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Los retos de Pemex

Nos acostumbramos a la idea de querer resolverlo todo con petróleo
Foto: Reuters

Hace unos días, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y el Banco de México (Banxico) hicieron públicas sus diferencias sobre la situación por la que atraviesa Petróleos Mexicanos (Pemex) y su papel para el futuro mediato e inmediato. Para el banco central, -que tiene como objetivo mantener la inflación baja y estable-, la petrolera representa un riesgo a largo plazo para las finanzas públicas. Para la SHCP -cuya responsabilidad es el manejo de las finanzas y la deuda del sector público-, Pemex sigue siendo una fuente importante de recursos para el país.

La controversia

Durante el panel de clausura en un foro virtual organizado por la Bolsa Institucional de Valores (Biva), la subgobernadora del Banxico, Irene Espinosa, advirtió del peligro que representa para el futuro en la medida en que se ha ido postergando una solución estructural de los problemas de la empresa, que pone en entredicho su viabilidad en el largo plazo. Estableció que si la empresa productiva del Estado requiere de más capital por parte del gobierno federal, eso implicaría una fuerte presión para las finanzas del país.

Por su parte, el Subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio, mostró su desacuerdo con la subgobernadora, admitiendo que Pemex está en una situación retadora, pero que todavía provee 900 mil millones de pesos al año a los ingresos públicos, lo que demuestra que el gobierno federal mantiene una significativa dependencia de los ingresos petroleros.

La controversia entre las dos instituciones, que prácticamente dan rumbo a la política económica del país no es menor, pues se trata de la empresa más importante de México, de su futuro y de su papel en el desarrollo nacional, pero además, se da en una coyuntura en la que si bien existe una tendencia al desplazamiento de los hidrocarburos por otras fuentes de energía, la economía mundial se moverá todavía con ellos durante 50 años más.

La gallina de los huevos de oro

En México, desde finales de los setenta -por lo menos-, nos acostumbramos a la idea de querer resolverlo todo con el petróleo. Entre 1976 y 1981 petrolizamos el comercio exterior y las finanzas públicas, nuestros ingresos por exportaciones y los ingresos públicos dependían de ese recurso. Con la caída de los precios en 1982 estalló la crisis y se inició un largo periodo de estancamiento con inflación: la década perdida.

Vino el cambio estructural del comercio (TLC de por medio) y nuestras exportaciones se diversificaron, pero la dependencia de las finanzas públicas de los ingresos petroleros no se modificó, más bien al contrario, el presupuesto federal llegó a depender de esos ingresos en algunos años en magnitudes cercanas al 40 por ciento. Pemex fue usada cada vez más como la caja grande del gobierno federal sexenio tras sexenio. La empresa era como la gallina de los huevos de oro.  

Despejar el mito

En el espíritu de aportar a esta discusión, de contribuir a esclarecer la condición que guarda la empresa y, sobre todo, de despejar el mito de que se trata de una empresa ineficiente, expongo a continuación algunos de los indicadores y argumentos que ayudan a ese propósito, con información del Reporte sobre indicadores operativos y de finanzas de Petróleos Mexicanos, de octubre de 2020.

El dato global de partida más importante es que los ingresos totales de Pemex en 2019 ascendieron a 1.9 billones de pesos, equivalentes al 9.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Se trata de la empresa productiva más grande de México y el principal contribuyente de la hacienda pública federal.

En línea con lo que señala el Subsecretario Yorio, en el período enero-septiembre de 2020, Pemex, entregó al fisco 489 mil 972 millones de pesos por concepto de contribuciones directas e indirectas, cifra que anualizada se acerca a los 900 mil millones de los que habló el Subsecretario en el foro de BIVA.  

Según el Reporte, en el mismo período de este año, Pemex recibió del presupuesto federal sólo 46 mil 256 millones de pesos correspondientes a aportaciones para financiamiento de su inversión, cifra que equivale  apenas al 0.75 por ciento del presupuesto federal y 13.9 por ciento de la inversión de la empresa estimada en su presupuesto 2020. Dicho de manera más simple: por cada peso que el gobierno federal ha invertido en Pemex este año, ha recibido 9.2 pesos de retorno por parte de la empresa.

A partir de las cifras anteriores el Reporte es contundente en varias afirmaciones que se ilustran con datos duros:  

Pemex no recibe recursos del presupuesto federal, excepto las aportaciones de capital ya mencionadas.

Pemex transfiere al gobierno federal por concepto de impuestos y derechos el equivalente al 10.4 por ciento del financiamiento total del gasto público (incluyendo participaciones a estados y municipios).

El 86.1 por ciento de los proyectos de inversión de la empresa se realizan con recursos propios en 2020.

Todo el gasto de operación para exploración y producción de petróleo y gas natural de las seis refinerías, centros procesadores de gas y plantas petroquímicas se realiza con recursos propios.

