de

del

Irving Berlín
Foto - Halia Berlín Martín
La Jornada Maya

Viernes 9 de septiembre, 2016

Me enteré de la muerte de Juan Gabriel el domingo por la tarde, cuando amigos míos comenzaron a circular la noticia por Facebook. La pasión del evento me hizo ver un mes completo hablando de lo mismo. En mi Facebook, que no es una red pública de político buscando votos, sino apenas una pequeña red personal, donde están profesores de la Universidad Complutense como Bernardo Díaz, discípulo del primer alcalde democrático de Madrid, Enrique Tierno Galván, las hijas de Rafael Cadenas, el mejor poeta actual de Venezuela, los comunicólogos mexicanos Jorge González y Jesús Galindo, poetas españoles y mexicanos, y desde luego mis amigos de la primaria, secundaria, familiares, etc, se fue llenando de notas sobre el cantautor mexicano. Algunos reporteros locales, con los que guardo amistad -o así lo creía- también formaban parte de esa red.

En poco tiempo vi que aumentaron los mensajes en el [i]face[/i] sobre el artista. En especial me llamó la atención un grupo de amigos que discutía si Juan Gabriel era un poeta a la altura de Gonzalo de Rojas o si sus canciones cumplían la métrica española. Así, uno tomó una canción cualquiera y comenzó a medir las oraciones: “aquí hay un verso alejandrino de 14 sílabas, otro dijo no, en realidad son dos heptasílabos que, si sumas, pues parece alejandrino, pero al ser digamos un alejandrino partido, pues los acentos naturales se cuentan diferente y por tanto se distribuyen de otro modo”. Otro amigo, también poeta, entró a comentar que “la regularidad de la rima se veía en los versos primero con el cuarto y segundo con el tercero y que probablemente tenía la intención de componer un poema con forma clásica, etc...”

Personalmente aborrezco el método del análisis de la poesía que pasa por la métrica. Los estudios métricos me parecen ociosos después de que el romanticismo preconizó el verso libre, y no dicen nada más que la subordinación de una forma a una norma ya establecida. Este es un método que francamente me da “hueva”, aunque ayuda a percibir con claridad la lógica sonora de la poesía. Tal vez hice tanto estos estudios en la universidad que les agarré fobia. Simplemente no me gusta. Siempre preferí el método hermenéutico que interpreta al poeta, al poema, antes que disecar su cadáver o hacerle una autopsia para ver sus partes. El misterio de la poesía está en la vida de las emociones después del texto y después del poeta, no en donde está el pie o el corazón.

Entonces, un poco harto de este tema y previendo muchos días de análisis de “la poética de Juan Gabriel”, escribí sin el menor cuidado ni la intención de dañar el sentimiento de nadie: “Yo no voy a poner nada sobre [i]Juanga[/i]. Me da como hueva. Lo siento”. Lo escribí en relación a la conversación de mis amigos poetas, aunque en un mensaje independiente que no muestra los anteriores.

Yo no hice una declaración política ni oficial. No usé ninguno de los géneros periodísticos posibles para comunicar esta frase. No hice una rueda de prensa ni envíe boletín alguno. Escribí un comentario privado en mi red de amigos. Digamos que lo comenté en mi casa, en un espacio privado, como para los romanos era el contrato de compraventa, que el mismo emperador Calígula determinó que no podrían ponerse comentarios adicionales relacionados con el imperio y fuera del objeto de la transacción. Es decir, Calígula prohibió que se escribiera en un: “te vendo esta silla”, un enunciado que también dijera y “no estoy de acuerdo con lo que hace el emperador”. Si hacemos una analogía, usted no podría tampoco hablar mal del Presidente Peña Nieto ni en la regadera, y tampoco en ningún instrumento de derecho privado.

Algunas horas después, noté que algunos reporteros que están en mi red personal habían sacado ese comentario de donde estaba, sin conocer el contexto y sin mi permiso y desde mi perfil privado -o si lo queremos ver así, como desde el salón de mi casa- había salido a la red de otras personas, dándole una nueva connotación e interpretación a la frase.

