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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Infolliteras.com
La Jornada Maya

Lunes 12 de septiembre, 2016

Quienes construyeron, ampliaron y siguen extendiendo el periférico –con más puentes o pasos a desnivel– se consideran a sí mismos genios, pro hombres y mujeres líderes del siglo XXI de talla mundial. El problema es que el diseño de movilidad urbana aplicado con la edificación del periférico pertenece a una era ya caduca, al siglo pasado, que se está abandonando con rapidez en muchas de esas ciudades a las que se pretende imitar, mal, en Mérida.

Además de mal construido y mal diseñado, para dotar de seguridad a los mismos autos, a los genios de la botella que lo edificaron se les “olvidaron” las comunidades semirurales que habitaban y habitan en las comisarías.

Con la creencia discriminatoria de que sólo quienes tienen auto tienen derechos ciudadanos y a transportarse con seguridad, construyeron un periférico que se convirtió en una muralla que se cobra todos los años su inaceptable cuota de sangre de las comisarías y de los municipios conurbados, entre quienes deben rifársela para atravesarlo, ya sea a pie, en bicicleta, en moto o mototaxi.

El modelo basado en la sociedad de consumo del auto, y en la contaminante idea de que la ciudad debe crecer sin fin en todas direcciones, devorándolo todo a su paso, se ha traducido en un infernal aumento del tránsito en comunidades a las que nunca se les preguntó si querían convertirse en suburbios urbanos mal diseñados y peor comunicados.

Las comisarías de Mérida; en particular algunas de ellas situadas en el norte de la ciudad, padecen un crecimiento desordenado cuya fiebre más visible es la [i]cochesitis[/i], en comunidades cuyos habitantes originarios siguen mayoritariamente transportándose en bicicleta. Así sucede en Cholul, donde la solución a todos los problemas es construir nuevas gasolinerías y glorietas que de nueva cuenta sólo consideran a quienes tienen un auto, excluyendo a una parte fundamental de la sociedad de la comisaría que no tiene dinero para un coche y que se transporta todos los días hasta Mérida en sus bicicletas para ganarse la vida. O que va a por sus hijos en bicicletas y a realizar mandado, compras, dentro de la comisaría, en dos ruedas o triciclos.

La bicicleta, para muchos, es sinónimo de atraso cultural, socioeconómico, y de falta de “modernidad”. Nada más lejos de la realidad, en un mundo que ha comenzado a reducir espacios a los autos en las ciudades, en las plazas, en las calles, para luchar contra el cambio climático y las enfermedades, como la diabetes, que en el caso de México es una plaga. Para embellecer las ciudades.

En las obras de la vieja carretera a Cholul para edificar una gasolinería, no se tomó en cuenta a la gente, ni informó de sus alcances, transformaciones e impacto a la población de Cholul.

La ciclovía de Cholul es una vialidad fundamental, en la vida de los habitantes mayas de la comisaría, imprescindible y clave en la vida económica y social. Cumple numerosas funciones vitales para la comunidad de escasos recursos, a pesar de que no recibe manutención desde hace muchos años y que ha sido menospreciada por las autoridades de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

Para empezar: sirve de vía de comunicación con Mérida, para quienes se transportan en bicicleta, a pie o en otros medios, lo que es muy importante para quienes no tienen coche o dinero para adquirir uno.

Es también una pieza toral en la salud de la comisaría, ya que un número creciente de habitantes –muchos recién llegados o nuevos vecinos– la utilizan para practicar algún deporte, ya sea correr, caminar, pasear con sus hijos o con sus mascotas. También es utilizada de forma lúdica por un número creciente de personas que gustan de las excursiones nocturnas en bicicleta; convirtiéndola también en un atractivo turístico importante. No es raro ver a jóvenes utilizarla para correr, siendo la única opción para practicar un deporte en la comisaría, que tiene serios problemas de drogadicción y pandillerismo.

Es hora de bajarle la fiebre a Cholul, a la [i]cochesitis[/i]. Y eso pasa por dotar de espacio seguro para los ciclistas, para los triciclos en la comisaría. Por obligar a quienes conducen a disminuir la velocidad en la comisaría, no con glorietas, sino con semáforos, señales de alto, reductores de velocidad, topes de plano. Quienes no quieran disminuir sus prisas, deben pensar vivir en otro lado. Y las autoridades no pueden permitir que el crecimiento continúe de forma caótica y destructora.

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