En 2019, por primera vez en más de 10 años el gasto de operación y de inversión no fue financiado con deuda pública; al cierre de ese año se registró un desendeudamiento de 28 mil 672 millones de pesos.

Pemex es rentable

En un segundo apartado, el Reporte señala que todas las transacciones económicas de Pemex se registran en su contabilidad para formar los estados financieros de la empresa, con dos propósitos: medir el desempeño operativo financiero en un periodo específico, y cuantificar el valor actual de la empresa considerando análisis prospectivos de valuación de activos y pasivos en el corto, mediano y largo plazo con el concepto de utilidad/pérdida integral.

Para el primer propósito se utilizan razones financieras: EBITDA  (Earnings Before Interest, Taxes, Depreciation and Amortization) y Margen EBITDA. Ventas, gastos de operación y de inversión, entre otros. Todos ellos indicadores que reflejan el desempeño con variables que generan flujos de efectivo reales, con lo que se puede determinar cuánto gana o pierde la empresa. Para el segundo propósito, se utilizan variables de valuación como el deterioro de los activos, utilidad o pérdida cambiaria, taponamiento de pozos, y son variables que no generan flujos de efectivo reales, pero que dicen cuánto vale la empresa.

Una lectura correcta de los estados financieros que nos diga cuánto gana o cuánto pierde la empresa es usando indicadores como EBITDA, sin incluir el deterioro de activos ni las pérdidas por pozos en espera, no viables y no exitosos, ya que estos indicadores se refieren al valor de la empresa y no a su desempeño.  

Dicho lo anterior, entonces la pregunta es ¿Pemex pierde o gana dinero? .

Y la respuesta es que, antes de impuestos, Pemex es una de las empresas más rentables de la industria petrolera internacional. En el primer semestre de 2020 registró uno de los mejores márgenes EBITDA (20 por ciento) de la industria. Para decirlo claramente, el EBITDA refleja las ganancias o utilidad de una empresa antes del pago de intereses, impuestos, amortizaciones y depreciaciones de los activos en proporción a la ventas totales.

La conclusión al respecto es contundente: en contraste con lo que ocurre al resto de las empresas petroleras del mundo, una característica de los estados financieros de Pemex es la distorsión tributaria. Todas en el mundo tributan sobre la utilidad generada, Pemex mediante una imposición directa sobre el valor bruto de extracción de hidrocarburos. Crea valor para el país y opera con niveles de rentabilidad superiores al promedio de la industria, pero el régimen tributario al que está sometida transfiere la utilidad generada al gobierno federal vía impuestos.

En relación al comportamiento de la producción, el Reporte señala que la información de que en el mes de julio de 2020 registró el mínimo histórico es errónea, y que, en todo caso, ese mínimo histórico de los últimos 14 años fue la del mes de enero de 2019, cuando sólo alcanzó una producción de un millón 642 mil barriles diarios. Destaca que la reducción de la producción de mayo a julio de este año fue inducida para cumplir con el acuerdo con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y no a una caída natural de la producción, y que en el mes de agosto se regresó a los niveles de producción previos al acuerdo con la OPEP de un millón 668 mil barriles diarios.

Otro dato relevante del Reporte es que a casi 6 años de la reforma energética, la petrolera mexicana soporta 8.9 por ciento de la producción nacional de crudo. El sector privado sólo produce 20 mil barriles diarios que representan 1.1 por ciento del total.

De igual forma se muestra que entre 2014 y 2018 la inversión en Pemex cayó 13.7 por ciento promedio anual, al tiempo que el endeudamiento se incrementó. Ahora, para el período 2018-2024 se busca incrementar la inversión en más del 50 por ciento sin recurrir a más deuda.

El futuro

Para el presupuesto federal de 2021, la empresa petrolera estima entregar a la hacienda pública 852 mil 170 millones de pesos en términos netos, como resultado de contribuciones directas e indirectas que ascienden a 897 mil 170 millones de pesos, menos 45 mil millones que recibirá por concepto de aportaciones para proyectos de inversión. Prácticamente las mismas proporciones que en este año.

De lo anterior concluimos claramente que lo que sigue agobiando a Pemex es el régimen fiscal al que todavía sigue sometida, a pesar de las diferentes reformas que se han realizado en las administraciones anteriores. Los 900 mil millones de pesos que en números redondos entrega cada año la paraestatal al gobierno federal son equivalentes a toda la recaudación proveniente del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y a la mitad de la recaudación del Impuesto sobre la Renta (ISR).

El futuro de la empresa no parece viable si se insiste en mantener el régimen fiscal actual que le impide incrementar sus niveles de inversión. El esfuerzo por recaudar más para quitarle a Pemex el fardo fiscal que lleva a cuestas es inmenso. Es, probablemente, el asunto que más obliga a revisar el funcionamiento del sistema fiscal mexicano, y a definir qué futuro queremos para la empresa.

*Profesor de la UNAM

[email protected]

Edición: Ana Ordaz


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