Los reporteros que sacaron esa información diciendo que era mi vergonzoso punto de vista, son personas que creía eran mis amigos, por eso formaban parte de mí red privada.

Luego se replicó en infinidad de portales locales, nacionales e internacionales. Contemplé, con espanto, cómo, el repicar de las campanas, llamaba a misa, sin sacerdote y sin biblia; los portales iban replicando una cosa para convocar al tribunal sin ley y sin juez.

Estos dos amigos y periodistas comandaban el ataque junto a otros: “acaba de morir Juan Gabriel y el director de cultura declaró esta torpeza, cómo puede ser director de cultura con ese lenguaje? Cómo se atreve a negar el dolor de tantos mexicanos? “, y acusaciones similares.

En ningún caso dijeron que era una red privada, que lo comenté con mis amigos y tampoco se refirieron a la discusión sobre la métrica de las canciones de Juan Gabriel.

Nunca hicieron lo que tantos profesores enseñamos en las facultades de comunicación y periodismo: la verificación de la fuente y las preguntas básicas del trabajo del reportero: ¿Quién, cuándo, dónde, qué, porqué, cómo? ¿De verdad el director de cultura dijo esto? ¿Hay diferencia entre el director de cultura en su oficina e Irving Berlín, el domingo en la noche, en su casa y conversando con sus amigos -uno en Barcelona, otros en DF o Cincinnati por una red privada que tiene candados para cualquier persona ajena? ¿En qué contexto lo dijo? Cuál es la repercusión de su decir en este contexto? Alguien jaqueó su cuenta o cual es el hecho noticioso fundamental?

No. Nadie hizo eso. Tampoco las decenas de portales, las centenas de cuentas en el twitter o en el [i]face[/i] que replicaron este tema movieron un dedo para verificar la fuente. Ningún portal intentó confirmar la noticia. Total para qué, tenía carnita suficiente para el linchamiento.

Al día siguiente la nota estaba en lugares que nunca sospeché y cientos de personas me declaraban su enemistad. Recibí decenas de solicitudes de “amistad” y todos querían insultarme, por lo que tomaron como una declaración sobre Juan Gabriel. Ninguno, por cierto, me preguntó por qué me daba “hueva”, cansancio o hartazgo. Más bien, todos se convirtieron en jueces de un delito que nadie sabía ni supo si es delito y cómo ocurrió.

Al ver este trato, ofrecí una disculpa en el mismo sitio donde escribí la primera declaración y muy pocos medios difundieron ese derecho, digamos de réplica. El escándalo ya estaba armado. Me atrevo a decir que estuvo pagado, pues una cantidad sin precedente de [i]trolles[/i], cuentas sin persona real, hicieron el trabajo de campanear la nota. ¿Quiénes fueron? ¿Cuánto costó esa campaña? Es muy fácil saberlo.

El incidente me remite a muchas reflexiones, pero solo diré algunas pocas: a) ¿El funcionario mexicano es ciudadano de esta República o cuando el ciudadano es funcionario deja de ser ciudadano y declina sus libertades públicas? b) El comentario personal en una red de amigos -digamos en el bar, en la calle o en redes privadas- que no es una declaración pública ni relevante para la vida nacional, puede ser tomada como una declaración oficial y boletinarse y replicarse sin verificación o contrastación de la fuente? Por qué el sistema político y algunos de sus elementos financian redes de personas falsas, cadáveres, rostros sin nadie para replicar en la red puntos de vista y hacerlos tendencia efímera de atención pública? Qué tipo de democracia es esta, la de la red, donde matamos al cobarde asesino, sin saber si es cobarde y si es asesino?

No me da hueva Juan Gabriel, en el sentido de no gustarme o no valorar su música. Lo escuché y canté por primera vez en la secundaria con una canción muy simple como [i]No tengo dinero[/i], mientras el sistema educativo nacional intentaba empatar la lucha contra Televisa, enseñándome la métrica de la poesía española con el libro más grueso de la secundaria: Literatura española, de Moisés Jiménez de Alarcón. Era un lujo ese libro, aún lo tengo, se sentía uno erudito.

