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La movilidad y el transporte público en Mérida

Gobernanza y COVID en Yucatán
Foto: Enrique Osorno

La llegada del COVID-19 vino a transformar radicalmente la vida de millones de habitantes del planeta. Todos los gobiernos del mundo se vieron obligados a tomar medidas drásticas para hacer frente a la primera gran pandemia mundial del siglo XXI. Entre las medidas más drásticas se cuentan las llamadas “cuarentenas” decretadas en prácticamente todos los países del orbe. La puesta en marcha de políticas públicas de tal magnitud vino a evidenciar mucho sobre nuestras sociedades y la manera de comportarnos.

Los gobiernos no se guían exclusivamente por los dictámenes de instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los gobiernos conocen y miden las temperaturas de las sociedades que gobiernan, de sus ciudadanos y habitantes; están al tanto de los impactos económicos, sociales, políticos y culturales que tendrán las decisiones que tomen. Incluso ante una contingencia como la del COVID-19 los gobiernos ponen especial énfasis en cómo hacer pasar su mensaje, el cual no siempre es bien recibido y en ocasiones se presta para polémica y resistencias. Conocer los valores, usos, costumbres, hábitos es imperativo, pero las sociedades no son entes homogéneos y estáticos, sino mosaicos heterogéneos, dinámicos y cambiantes. 

En términos de movilidad y transporte público la situación de Mérida era una burbuja que seguía creciendo y se veía que pronto reventaría. Se trata de un sistema de movilidad donde el auto es rey, de una ciudad que en poco o nada pensaba en otras opciones de movilidad distintas a las motorizadas. El mejor ejemplo de ello es el Centro Histórico, donde las calles son angostas y el tráfico de vehículos excesivo; la mayoría de las rutas de autotransporte urbano y conurbado comienzan y terminan ahí, en el corazón de la ciudad. Las autoridades nunca se preocuparon por impulsar otras opciones de movilidad, ni por hacer del transporte público una opción a la altura de una ciudad que se presume segura, cosmopolita y de primer mundo.

Sin embargo, llegó la pandemia y otorgó la oportunidad de atender el reto. Las restricciones a la movilidad y su evidente fracaso en un primer momento, evidenciaron la urgencia de transformar un transporte público deficiente e ineficaz. Un problema mayor fue que el haber reducido el número de unidades de transporte público no significó que la movilidad de la ciudadanía también se redujera. Mucho se ha escrito y hablado sobre cómo la pandemia reflejó una sociedad a varias velocidades. Efectivamente, los más necesitados, los que viven al día, son los que no pudieron dejar de utilizar el transporte público, el cual se transformó en espacio de contagio y propagación del COVID-19. 

Afortunadamente, las autoridades gubernamentales, estatales y locales corrigieron sobre la marcha y echaron a andar un ambicioso y moderno proyecto de transporte público que pareciese ser más eficaz, mejor ordenado y sobre todo que mantendría libre de riesgos de contagio a la población. Se trata de la ampliación de banquetas y la reubicación de paraderos (mantener la “sana distancia”) para contener el número de contagios. Reorganizar el transporte público de una ciudad significa de hecho reorganizar a la sociedad misma. De ese tamaño es el reto que las autoridades han emprendido. Para ello acudieron a una serie de expertos, académicos, sociedad civil y sector empresarial.

Se trata de un proyecto bien pensado, bien estructurado, que priorizó la salud de la población por encima de otros intereses; sin embargo, también se comenzaron a dar fuertes resistencias por parte del sector empresarial y comerciantes del centro histórico, lo cual es relativamente normal.

En ocasiones lo más complejo a cambiar en una sociedad son sus hábitos y costumbres. La principal resistencia viene de parte de los usuarios del transporte público; invertir 10, 15 o 20 minutos más para ir de un paradero al otro significan mucho.

Lo último ha sido que el gobierno ha implementado un sistema de transporte “interparaderos” en el Centro Histórico de Mérida. ¿En verdad es la solución que requiere la ciudad en estos momentos? Nunca olvidaré la plática que alguna vez tuve con un chofer en la Ciudad de México: “A la gente le vale madre el servicio, lo que la gente quiere es eficacia, que llegues rápido a destino; como sea pero que llegues rápido”. Esa es la lógica de las urbes que estresan a sus habitantes, donde el transporte público continúa siendo deficiente y poco eficaz ¿En dónde se encuentra Mérida?

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Edición: Emilio Gómez


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