Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Lunes 8 de julio, 2016
Se llama Manuel Montero y es un cazador de pokemones. De los verdaderos. Él fue uno de los pioneros de este juego en Mérida y organizó, por primera vez, una cacería de estos bichos en la ciudad. Estalló cuando el diputado Liborio Vidal, con buen olfato para estas cosas, invitó a una cacería en la Plaza Grande, uno de los terrenos de Montero. “Estoy en contra de que un político quiera hacer propaganda con este tema”, sentenció Montero. “Además, ni siquiera es de nuestro distrito: es diputado federal del primer distrito, que es el oriente del estado”.
Hace unas semanas, en el marco de la reunión de los presidentes de Estados Unidos, Canadá y México, surgió una polémica respecto al significado de populismo. Enrique Peña Nieto utilizó este término para criticar a Andrés Manuel López Obrador. Barack Obama, con otra concepción de la política, se definió a sí mismo como populista. Perdidos en la traducción, este tema acaparó titulares y artículos durante varios días. La mejor manera de definir algo es mostrar. Y en los diccionarios yucatecos, junto con el término populista debería ir una fotografía de Liborio Vidal.
Antes de que aterrizara en las movedizas arenas del juego Pokemon Go, el diputado ya había protagonizado diversos actos que nos remontaron a la política de las cavernas. Por ejemplo, cuando anunció que donaría su sueldo íntegro, y que por medio de una especie de reality show, se decidiría el destino de ese dinero.
El origen del populismo es la aceptación, es el caer bien; el que digan “¡qué bueno!” o “¡que generoso es!”. Nada tiene que ver con una administración ordenada y justa, sino simplemente en el golpe de efecto, en tocar las fibras sensibles de una población que vive al día a día y sus circunstancias le impiden ver más allá de la dádiva. Es por esa precisa razón por la que el populismo es simplemente una marrullería, una trampa atrapabobos. Muchos cazan pokemones; Liborio y políticos como él cazan ingenuos.
Nuestro país requiere de políticos capaces de ver más allá, que puedan poner los cimientos de una sociedad más equitativa, con políticas y programas estructurados, que construyan a largo plazo. México necesita políticos que tengan en mente la próxima generación, no la próxima elección. Pero no. Liborio Vidal, además de político, es un empresario de éxito. Tal vez en esa dual condición radica su supuesto desapego a las cosas materiales. Renunciar a su sueldo de diputado fue un movimiento que muchos aplaudieron, y que de seguro le traerá réditos políticos. Pero hay que tener en cuenta que todo el dinero que gasta o deja de ganar lo recuperará de una u otra forma en el futuro. Está sembrando para cosechar. Todos los esfuerzos actuales del legislador está encaminados a allanar el camino para 2018.
El problema no es lo que ganan los diputados, sino en lo que se roban. Las instituciones tienen una razón de ser, y estoy seguro que la labor de diputados no se reduce a la entrega de caramelos o a la organización de cacerías de pikachus. Eso es circo. El desempeño de un legislador se debe medir por el número de leyes que impulsó y servirán para mejorar el nivel de vida de los ciudadanos. Lo demás, es merengue. Sin embargo, el Congreso de la Unión y los congresos locales, en muchas ocasiones, se han convertido en pequeñas cortes en las que únicamente se discuten asuntos bizantinos o sirven de pasarela para políticos con aspiraciones más altas; las leyes no son fruto de discusiones de expertos, sino líneas lanzadas por los poderes fácticos, titiriteros de diputados.
Y con esa agenda tan laxa, tan relajada, los legisladores se dedican, como Liborio, a promover realities o cacerías de dibujos animados. Digo Liborio como podría decir también Panchito. Digo Panchito como podría decir también Daniel, o Pablo, o… Y así, en una interminable lista, ya que las excepciones son, con tristeza, los legisladores que realmente cumplen con su trabajo, los que no se han perdido en el laberinto de los moches. A pesar de esta posmoderna catilinaria, los políticos populistas existen porque tienen éxito en México. Todos los fuegos de artificio que lanza Liborio y compañía son recibidos con alboroto por un sector de la población, cuya miopía han procurado esos mismos políticos, creando necesidades para que ellos mismos las suplan.
Ciudadanos a los que no les importa que sus representantes roben, siempre y cuando sea poquito y que a ellos igual les llegue. No buscan líderes ni administradores; quieren y votan por bandidos amables, por Robin Hoods. Al fin y al cabo, ven tan mal la situación que ya perdieron toda esperanza de mejora. Ahí, precisamente ahí, radica el éxito de los populistas. Ahí, precisamente ahí, está el triste tuétano de nuestra política, ausente de líderes que inspiren honradez.
[b]Mérida, Yucatán[/b]
[b][email protected]@8am.com.mx[/b]
Jueza adscrita al penal estatal de Chalco amplió a octubre la etapa del cierre de investigación
La Jornada
Unos 3 mil productores serán beneficiados con sistemas modernos y eficientes
La Jornada Maya
Robert De Niro recibirá una Palma de Oro honorífica en el evento
Ap / Afp
Amenazó con suspender bienes y salarios a los más de 10 millones de indocumentados
La Jornada