Antonio Blanco y Vera Flores*
El primer Objetivo de Desarrollo del Milenio firmado en septiembre de 2000 por 191 Estados miembros de la ONU es erradicar la pobreza extrema y el hambre. Para lograrlo, una de las acciones fundamentales es consolidar los mercados regionales al aproximar al productor local de agricultura familiar al consumidor urbano, y con ello mejorar el comercio intrarregional. Esto ha costado mucho trabajo a las naciones, particularmente desde el surgimiento del SARS-CoV-2.
La CEPAL y la FAO han advertido de los efectos negativos de la pandemia sobre las actividades del sistema alimentario (producción, transformación, distribución, comercio y consumo de alimentos). Para estos organismos la colaboración público–privada es fundamental en la solución de “cuellos de botella” en la cadena de suministros de alimentos, y “solo el Estado tiene la capacidad para facilitar, coordinar e intervenir para asegurar” su disponibilidad (CEPAL-FAO, 2020).
En este contexto, siendo Yucatán líder nacional en productos significativos del sector agrícola, pecuario y pesquero, cabe preguntarse si tenemos garantizado el acceso a la alimentación durante la pandemia, y si en este ejercicio de desarrollo se ha involucrado tanto el sector público como privado.
La participación de Yucatán en las actividades económicas por sector en el PIB se distribuye como sigue: 3.8 primarias, 26.8 secundarias y 69.4 terciarias. Aunque es notorio el rezago del sector primario, la aportación de la entidad al volumen nacional destaca en la producción agrícola en el sitio 19 del ranking nacional, principalmente con el pasto y el maíz en grano; dos por ciento en el pecuario, sobre todo con la carne en canal de porcino y carne en canal de ave; y el 2.7 en el pesquero, con el pulpo y el mero en la pesca (SIAP, 2019: 10, 23). En el caso de la industria manufacturera “la industria alimentaria con 65 por ciento es la de mayor importancia” en el estado (SEFOET, 2019).
En efecto, en el sector agrícola, Yucatán ocupa el segundo lugar en producción de berenjena; séptimo de soja, pepino y naranja; noveno de aguacate, lima, papaya y calabacín; octavo de toronja; y el décimo en coco. En el pecuario se posiciona en el primer lugar en producción de miel; cuarto lugar en carne de porcino; quinto en huevo de mesa; y noveno sitio en carne de ave en canal. Y en el pesquero el volumen de la producción de pulpo ocupa el primer sitio a nivel nacional; la langosta el tercero; y la sardina el quinto. No obstante, mientras que la carencia por acceso a la alimentación entre 2008 y 2018 a nivel nacional tuvo una reducción de 1.3 puntos porcentuales, en Yucatán aumentó 3.2 puntos (CONEVAL s/f).
De acuerdo con los datos del Sistema Nacional de Información e Integración de Mercados 2020 (SNIIM) en la Central de Abasto de Mérida sólo el 10.3 por ciento de los productos son de origen yucateco (limón sin semilla, chile dulce y chile habanero), y el 89 por ciento corresponden a otros estados de la República, cuyo origen principal es la Ciudad de México.
Si deseamos generar una política que garantice la seguridad alimentaria en la entidad, es menester fortalecer las cadenas de distribución de los productos yucatecos hacia los mercados nacionales, internacionales, y durante la pandemia, principalmente hacia los locales. Esto implica promover el comercio intrarregional y asegurar la circulación de las cadenas de producción. Síganos en: http://orga.enesmerida.unam.mx/
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* Colaboradores en el proyecto ORGA, Observatorio de Gobernanza y Coordinación Social ante el COVID-19, ENES-UNAM
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