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del

José Juan Cervera
Foto: facsímil del libro*
La Jornada Maya

Viernes 9 de diciembre, 2016


Las identidades incógnitas, las obras apócrifas y las falsificaciones se presentan con cierta frecuencia en la historia de la creación literaria. La incertidumbre que acarrean se transforma en enigma que inquieta a generaciones sucesivas de críticos e investigadores. Pero cuando el texto es portador de apreciables valores estéticos, termina por sobreponerse a tales inconvenientes, por encerrar algo que, más allá de lo dudoso de su origen, ostenta la fuerza de su calidad intrínseca.

[i]Grushenka. Tres veces mujer[/i], considerada novela rusa por quien afirma ser su traductor al inglés, que se escudó tras las iniciales J.D., fue dada a conocer en una edición de 1933. Por su aliento erótico, es comprensible la oscuridad que rodea su proceso creativo, ya que la represión y la censura han acechado históricamente esta modalidad del arte literario. El traductor presenta su propia versión de los hechos, sin convencer del todo a los estudiosos. A esto hay que añadir las connotaciones políticas que pueden desprenderse de una obra con estas características en un país agitado por convulsiones que lo convirtieron en símbolo de profundos cambios sociales, que sólo logró aplazar un orden despótico como el que sustentó durante mucho tiempo la permanencia de los zares.

Este libro relata la historia de una mujer y del sometimiento que sufrió a lo largo de su vida, debido a su condición de sierva, siempre a disposición de sus amos hasta el momento en que, tras numerosas peripecias, logra emanciparse y fundar un burdel en el que trata a sus pupilas con el mismo rigor que ella padeció, aceptando la disciplina estricta como garantía de eficacia. Así, a la vez que se desarrolla la acción en medio de la ostensible voluptuosidad del género, describe el sistema de dominación social en toda su crudeza. Su temporalidad corresponde al siglo XVIII, en los años que siguieron a la muerte de Pedro el Grande.

Hay especialistas que ponen en tela de juicio el sentido histórico de varios de sus episodios, en los que encuentran contradicciones y señalamientos imprecisos sobre el modo de vida en la Rusia de esa época, si bien algunos de ellos aceptan la posibilidad de que se deba a necesarios ajustes y adaptaciones en el proceso de traducción, para hacer más comprensible su trama a los lectores occidentales, a quienes se dedicó preferentemente. Se conjetura que el autor haya tomado como modelo alguna obra erótica europea para crear la suya. Pero entre tantas especulaciones, queda la certeza del bello talante de su escritura.

Al examinar los variados aspectos de la novela, Paul J. Gillette observa que, en términos de la caracterización narrativa, el más endeble de todos sus personajes es la misma Grushenka. Este aparente defecto no es para asombrarse si se interpreta como una expresión de coherencia con el orden social que subordina a la protagonista, porque uno de sus efectos es precisamente el de anular su personalidad, como la de cada uno de los siervos en quienes recayó tal yugo. Hay pasajes que así lo revelan: “Grushenka estaba soñando como sólo puede hacerlo un campesino ruso, un sueño sin pensamiento ni palabras, uniéndose a la tierra y convirtiéndose en parte de ella, perdiendo la noción del lugar y del tiempo.”

Una advertencia contenida en el prefacio a una presunta segunda edición rusa de 1879, que la de Francia de 1933 asegura reproducir, afirma el carácter biográfico de Grushenka; sin embargo, no es fácil apartar la idea de que sólo se trata de un personaje ficticio. Pudiera aceptarse como la recreación literaria de algún manuscrito alusivo a una mujer real, pero después de todo, esta posibilidad o cualquier otra entrañan únicamente un elemento contextual que resulta secundario respecto al valor de la obra. Como tal, brinda un deleite estético, orientado hacia los caminos del erotismo, ambiguo y paradójico, legítimo e iluminador del comportamiento humano.

Mérida, Yucatán

[b][email protected][/b]

*Anónimo, [i]Grushenka. Tres veces mujer[/i]. Introducción de Paul J. Gillette. México, Edasa, 1978 [1ª. ed. 1967], 216 pp.


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