Escena culinaria tropical en CDMX

Texto y fotos: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Viernes 14 de octubre, 2016

En algún momento de la vida es recomendable ir a [i]Millesime[/i]. No será fácil, porque la marca se convirtió en hábito, y sólo por invitación o negocios se podrá involucrar en este espacio donde el placer (comer, beber, fumar, escuchar y ver) se concentran por unas horas, durante tres días del año y desde hace seis, en la Ciudad de México.

“Las marcas de alta gama se muestran, pero sobre todo es la atención a los usuarios de estas marcas, los cuales se adentran en un mundo en donde la gastronomía y la decoración son un escaparate exquisito, diseñado por seis atinados arquitectos”, señala Jacqueline María Benítez, el alma que ensambla esta maestría, junto con Manuel Quintanero, fundador del concepto, y un equipo eficaz, quienes con la idea de lo “tropical”, como pretexto y argumento, congregaron a 27 reconocidos talentos de la escena culinaria mexicana, andina, carioca y antillana, el pasado fin de septiembre en el Centro Banamex de la CDMX.

Desde las 13 horas en un paseo, antes de la comida, se recorren las calles del Open Bar, degustando vinos, cervezas, champagne y gin & tonics inusuales.

La música al volumen correcto, copas delgadas, sillones y sillas holgadas, habanos frescos, almejas vivas, ostiones consistentes, el mejor jabugo de las comarcas, quesos inquietos, así como la cocina en miniatura que los chefs preparan en directo.

Atestiguamos la particular sazón de Solange Muris (Ensenada) y, a unos metros, Paul Bentley (Guadalajara) nos sorprendía con su trato al paladar, tanto como encontrar que Federico López, una celebridad por sus banquetes en la Riviera Maya, tuvo un espacio en su agenda para próximamente visitar Mérida, donde seguramente acudiremos al nuevo espacio secreto de Pedro Evia en el [i]Ku’uk[/i]; los dos personajes son referencias de la cocina de autor en la península de Yucatán, junto con Jonatán Gómez Luna (Le Chique, Puerto Morelos, Quintana Roo).

Sí es un privilegio que Dante Ferrero (el único argentino en México que asa una res completa) comparta talento con la joven Daniela Mier y Terán (Lum, San Cristóbal de las Casas, Chiapas) a quien los fuertes sabores los inmortaliza con cítricos perfectos, que como impronta, se quedan en la memoria, tanto como el pan dulce de Eduardo Da Silva y la sal que José Meza (Carolina, Riviera Nayarita) estampa en sus pescados.

Llega el momento, a las 15 horas, de ocupar lugar en los distintos restaurantes -a los que sólo asisten los ejecutivos de las firmas concertadas y sus clientes-, donde ilustres cocineros estrenan recetas en un menú de seis tiempos, maridado con nobles vinos.

En esta ocasión fue Gerardo Vázquez Lugo (Nicos, Ciudad de México), a quien el escultor Adán Paredes, le diseñó un peculiar cuenco. “En esta ocasión dedico a la gastronomía la aplicación del fuego y la fuerza en el manejo del barro”, afirmó el ceramista avecindado en Oaxaca, la tierra de Alejandro Ruiz (Casa Oaxaca), el otro icono del fogón y los moles, que tuvo en sus manos la otra mesa exclusiva.

Supimos que Mitsuharu Tsumura, del famoso restaurante [i]Maido[/i], de Lima, Perú, cocinaba a un lado, junto al Rafa Costa e Silva, Kamilla Seidler y Carlos García, recreando un paisaje de la gastronomía carioca y antillana, pero esta vez nos fue imposible hacer la degustación.

Al término de la tarde, un enorme bar fusiona a 500 comensales por día, quienes hacen contacto para catar los negocios dentro de la industria de la satisfacción, el turismo, la gastronomía y los medios. A las 21 horas cierran las barras e inicia la retirada. De manera todavía más selectiva, somos invitados a pasar a una sala preparada para el after.

Ahí solo 50 comensales degustarán las joyas del mar, la tierra, la vid y los granos que los anfitriones armaron en un distinguido estudio, donde se ensaya la crítica en el afecto. Entretanto, dos mixólogos crean los cocteles pertinentes, antes que llegue la medianoche, y convierten a la sed en una necesidad, que se muda en filosofía; el elíxir no está en el producto, ni en la amistad o la sensualidad y mucho menos en la alteración de la conciencia, sino en ser seleccionado y estar ahí, como parte de una cosecha única, supongo.

Ciudad de México