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Kamala: la primera, pero no la última

La experiencia de Harris como activista por los derechos de las minorías será pieza clave
Foto: Efe

Las elecciones de Estados Unidos marcaron un hito en la historia el pasado fin de semana; con más de 74 millones de votos, la fórmula Biden-Harris se llevó el triunfo, y tomarán protesta como presidente y vicepresidente, respectivamente, el próximo 20 de enero.

El nombre de Kamala levanta curiosidad por varias razones; a lo largo de su vida ha ido rompiendo barreras y acumulando “primeros” durante su carrera: la primera mujer fiscal de San Francisco, la primera mujer fiscal general de California, la primera indio-americana en el Senado estadunidense, y hasta hace poco, la primera indio-americana en contender por el puesto de vicepresidente del mismo país. Pronto, será la primera mujer en la Casa Blanca en ocupar la vicepresidencia, del lado del demócrata Joe Biden. -Mujer, negra y de ascendencia asiática- algo insólito en la vida política de Estados Unidos.

Kamala, de 56 años, nació en Oakland, California, hija de inmigrantes indios y jamaiquinos.

Si bien sus características y condiciones la hacen única y especial ante los ojos de la sociedad, a Kamala nunca le gustaron las cajas estereotípicas a las que el mundo le obligaba a meterse: “Yo soy quien soy; tal vez necesites tiempo para descifrarlo, pero estoy conforme con ello”.

Kamala estudió en la Universidad Howard, plantel fundado en Washington, D.C. y enfocado en una educación sin distinción de sexo y raza; Kamala participó en movimientos contra el apartheid en los 80, siguiendo los pasos de sus padres. Irónicamente, Kamala pasó de viajar en autobuses de segregación durante su niñez y juventud a ser considerada not black enough o not Asian enough mientras contendía por la vicepresidencia; o la oposición, encandilada por el presidente Donald Trump, cuestionando su nacionalidad y, por lo mismo, la legalidad de su candidatura.

La importancia de la figura de Kamala Harris va más allá de su género y del color de su piel. Aunque no está peleada con sus raíces, la californiana se llama a sí misma una “orgullosa estadunidense”, caracterizada por una visión de izquierda. Incluso Trump la nombró “la persona más liberal del Senado de Estados Unidos”, cuando Harris cumplía sus funciones como senadora.

Ahora que la fórmula demócrata ganó los comicios, está en manos de Biden y Harris decidir qué hacer para “componer” lo que Trump hizo durante cuatro años en materia de justicia social, salud y medio ambiente. La experiencia de Kamala como activista por los derechos de las minorías será una pieza clave para acabar –o al menos intentarlo– con las manifestaciones en Estados Unidos; a Kamala se le ha visto en marchas del orgullo, se ha pronunciado en contra de la violencia policiaca, manifestó su oposición a la pena de muerte, pero no ha podido mantener la constancia de sus creencias, lo cual le ganó muchas críticas cuando aspiraba por la Casa Blanca.

Pese a las inconsistencias que el lado republicano no se cansa de apuntar, a Kamala hay que reconocerle sus logros en las fiscalías de San Francisco y California, así como la rigurosa manera en la que manejaba sus cuestionamientos durante su tiempo en el Senado. Debido a esto, se le conoce como el rostro que puso a temblar a los magistrados Brett Kavanaugh y Amy Coney. Está claro que es una mujer a la que no será fácil intimidar.

Durante su discurso, ya como vicepresidente electa, Kamala, vestida de blanco, una especie de homenaje a las sufragistas que nos dieron el derecho al voto, destacó la labor de todas las mujeres del país e historia que lograron lo imposible; a las mujeres negras, a las activistas sociales, a quienes luchan por la igualdad y representan “la columna vertebral de nuestra democracia”, pero a menudo son pasadas por alto.

El mes pasado, Kamala dijo en una entrevista que “romper barreras implica romper cosas, y cuando rompes cosas, es posible que te cortes. Podrías sangrar. Puede que sea doloroso. Y valdrá la pena, todas y cada una de las veces”. Este es el llamado de la nueva vicepresidente de Estados Unidos, este es el legado que quiere implantar en la niñez y juventud estadunidense.

Si bien Kamala paso a la historia como la primera mujer negra e india en llegar a la Casa Blanca, la californiana dejó algo en claro: “Tal vez seré la primera mujer en esta oficina, pero no seré la última, porque cada una de las niñas que nos está viendo, ven que éste es un país lleno de posibilidades”.

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Edición: Ana Ordaz


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