últimos años, la Filey y UC-Mexicanistas, han organizado encuentros sobre diversos temas, todos coordinados por la doctora Sara Poot Herrera. A este V Encuentro, su tema le da título: Ninguneadas y fortalecidas. Mujeres en el tiempo.

Lejárraga, contemporánea de Colette, sufrió como ella el despojo de su nombre pero, a diferencia de ella, lo toleró hasta el fin, y Gregorio distaba mucho del Willy explotador libertino de Colette. María definió su temprana unión como “una colaboración literaria” y “una unión espiritual”. Sin embargo fue una feminista convencida y militante, republicana, diputada por el Partido Socialista Obrero Español, al cual pertenecía desde antes de la República, y exiliada al final de la Guerra.

El libro que hoy quiero recomendar es una joya dramatúrgica difícil de conseguir: María Martínez Sierra, Tragedia de la perra vida. Fiesta en el Olimpo. (Editorial Renacimiento. Biblioteca del exilio, 2009). Lleva por título el de la extraordinaria tragedia simbolista que, hasta donde sé, no ha sido montada y, como subtítulo, Y otras diversiones. Teatro del exilio (1939-1979)”. Son cuatro obras mayores, cinco fantasías líricas, una serie de doce piezas que ella reunió bajo el título de Televisión sin pantalla y nueve muy interesantes obras breves que conforman las Otras diversiones.  

Se trata de una recopilación de los textos que escribió en el exilio y tras la muerte de Gregorio. Las dos primeras partes las publicó ella misma con el título general de Fiesta en el Olimpo, cuando las dificultades para ganarse la vida fueron apremiantes y quiso editar, en Argentina, sus obras completas pero Catalina Bárcena y la hija que ésta tuvo con Gregorio se lo impidieron. Antes de la muerte de Gregorio tampoco tuvo suerte para acceder a los escenarios porque, como escribiera a Magda Donato, otra gran ninguneada del exilio español en México que espera su justo y amplio reconocimiento: “Por lo visto, mi amado esposo había hecho correr, en los ocho años de estancia en Argentina, la noticia de que había muerto, y ahora no consigo resucitar. ¡Es tragicómico!”

Así el título de su obra quizás más importante, la Tragedia de la perra vida, es una definición de su propia existencia y mucho hay suyo en ese mundo simbólico de dioses olímpicos que nunca vio en escena a pesar de la ayuda de amigos tan queridos y que tanto la estimaban como Alejandro Casona.

Intentó exiliarse en Estados Unidos y alcanzar Hollywood, sin suerte, aunque entregó textos a Walt Disney y uno de ellos, Merlín y Viviana, recuerda en mucho la posterior La dama y el vagabundo que hizo aún más rico a un Disney bastante poco amigo de los derechos de autor.

La altura de la Ciudad de México no le sentó y terminó en Buenos Aires, viviendo de traducciones hasta los casi cien años que alcanzó.

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Edición: Ana Ordaz