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Maní: de las cenizas a Pueblo Mágico

El municipio envuelve historia, gastronomía y cultura ancestral
Foto: Ayuntamiento de Maní

Ubicado a 100 kilómetros al sureste de Mérida, Maní es un rincón que concentra riqueza histórica, gastronómica y cultura ancestral.

Para llegar a él desde la capital yucateca, es posible hacerlo a través de diversas rutas, una opción es ir en auto y el tiempo promedio es de hora y media, otra forma es hacerlo en autobús directo y para ello, hay que acudir a la terminal Noreste de Mérida, ubicada en la Calle 50 de la capital.

Si se trata de aventurarse para conocer al mismo tiempo otros sitios de Yucatán, hay que dirigirse a las terminales de municipios vecinos, tales como Oxkutzcab o Ticul, por ejemplo y de ahí hay taxis que van a Maní.

Desde el momento que pisé el territorio de este lugar recién nombrado Pueblo Mágico, sentí el abrazo de la calidez de sus habitantes, como si me conocieran desde años atrás.

 

Foto: Ayuntamiento de Maní

 

A mí ya me esperaba Yoshua Valle Burgos, director de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Maní.

Con un sombrero simpático y el cubrebocas puesto, como medida sanitaria de prevención ante contagios de coronavirus (COVID-19), el joven tenía un aire de misterio y lo mismo sucede con el municipio, de poco a poco te va develando sus encantos.

El día fue un tanto lluvioso y gris, como a veces se le da a diciembre, pero esta condición no impidió admirar la majestuosidad del ex convento de San Miguel Arcángel y de hecho, desde que llegué, por obvias razones de dimensión, arquitectura y diseño urbano, fue el primer edificio que aprecié.

Sus paredes de color casi naranja antiguo, son fieles testigos de un hecho que no se repitió en ningún otro lugar del mundo, el Auto de Fe, incluso, este suceso le permitió a Maní obtener el nombramiento de Pueblo Mágico, pues para obtener esta distinción se deben cumplir ciertos requisitos como contar con algo propiamente característico y que no sea posible hallarlo en ningún otro rincón del planeta.

-Si vienes a Maní, lo primero que tienes que hacer cuando llegues es conocer el ex Convento. Éste se fundó en 1549, es el más antiguo de Yucatán- refirió el joven Yoshua, quien desde que nació ha vivido en el municipio.

Él explicó que el edificio fue construido por el arquitecto Fray Juan de Mérida.

 

Foto: Ayuntamiento de Maní

 

El lugar que guarda historia en todos sus bordes, albergó a los franciscanos, entre ellos, Fray Diego de Landa, quien tenía por objetivo evangelizar en este territorio.

-Pero llegó a territorio maya, donde se practicaban ritos y ceremonias para ciertos dioses, como el viento, la lluvia, el sol. Fue así que un 12 de julio de 1562, un grupo de personas realizaban un ritual y para erradicar esas prácticas, Fray Diego de Landa juntó a toda la población y delante de ella quemó códices y otros utensilios que pertenecían a la cultura maya-, agregó.

El joven, a sus 26 años reconoce que, sin duda, para algunas personas es considerado un hecho triste, pero innegablemente es parte de la historia que hoy reúne Yucatán.

Tal suceso ocurrió precisamente a un costado del ex convento de San Miguel Arcángel, construido además con las piedras de antiguos edificios mayas y ahí radica en gran parta la importancia de su existencia.

 

El cenote

Maní alberga decenas de ceibas, especie que para los mayas era la que sostenía el universo y en una de ellas, la que está a un costado del Palacio Municipal, hay un mural en el cual se plasmó la leyenda de la guardiana del cenote Xcabach’e'en.

La leyenda que todo habitante de Maní conoce es que cuando en el mundo se acabe el agua, sólo en este cenote habrá, pero entonces saldrá una guardiana maya que tiene como mascota una serpiente y para quien quiera del vital líquido en una pequeña cáscara de cocoyol, tendrá que entregar la vida de un bebé recién nacido a cambio, pues con ella alimentaría a la víbora.

El cenote, ubicado junto al restaurante Los Frailes, en sí es una caverna cuesta abajo y precisamente su nombre Xcabach’e'en, significa pozo.

Aunque no hay acceso para nadar, sí es posible visitarlo y así ingresar, aunque sea de manera metafórica, al inframundo.

 

Los meliponarios

Una de las rutas que ofrece Maní es la de los meliponarios.

Para llegar a uno de ellos, nos trasladó José Pérez, uno de los casi 40 mototaxistas de la zona, quienes muestran interés en conocer el circuito a promocionar, porque cuando llegue el turismo, sabrán a dónde llevarlos y también, qué productos turísticos ofrecer.