Después en la década de los 90 leí [i]Los rituales del caos[/i], de Carlos Monsiváis, uno de los primeros mexicanos en incorporar el estudio de la cultura de masas a la sociología de la cultura mexicana. En ese libro leí sus reflexiones sobre la trova yucateca, José Alfredo Jiménez, Agustín Lara, Siempre en Domingo y Juan Gabriel. Después escuché decenas de canciones de El divo de Juárez y algunas cuantas me gustan. La importancia de sus canciones, desde mi opinión no está relacionada con la métrica, sino más bien con la psicología del mexicano y la supervivencia del melodrama.

Ya lo he dicho. Siento que alguien se haya ofendido por mi comentario descontextualizado. Tampoco soy su seguidor. Todo los que me conocen saben que hace años fui director de Radio Universidad y mi gusto musical es amplio, aunque me gustan, especialmente, la trova yucateca y los fados portugueses.

En síntesis, este es un hecho que puede tipificarse como “desinformación en la red”. Es muy evidente que en los últimos tiempos hay cientos de portales informativos, blogs, que operan pagados por pequeños postores con intereses enanos. Desde luego, hay también esfuerzos periodísticos verdaderamente loables y profesionales. Así como la red ayuda a difundir ideas, también ayuda a distorsionar posiciones.

[b]El credo[/b]

Como soy un “clásico caduco”, siguiendo la clasificación de Luis Correa Mena, quien recién acuñó la frase, defiendo las libertades en cualquier caso. No voto a favor de la invasión de la vida íntima y deseo que los usuarios de la red poco a poco obtengan más y mejor información para tomar decisiones serenas. Sería bueno exigir todos el derecho de réplica, de verificación de fuentes y de aclaración en todo momento, sea cuando la cabeza haya rodado o no. Ojalá que sirva para eso.

Creo que esta opinión mía fue descontextualizada, a propósito, para afectar la imagen del primer informe de gobierno de Mauricio Vila, que pese a todo va muy bien posicionado de acuerdo con las encuestas.

Creo que algunos buitres que tenía como amigos en mi red, sonrieron, cobraron y bebieron de mi sangre con frugalidad y alegría. No me enoja, de algo tienen que comer.

Creo que la red está llena de virtudes pero también de alaridos propiciados por fariseos que venden más que un ejercicio periodístico, una pistola, para disparar chismes y baratillas.

Creo que Mauricio Vila, tiene derecho de ajustar su gabinete cuando lo desee, de cara a cumplir mejor a los ciudadanos que lo eligieron. Así se lo comenté en una conversación que yo califico de auténtica y fraterna, antes de comunicar los cambios de su gabinete. Desde luego, debe informar a detalle las razones de sus propuestas.

Creo, finalmente, que la vida es hermosa y que cuando una puerta se cierra muchas ventanas se abren y que el lugar de un hombre es donde es más útil.


Lo más reciente

Mauricio Vila Dosal visita los Emiratos Árabes Unidos para promocionar el desarrollo de Yucatán

El gobernador constató el funcionamiento de Zonas Económicas Especiales de dicho país

La Jornada Maya

Mauricio Vila Dosal visita los Emiratos Árabes Unidos para promocionar el desarrollo de Yucatán

Venados, ante su última oportunidad de avanzar en el Torneo Clausura 2024

Los astados intentarán darle la vuelta al marcador frente al Club Atlético La Paz

La Jornada Maya

Venados, ante su última oportunidad de avanzar en el Torneo Clausura 2024

Parque Cancún recibirá el festival PaLibrArte el 28 de abril

Las actividades incluyen función de títeres, conciertos y presentaciones de libros

Ana Ramírez

Parque Cancún recibirá el festival PaLibrArte el 28 de abril

Trabajadores protestan frente a las oficinas del Infonavit en Cancún

Se oponen al proyecto Arrendavit para obtener vivienda por arrendamiento

Ana Ramírez

Trabajadores protestan frente a las oficinas del Infonavit en Cancún