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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 5 de septiembre, 2016

Tierra de nadie. Eso es la vieja carretera a Cholul, abandonada desde hace décadas por las autoridades federales que debían darle mantenimiento, ante el crecimiento desmesurado del tráfico y la urbanización de la zona, con los consiguientes riesgos para la integridad de los ciudadanos.

Sin señales de tráfico, sin pintura en el asfalto, parchada y en pésimas condiciones, la vieja carretera es utilizada como pista de carreras por los vecinos, que cada día aumentan por la multiplicación de cotos privados y nuevas casas apiñadas en terrenos cada vez más pequeños, sin árboles y sin vialidades.

En la carretera no hay patrullajes de la Policía Federal, que sólo se aparece cuando hay choques o muertos en accidentes viales. El resto del tiempo el abandono es total, completo. Los conductores hacen lo que quieren; rebasan en curva, corren como alma que lleva el diablo, mientras la gente que viaja en bicicleta, mototaxi, moto o a pie, arriesga su vida sin que parezca importarle a ninguna autoridad, en la ciudad presumida como la más segura del país.

El tema no es menor. Estamos en la frontera del crecimiento de Mérida. Aquí es donde se están sentando las bases de la nueva Mérida, la que le estamos ofreciendo a las nuevas generaciones que están creciendo, y le dejaremos a los jóvenes que pronto se integrarán a la vida productiva.
El crecimiento urbano es una auténtica enfermedad y los antiguos vecinos de la comisaría lo padecen. Es un tema agudizado en los últimos años, por la expansión urbana.

Al caos del crecimiento, sin áreas verdes, parques ni opciones de entretenimiento y aprendizaje para los jóvenes de la comisarías –muchos de ellos víctimas de la drogadicción o de la violencia de las pandillas locales- en semanas pasadas se sumó la edificación de una gasolinera en la carretera, a poca distancia de la Universidad Modelo.

Sin exhibir los permisos de rigor, sin consulta previa con los vecinos, sin tomar en cuenta las necesidades de los ciudadanos que habitan en la comisaría, inició la edificación y arrancaron los árboles –más de 20- que había en el área verde que separaba la ciclovía de la carretera.

Unos 10 árboles dizque los trasplantaron. Todos murieron. Otros simplemente los talaron a hachazos. Unos más los quieren arrancar porque hay que dotar de más espacio a los autos, a los camiones, para que sus conductores, presas del estrés, puedan correr a toda velocidad.

Mientras en grandes ciudades, como Nueva York, París, Barcelona, Bogotá o Roma, se amplían los espacios para las bicicletas y se reducen los carriles para los autos, en la carretera a Cholul se destruyen áreas verdes ya existentes y reforestadas por los vecinos, se cercena el carril bici que conduce del periférico a la comisaría, utilizado todos los días por centenares de habitantes que van a trabajar, que caminan, pasean, hacen ejercicio en dicho tramo olvidado y minado por los elementos, pero que tan buen servicio ha dado por años y años.

La zona es área federal, por lo que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes tiene una responsabilidad directa en todo lo que está sucediendo con la edificación de una nueva gasolinera a menos de dos kilómetros de otra recién construida. Ese es el único resultado visible de la reforma energética: Mérida se ha convertido en la ciudad de las gasolineras, de los cotos privados rodeados de muros y vigilancia, de las mega plazas comerciales que rompen con el tejido urbano.

El Ayuntamiento está reestructurando algunas zonas de la ciudad, como la calle 50 o el área de Cordemex, limítrofe con la Gran Plaza. Las está dotando de nuevas áreas verdes, ciclovías y mejores vialidades. En la carretera a Cholul se está haciendo lo contrario. Se está desaprovechando la oportunidad para que el crecimiento de esta comisaría esté dotado de áreas verdes, peatonales y ciclovías. En la carretera a Cholul ya había todo esto; estaba en malas condiciones, sólo hacía falta mejorar. En lugar de eso, se destruye la infraestructura existente para ampliar el reino incontestado del auto en Mérida, que tanto beneficia a los concesionarios, en una ciudad con transporte público peligroso, sucio, ineficiente.

No se necesitaba mucho para mejorar la zona. Ahora, será más difícil evitar la pérdida de calidad de vida y dotar de la seguridad que se merecen a los trabajadores y familias que utilizan la ciclovía. En todo esto las autoridades estatales, Seduma, Comey, la Dirección de Transporte, también juegan un papel, así como la SSP y su comité dizque ciudadano que aprueba todo lo que presenten.

[b]Mérida, Yucatán[/b]
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