En el trayecto, Yoshua compartió que en el municipio hay más de 30 meliponarios porque es una actividad que además de ser redituable para los habitantes, también ha funcionado para la conservación de la abeja melipona.

-En esta ruta, las personas conocerán a las abejas meliponas y cuál es su proceso para generar miel. Cada cajita o jobón, que está en cada meliponario, solamente produce al año máximo un litro de miel, el cual alcanza un precio hasta de mil 600 pesos el litro. Es un recorrido sensorial porque en estos sitios la miel se puede oler y probar, además que conoces de cerca a las abejas sin aguijón-.

 

Foto: Ayuntamiento de Maní

 

Al llegar a uno de los meliponarios en la ruta, nos atendió Elizabeth Interián Bojórquez, una mujer de ojos color miel como si hiciera un honor a su labor y al invitarnos a pasar, narró que su conocimiento sobre las abejas meliponas nació desde que veía el compromiso que tenía su abuelo con su cuidado.

El camino a su meliponario está guiado por piedras que ella y las 10 mujeres que colaboran en el grupo Lolhá, colocaron una a una para delimitar la ruta al conocimiento de la abeja melipona y también para marcar las áreas donde se realizan las ceremonias como el U Jaanil Kan (comida de las abejas) y el U jeets luumil kab (condiciones ideales para la producción de miel).

En una casita de paja hay decenas de cajoncitos donde las abejas dentro están haciendo su labor de producir la miel que también tiene uso medicinal.

El piso que rodea a las cajitas contiene un pequeño canal de agua y su función en sí es ahuyentar a las hormigas y otros insectos que quieran comerse a las abejas.

Durante el recorrido, pudimos conocer cuáles son los productos que se derivan de esta miel, como jabón, shampoo, cremas y otros.

Elizabeth al despedirnos, salió a la calle y saludó a don José, el mototaxista que nos esperaba para continuar nuestro recorrido y esto es una muestra de que en Maní aún hay intimidad, pues en todas las calles, todas las personas al encontrarse se saludan entre sí hasta por sus nombres.

 

El solar maya

Como parte del circuito turístico que Maní tiene preparado, está incluido el solar maya y José nos llevó a la calle 33 con 22, muy cerca del Centro de Salud del lugar.

Ahí nos recibió Fátima del Carmen Castillo Torres, una mujer joven y sonriente que dedica gran parte de su tiempo al cuidado de las plantas, tanto aquellas que son de adorno, otras más, medicinales y las que son usadas como ingredientes para la cocina tradicional.

Llegar al solar de Fátima es entrar a un microuniverso en donde todo ingrediente para la cocina está a la mano, desde una cebolla hasta un perejil, una lechuga o por increíble que parezca, mostaza.

Rodeada por naturaleza completa, Fátima y su familia realizan un trabajo 100 por ciento sustentable, pues no usan fertilizantes artificiales, sino convierten los desechos orgánicos en abono y también de ahí crean alimento para los animales de traspatio como gallinas, pavos, patos, cerditos pelones y otros.

 

Foto: Ayuntamiento de Maní

 

La cocina tradicional

La gastronomía es un distintivo de Maní y aunque actualmente el ‘boom’ es el Poc Chuc, ahora las personas visitantes tendrán una opción más vivencial y para ello es necesario acercarse a la cocina tradicional a través de las manos, el conocimiento y sazón de Doña Clotilda.

Su domicilio está en la calle 21, entre 26 y 28, y definitivamente no es un lugar destinado para llegarte a sentar y esperar a que la comida llegue a la mesa, porque es más, mucho más que eso.

Llegar ahí es conocer a Clotilda, platicar con ella mientras participas de la elaboración de tu propia comida; así nos relacionamos con los ingredientes que necesitamos para preparar, por ejemplo, un relleno negro.

En sí, es realizar un propio ritual para probar diversos platillos yucatecos.

De esta manera, Maní me acogió, me abrazó entre la nostalgia de recordar orígenes y también, de cómo vivían mi abuela y abuelo.

Próximamente, Maní contará con una marca turística que le permitirá distinguirse y ser promocionado como un destino ecoturístico y también, habrá una bici ruta que permita conocer todos los productos que el municipio ha generado como Pueblo Mágico.

Y si hay algo de lo que la gente de esta localidad está orgullosa, más allá de un nombramiento que seguramente se traducirá en mayores llegadas de turismo y pernocta, es que Maní a diferencia de los primeros sitios que en Yucatán recibieron esta distinción como Izamal y Valladolid, es que aquí, en este lugar, es posible reclamar el hecho de ser verdaderamente el primer Pueblo Mágico, por su cantidad de habitantes, identidad y sentido de pertenencia de Yucatán.

Todo empezó con un Auto de Fe. Ahora, sus habitantes le tienen fe al turismo.

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Edición: Elsa Torres


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