Renacimiento mexicano

César González Madruga
Rectoría del Renacimiento Mexicano
Foto: Laura Poy
La Jornada Maya

Viernes 4 de noviembre, 2016

Cuando falla la educación se crean los cimientos de un sistema que pondera la competencia de personalidades y egos, dejando de lado el interés colectivo.

En México padecemos una educación basada en la estandarización de conocimientos y competencias; así puede observarse en las cifras de la OCDE. De cada 100 niños que ingresan a la primaria, sólo 68 la terminan; sólo el 39 por ciento de mexicanos, de entre 25 a 34 años de edad ha concluido el nivel de preparatoria y únicamente el 8.5 por ciento de la población cuenta con licenciatura.

Conforme a la prueba PISA que realiza también la OCDE, los niños no entienden lo que leen, ni las matemáticas; además de que sus conocimientos de ciencias son muy limitados. En el estudio Hábitos de lectura, realizado por la UNESCO, México figura en el lugar 107 dentro de un ranking de 108 países. De acuerdo a Conaculta, en su encuesta nacional de lectura, 35 por ciento de los mexicanos jamás han pisado una librería, 13 por ciento nunca ha leído un libro y el 52 por ciento lee poco.

Sin embargo, contamos con la sabiduría suficiente para enderezar el modelo educativo, como sucede en la comunidad totonaca, que han preservado un método pedagógico basado en el don de cada ser humano. La palabra exacta que utilizan para referirse a ese don, es Staku, que en totonaca significa estrella. Es decir, para los totonacas cada persona tiene una estrella innata, que lo distingue y señala para lo que es bueno y cuál es su función en la vida. Desde los primeros días de nacido hasta los quince años de edad, se acompaña a cada integrante de la comunidad, con el objetivo de que descubra su Staku; después los maestros de cada rubro se encargan de encaminar al sujeto, para que perfeccione su estrella.

Para la comunidad totonaca, quien vive realizando su don, se encuentra en una constante meditación, donde todo cuanto atraviesa por su ser se hace consciente y adquiere relevancia. El pescador, el carpintero, la tejedora, el poeta, impregnan su obra de un amor creativo que alcanza a todo lo existente. Quien, por el contrario, se dedica a otra cosa por cualquier razón, se desconecta de su ser verdadero, rompe con la meditación plena y vive en desorden.

Este método no sólo fomenta una vida de plenitud entre la comunidad, también es generadora de una convivencia en fraternidad, pues se reconoce que no todos tienen el mismo don, por lo cual no compiten entre sí, sino que colaboran para el sano desarrollo de cada individuo; inclusive entre quienes tienen un don similar, se respetan y comparten; por ejemplo, en una carpintería existen los que tienen el don de rezarle al árbol que talarán y quienes lo poseen para cortarlo y trasladarlo; hay quienes realizan esculturas para hacer las patas de una silla, los que realizan el tallado para embellecer el respaldo y quienes realizan el asiento. Conocer este tipo de espacios, como el centro de artes indígenas en Papantla, permite ser testigo, no de trabajadores laborando por paga, sino de presenciar a seres libres haciendo lo que más aman.

Los resultados son sillas hermosas, provenientes de un conjunto de estrellas, que forman una comunidad solidaria, unida y fraterna.

El obsoleto modelo educativo implementado por el gobierno, debe incorporar métodos que han servido desde épocas milenarias; podría ser una forma de enfrentar los momentos difíciles y obscuros y permitir que renazca el más elevado propósito del mexicano de servir a su comunidad.

Mérida, Yucatán

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