Personajes

Juan A Xacur M
Foto: Braulio Antonio Chi
La Jornada Maya

Lunes 15 de agosto, 2016

[b]La Bicha Villanueva[/b]

Don Víctor Villanueva, [i]La Bicha[/i], era un sastre que en la segunda mitad del siglo XX fue, por así decirlo, el que vestía a casi toda la ciudad. Era bondadoso y dicharachero y siempre tenía una broma a flor de boca. Yo, recién avecindado en Chetumal, decidí hacerme de unos pantalones y adquirí de alguna tienda unos paños ingleses de muy buena calidad y pregunté por el mejor sastre y me enviaron con la Bicha, previa advertencia de que el cumplir con los tiempos pactados no era precisamente una de sus virtudes. Me apersone a la sastrería, y tras presentarme con el maestro, me preguntó por mi familia, al parecer conocía a todos en Mérida y, tras actualizar la información chismográfica, procedió a tomarme las medidas. Inquirió si eran urgentes y le dije que no. Entonces calculó que para la siguiente semana estarían listos.

Pasado el tiempo y cumplido el plazo fui por mis pantalones; estaban cortos de las piernas y muy anchos de la cintura. Y viéndolo me dijo: “Tuviste mala suerte. Trae otros trapos y ruega por tener suerte esta vez”.

Así era [i]La Bicha[/i]. En la segunda ocasión tuve mejor suerte.

[b]El doctor Borge[/b]

Siempre he sido de vida urbana. El campo es algo que sencillamente no se me da. En una ocasión acompañé al gobernador Miguel Borge Martín a una gira por la comunidad de Dos Aguadas, población a la que se le construía una carretera. Tras varias horas de andar por la brecha recién abierta en el flamante camión “Quintanarroense”, que usaba el gobernador para los desplazamientos por el estado y tras varias estancadas en el lodo y muchas piedras enormes para brincar, llegamos por fin a la población. El gobernador fue recibido con entusiasmo y calidez y tras oír peticiones y problemáticas fue invitado con su comitiva a la Casa Ejidal, en donde habían preparado una comida.

La casa era una amplia estancia con una mesa al centro y alrededor nos sentamos, Miguel Borge a mi lado, como cortesía al acompañante invitado. Y hete aquí que los ejidatarios y sus mujeres atendían diligentemente, todo mundo repartiendo refrescos y de un cubo iban sirviendo ¿atole?, ¿pozol? De repente apareció ante nosotros una enorme pieza de carne asada y un cerro de tortillas. De inmediato busqué a los lados por algún cubierto y no halle nada, ni platos, ni un cuchillo siquiera. Miguel me miro, sonrío con paciencia, tomó una tortilla y la colocó en su mano derecha y haciendo una garra con ella clavó la mano en la carne y extrajo un buen trozo.

Seguí su ejemplo haciendo de tripas corazón y comí y bebí. Al terminar la comida salimos hacia el autobús y en el camino me queje únicamente de la ausencia de palillos de dientes. La verdad era que me urgía uno. El gobernador me dijo “te voy a enseñar a ser campesino”. Oteó buscando una planta y localizó una de naranjas se encaminó a ella, arrancó de una rama una gran espina y me la ofreció sonriendo.

En la siguiente gira, llevé mis palillos y una navaja en la bolsa.

[b]Julio Poot[/b]

Don Julio Poot fue chofer y amigo personal del gobernador Pedro Joaquín. Siempre lo llevaba y traía de aquí para allá, como único acompañante en el carro oficial que en aquellos tiempos era una Chateau color blanco. En una ocasión llegó a la casa Pedro, a una de las frecuentes comidas; venía muy divertido y nos contó que tuvo ganas de manejar y le pidió a Julio que le entregara las llaves y se subiera como acompañante. Y le preguntó a la mitad del camino “que siente Julio Poot al tener de chofer al gobernador”. Sin inmutarse respondió el interpelado, “lo mismo que siente el gobernador al tener a don Julio Poot de chofer”.

[b]El coordinador Pesqueira.[/b]

En tiempos de José López Portillo vino de gira a Chetumal el coordinador de delegaciones de la Secretaría de Programación y Presupuesto Eduardo Pesqueira. Estaba programada, entre reunión y reunión, una visita al recién inaugurado mural en el Congreso del estado. Y no encontrando al maestro Elio Carmichael para servir de guía, fuí requerido como cronista de la ciudad para tal menester. Esperé a la comitiva que llegó a la hora fijada y comencé el recorrido, explicando lo plasmado ahí en pintura. Mostró el secretario Pesqueira mucho interés en la parte de Gonzalo Guerrero que, casado con una chetumaleña, se negó a regresar con los españoles. Meditó y me preguntó ¿Pero por qué se quedó Guerrero? Lo único que se me ocurrió para no repetir la historia completa fue bromear: la mujer estaba muy guapa. Se rió Pesqueira, camino hacia la salida se volteó y nos gritó a todos: ¡Estaba muy buena! y soltó la carcajada.

Por la noche me dijo el gobernador por teléfono, “gracias por la broma. De ahí en adelante todas las negociaciones mejoraron con el secretario”.

[b]Don Víctor Segovia[/b]

Don Víctor de Segovia Pinto fue el arqueólogo que encabezó en los ochenta el rescate de la ciudad maya Kohunlich. Parte de su trabajo era asistir a congresos y mesas sobre cultura maya. En una ocasión fue a Nueva York, representando a Quintana Roo en un congreso de estudiosos de la lengua maya. Ahí escuchó con mucha atención cómo un europeo experto disertaba sobre la etimología de la palabra Kohunlich. Cuando este sabio terminó su disertación pidió la palabra y dijo: “muy interesante investigación, sólo hay un problema: “la palabra la inventé yo, a partir del inglés cohun ridge, que quiere decir: colina de corozos. Es inglés disfrazado de maya.”

[b]Quintana Roo[/b]
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