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Perro sin cadena

En épocas de pandemia tenemos la oportunidad ser empáticos y pensar en el otro
Foto: Fernando Eloy

El comportamiento reciente de la gente me hace pensar que uno de los síntomas del virus sea posiblemente la eliminación de civismo. 

Un día encontré suficiente evidencia frente a mi casa de que un vecino había sacado a su mascota a pasear. 

Tuve que encargarme del asunto y recoger el producto de la digestión del can. Notifiqué del caso a mis queridos vecinos, a través de nuestro grupo de WhattsApp, pero todos guardaron cauto silencio. 

Les recordé que las normas acordadas señalan que los propietarios deben recoger los desechos de sus mascotas, y que está prohibido sacar animales sin correa. Silencio. 

El asunto se repitió y volví a mencionar el tema, enfatizando las acciones que se esperan por parte de los dueños de perros, y notifiqué mi decisión de tomar medidas ante la falta de responsabilidad y educación. Ahí sí respondieron:

– ¡Firuláis no fue, está educadísimo! (seguramente está terminando su maestría en Harvard).

– ¿Huesos? ¡Imposible!  (quizá come con cubiertos y le jala al baño).

– ¡Fleas, menos!, (muy probablemente ladra en inglés).

Y el mejor:

– ¡Uy, qué sensibilidad!, pues si solo es popó, (claro,  abono gratuito para el pasto).

Con esas actitudes se puede entender por qué es necesario que las personas traigan bozal y no los perros.

Quizá esta pérdida de sentido común sea la razón por la que actualmente la gente trae a los perros en carriola y a los niños con correa. 

Nos lamentamos de ser tratados como menores de edad cuando se aplica, por ejemplo, la ley seca; pero, vale preguntarse ¿redujeron los contagios, bajó la violencia familiar, los accidentes y los homicidios, entre otras cosas? Quizá no se trata de establecer medidas coercitivas, cuando en el fondo, en cosas mínimas actuamos con suma irresponsabilidad.

Que la gente permanezca en sus casas es una oportunidad de voltear hacia adentro: hacia lo realmente importante que es la familia, y la sociedad. 

Es momento de hacernos cargo; esta pandemia nos enseña que debemos acercarnos a las necesidades de nuestra pareja, de nuestros hijos y, claro, de nuestras mascotas. 

No podemos pensar que nuestra responsabilidad con el perro termina aventándolo a la calle, ni tampoco podemos pensar que a los niños los educa el colegio.

Tenemos la oportunidad ser empáticos y pensar en el otro. Probablemente nos demos cuenta de que esas divertidas fiestas que hacíamos antes de la pandemia entre semana y hasta las 4 de la mañana, molestaban al de junto, quien necesitaba dormir para ir a trabajar al día siguiente. 

Hoy las fiestas no se valen, pero podemos entender nuestro universo cercano. Posiblemente empezaremos a sacar al perro con correa y al niño libre, sabiendo que el pequeño se comportará a la altura de un ciudadano bajo nuestra supervisión, y ayudar a crecer a los adolescentes en normas claras y adecuadas a su edad. Entenderemos, tal vez, la necesidad de vivir en un entorno limpio y saludar a tu vecino a quien ya le permitiste dormir y despertó más amable. 

Tenemos un clima atípico, una economía discapacitada, y muchas necesidades por cubrir. No hagamos más difíciles estos momentos con nuestros actos. Por lo pronto, ya identifiqué a los animales responsables y tienen dos patas. 

Los canes son más sensibles: con un poquito de cariño y paciencia, ya empezaron a reaccionar. Siguen haciendo de las suyas, pero ya les enseñé a hacerlo en el prado de sus dueños, seguro ahora esos pequeños prados lograrán ser más fértiles.

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Edición: Elsa Torres


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