Cosechando tradiciones

Texto y foto: Kálmán Verebélyi
La Jornada Maya

Viernes 21 de octubre, 2016

El [i]Popol Vuh[/i] narra que los dioses crearon el hombre de los granos de maíz. Los mayas peninsulares, en el fondo de sus almas, sienten la relación mística Dios-maíz como esencia de su existencia, como sustento de la vida de la familia. Don Carmen Cen advierte “soy producto del maíz que nos ayuda a mantener a la familia, todos los campesinos necesitan del maíz para alimentar a su familia; el maíz significa comer, alimentarse y que el maíz lo tenemos por la gracia de Dios. El maíz y Dios están conectados y si se tira un grano de maíz hay que levantarlo, no se debe desperdiciar porque tenemos el maíz por la gracia de Dios”.

El significado del maíz se ha transformado por el sincretismo cultural. Sin embargo su relación con la vida, con los dioses, ha permanecido y don Carmen señala que “si desperdiciamos el maíz, Dios nos castiga, no nos da buena cosecha”.

Estamos en Tinún, un poblado del municipio de Tenabo que ostenta con el título de junta municipal, entre colinas y valles que en época de lluvias se inunda. Su plaza principal se hace alberca, y la casa de don Carmen está en una calle que de allí abre, donde tras las casas tradicionales de los mayas, de techo de huano, se esconden las construcciones de block y concreto para no desilusionar a los amantes de la vida tradicional.

En el patio, sobre las tres piedras, se está sancochando el maíz nuevo. En la olla, casi un centenar de mazorcas cubiertas en sus hojas verde claro de la vida nueva, con la punta cortada, bañadas en agua salada en espera de ser servidas para el deleite de la familia, de los amigos que comparten la alegría de la cosecha.

“Hasta el 8 de agosto pude sembrar las cuatro hectáreas, no hubo maquinaria para hacerlo antes, pero no me quejo. Cosecharé un promedio de cuatro toneladas por hectárea, el tiempo fue benévolo conmigo”, dice don Carmen y comenta que la maizada sancochada se hace ahora a mediados de octubre porque los granos ya están desarrollados, y en unos días más empiezan a endurecerse. La cáscara pondría en peligro los dientes”, dice sonriendo y levanta la tapa de la olla y el olor a maíz nuevo invade el espacio, las glándulas abren sus llaves en espera del bocado. “Le falta media hora”, dice don Carmen y sugiere ver de cerca su milpa, regalar un poco de limones que en esta época abundan.

Unas nubes negras se están acechando pero don Carmen, a pesar de haberse mojado, dice: “esto no es nada, hasta mayo lloverá”. (Sólo entre paréntesis expongo que camino a Campeche mayo se nos adelantó en octubre y quedamos empapados hasta los calzones por la equivocación de Chac, que al parecer poco conoce de calendarios, o no comparte la opinión de don Carmen.)

El tiempo que pasamos en la milpa fue suficiente para el cocido del maíz, mas no había prisa. Antes de llegar saboreamos el maíz recién sancochado en casa de unos amigos. Es que ese día todo Tinún olía a maíz. Y ese olor se mezclaba con el de la tierra mojada, con el aroma de las flores. Hay días cuando se siente la presencia de dios; éste fue uno.

“Esto del maíz sancochado es la manera simple de saludar al maíz nuevo, porque lo tradicional es la “pibi náal, de olor exquisito por las hierbas que le ponen”, dice don Carmen y comenta que el pibinal tiene su elaboración tradicional, porque se cava un hoyo de metro y medio de profundidad por medio metro de boca al cual se arrojan troncos gruesos, se les ponen piedras para que conserven el calor. Se prende el fuego, un viernes en la mañana, en la tarde se destapa, se tira el desperdicio del maíz para que no tenga contacto con las mazorcas, al que se echa pica-pica, ramas de tajonal, otra capa de maíz, luego se ponen las yerbas como la xool-tex, que en español es bastón de abuelita, la otra es a-kitz, la hoja de narciso. Cuando se termina de poner las hierbas y el elote, se saca un palo que se incrusta en el centro, y se vierte una cubeta de agua. Las piedras truenan, el vapor sale, es por eso que le ponen una tapa. Así queda el elote enterrado hasta el martes. Y cuando se desentierra las hojas están negras, pero no por el fuego sino por las hierbas, y ese elote tiene mucho olor, es agradable para el paladar, se vende bien en el mercado”, cuenta don Carmen que de repente añade:” la quinta hierba es la…”, la oración no la termina. Debe ser el ingrediente de secreto.

En Tinún, para las fiestas del santo patrono, San Miguel Arcángel, el 29 de septiembre se regala una mazorca de pibinal con su atole de maíz nuevo a cada uno de los fieles asistentes a la misa de las 10 de la mañana y a la procesión, que comienza a las 11, agradeciendo de esta manera a los dioses la cosecha. “Dios, el santo patrono y el maíz nuevo se celebra este día”, comenta don Carmen al servir sus elotes hervidos; antes los pone a enfriar un momento para no quemar el paladar.

Para entretener a los reunidos, a unos días del Día de Muertos, cuenta la historia de Lauro, quien confundido entre las fiestas de los meses de noviembre y diciembre, el mero día de Guadalupe, cuando se hacen panes grandes en el pueblo, llegó a la panadería ordenando diez panes para los que se habían ido. El panadero atendió su solicitud y Lauro se encaminaba a su casa con unas bolsas gigantes que contenían cinco panes cada una. Llegando vio a niños, jóvenes, ancianos, hombre y mujeres junto al altar. Le preguntaron qué traía, y por qué. Pues, panes para los que se han ido y nos están visitando. Pero hoy es Guadalupe, el día de los santos difuntos ya pasó, le dijeron. Lauro, sin que se le notara su confusión, repartió los panes. Pero sólo le dio a los ancianos. A la siguiente tanda de difuntos”.

La risa hizo que un grano de maíz sin masticar saltara de mi boca. No supe si levantarlo, o correr el riesgo de quedar fuera de la gracia de Dios.

San Francisco de Campeche, Campeche