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Paul Antoine Matos
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Viernes 28 de octubre, 2016

Tres tristes tigres recorren sus jaulas. Una leona, Xibalbá, descansa sobre sí misma. Tres monos papuinos juegan; dos practican sus buenos instintos, en pleno baxamis, no se inhiben, mientras que el otro da vueltas a una olla vacía. Son los animales del circo American Circus, de la familia Canto, con orígenes yucatecos, que esperan la función en el estacionamiento de Carrefour, hoy Chedraui Selecto, enfrente de la Gran Plaza de Mérida.

El miércoles, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en su delegación Yucatán -la misma que investigó el caso del helicóptero en Arrecife Alacranes- aseguró a estos animales del American Circus, pero como “asegurar es distinto a incautar”, los tigres y monos podían quedarse en su espacio laboral, por ahora.

American Circus estaba amparado, por la Profepa federal. Su director, Lucas Andrés Canto Ruiz, manifestó que las autoridades en Yucatán incumplen con lo establecido por un juez de distrito de Veracruz. Sólo cinco de 199 circos en México tienen ese amparo.

“Si nacen en cautiverio, ese es su hábitat natural”, dice el cirquero, citando a zoólogos. Estos animales nacieron en el circo o fueron criados por particulares y fueron vendidos a la carpa, menciona. “Nosotros cuidamos de ellos, son nuestro principal activo y atractivo, sin ellos la gente no viene.”

La función a punto de iniciar, una familia de cinco personas en la taquilla.

Expresa que los alimentan, los desparasitan, contratan a veterinarios. Al día, los tres tigres y el león comen siete pollos cada uno; el costo de mantenimiento alcanza los 50 mil pesos mensuales.

“Los argumentos son ridículos, dicen que es un ‘león delgado y opaco’, pero el pelaje del león es de ese color amarillento por naturaleza”, afirma.

Para el procedimiento, reveló, el personal de la Profepa “no hizo su trabajo por temor a los animales”, tuvieron que ser los mismos cirqueros, con el desconocimiento del uso del escáner del microchip, quienes revisaron a los tigres y al león.

Acepta que los felinos no tienen garras. “Sí, están desgarrados por ser un procedimiento quirúrgico para proteger al entrenador, a los cuidadores y al mismo público”.

Critica al ayuntamiento de Mérida, por la prohibición en la ley de espectáculos, ya que tienen una suspensión contra ese reglamento municipal, en el que se acredita que pueden presentar el acto de tigres, según un juez del tribunal contencioso administrativo.

Declara que las asociaciones animalistas desconocen el trato que reciben los animales en el circo, porque sólo se suman a la moda establecida por el Partido Verde.

El circo esconde detrás de sí mismo la única oportunidad para los niños y adultos de conocer animales de África, la India y China. A través de él, las ciudades en las que no existen zoológicos tiene la posibilidad de conocer en persona a leones, camellos, jirafas, y demás seres.

Cuando llegó a Mérida el Circo Chino de Pekín por primera vez, los niños se aburrieron con los acróbatas asiáticos. ¿Dónde están los animales?, preguntaban. El circo es un safari por lo salvaje, en una selva de concreto.

El calor quema las arenas. Un monstruo color carbón, musculoso y con dos cuernos que sobresalen, se enfrenta a una bestia. Su costado recibe una larga estaca plumeada, la sangre cae. Recibe dos, tres, cuatro. Agoniza. Sufre. Cae al ardiente polvo.

La multitud estalla en un éxtasis. La Plaza de Toros Mérida adora a su gladiador, es un dios de la Arena. Ese circo de toros, si es permitido.

Hace un año, los legisladores del Partido Verde tuvieron éxito en la promulgación de la Ley General de Vida Silvestre, que prohíbe el uso de animales en los circos. ¿La legislación fue una payasada?, se preguntan los cirqueros, pues no se pensó en lo que sucedería con 199 circos en México, las familias que viven de ellos, el espectáculo y más importante aún, en los animales que eran utilizados.

El 80 por ciento de las especies salvajes -leones con enormes melenas, tigres con rayas oscuras como una noche cerrándose sobre un atardecer anaranjado, elefantes gigantescos- han muerto, según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Eran mil 298; quedan menos de 300. El resto se encuentra en zoológicos, seguramente en mansiones de narcos y políticos y, unos cuantos, en circos como el de los Canto.

Mérida, Yucatán


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