Víctor Caballero Durán
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La Jornada Maya
Martes 26 de diciembre, 2016
[i]Toda vanguardia termina en el museo.[/i]
Edoardo Sanguineti
Hace unos días, un investigador local me definió como “anticuado” y “pasado de moda”. Mi primera reacción al leer sus puntos de vista fue de sorpresa y asombro: digo, es cierto, tengo 49 años y no me cuezo al primer hervor, pero tampoco me considero antiquísimo. Es más, escucho música en Spotify, veo series en Netflix, actualizo mi Facebook y descargo -con algo de asesoría, es verdad- aplicaciones en mi teléfono celular.
Asimismo, procuro estar al día en cuanto a información se refiere. Todas las mañanas leo portales electrónicos y periódicos impresos, reviso diversas síntesis de prensa que abordan temas educativos y políticos, consulto los boletines de Mexicanos Primero, Educación Futura y del portal del gobierno del estado. Es decir, trato de mantener un paso constante en la supercarretera de la información.
Además, cuando pienso en políticos “anticuados” y “pasados de moda”, vienen a mi mente imágenes de personajes rodeados de una comitiva cuyo promedio de edad oscila entre los 70 y los 85 años de edad. Ese, afortunadamente, tampoco es mi caso. Estoy convencido de que en el servicio público siempre hay que darle oportunidades a las nuevas generaciones, para así romper viejas inercias y acelerar el andamiaje burocrático. Hoy, política es sinónimo de burocracia; burocracia entendida como demora en las respuestas, mal servicio al ciudadano, largas filas y cientos de fotocopias para resolver un trámite. Es tiempo de redefinir el servicio público.
Así, mi equipo cercano de trabajo en la secretaría de Educación está conformado por jóvenes talentosos y comprometidos: Alfonso, Miguel, Fabiola, Lorena, Ricardo y Guillermo, por mencionar sólo algunos nombres. Ser parte de un equipo joven y audaz me ayuda a hacer las cosas de forma diferente y emprender acciones desde una perspectiva fresca e interdisciplinaria. Bien lo han señalado, si quieres resultados diferentes, hay que hacer las cosas de forma innovadora.
Eso sí, tal y como lo afirmé en una entrevista que me realizaron a propósito de las declaraciones del doctor Luis Ramírez Carrillo, me considero un hombre formado en la tradición yucateca, orgulloso de nuestro sentido de identidad y de los valores que nos hacen una sociedad unida y en armonía. No obstante, ser old fashioned no significa estar peleado con los cambios o con estar actualizado.
Y es que en el servicio público no existen sólo dos tipos de políticos: anticuados y modernos. Esa clasificación es muy llana, muy simple, muy escueta y polarizada. Deja de lado muchos factores y se concentra únicamente en una cuestión etérea y generacional. Por el contrario, más que detenernos en las características y formas de los políticos, estoy convencido de que hay dos formas de hacer política: la que da resultados y la que se queda sólo en la retórica.
Y yo, desde que inicié mi trayectoria pública, hace ya algunos años, he tratado todos los días de entregar buenos resultados. El fondo -y no la forma- es lo que perdura.
En ese sentido, más que anticuado, me considero vintage. Vintage, porque seguiré recurriendo a las formas y conceptos políticos que ya dieron buenos frutos anteriormente, pero pasados por el tamiz de la modernidad y la innovación que requiere el Yucatán del siglo XXI.
Es cierto, toda vanguardia, toda corriente política, es caduca, pero los buenos resultados permanecen. Y eso es justamente lo que hoy Yucatán y su gente necesitan. Así que más allá de tendencias, convenciones estéticas y de modas, ésta es la época de seguir trabajando.
Y yo voy a seguir trabajando, al igual que antes, con afán innovador y respaldando el esfuerzo y talento emprendedor que hay en esta tierra.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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