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Texto y Foto: Manuel Alejandro Escoffié
La Jornada Maya

Viernes 15 de julio, 2016

En una entrevista radiofónica de 1985, a Jerry Harvey, programador de la estación de televisión “Z Channel”, se le preguntó si tenía otros intereses en la vida además del cine. Con risa nerviosa y semi-autoconsciente, el entrevistado respondió: “¿Qué quieres decir?” Desde 1981, año en que asumió su control, Harvey posicionó al “Z Channel” no sólo como el primer canal de cable especializado en programación cinematográfica sin censura y sin cortes comerciales, sino también como espacio para el consumo sin fronteras de películas entre todos aquellos que, como Harvey, no comían, dormían o respiraban otra cosa que no fuese cine.

Cubriendo un amplio espectro de las más diversas y variopintas opciones en épocas, géneros, corrientes, estilos, autores, nacionalidad y niveles de aceptación popular, tan amplia como para evocar la imagen de una autopista extendiéndose hasta el infinito, pasó a significar para una generación entera de californianos (muchos de ellos futuros cineastas) la única forma de acceso a un menú pudiéndose darse el lujo de abarcar desde blockbusters hollywoodenses que todo el mundo y su abuelita ya conocían como la palma de su mano hasta el mal llamado “cine de arte” europeo (Fellini, Antonioni, Bergman, Godard y cualquiera de los acostumbrados a incluirse en el mismo grupo), documentales, producción latinoamericana e iberoamericana, lo mejor de “bollywood”, cine mudo antes del Código Hays, todas las formas concebibles de “exploitation”, “soft-porn”, serie B, Serie Z…podría enumerar la lista completa; pero por desgracia tengo una columna que escribir. Traigo esto a colación después de haber encontrado y disfrutado, gracias a una referencia proporcionada por mi amigo Jorge Carlos Cortázar Sabido, el documental “Z Channel: Una Magnifica Obsesión” (Z Channel: A Magnificent Obsession, 2004); mismo que es dirigido por Xan Cassavetes y relata en detalle la historia personal de Harvey, así como el camino recorrido por su canal para transformarse en este oasis ecuménico de degustación fílmica.

A pesar de que la factura del trabajo difícilmente parece preocupada por trascender el ya rebasado formato de entrevista en “cabeza parlante” con el que durante un tiempo fue común asociar al cine documental, es la pasión obsesiva de Harvey lo que me impulsa a dedicarle estas líneas. Y el motivo por el cual considero a esta clase particular de pasión merecedora de mi tiempo y mi esfuerzo es tan simple como triste: en muchas plataformas o espacios actuales de acceso público al séptimo arte, sean en físico o en digital, suele brillar por su ausencia. Para alguien como Jerry Harvey, organizar la programación diaria de “Z” iba más allá de simplemente rellenar o alimentar un itinerario. Era una cuestión de visión. Y sobre todo, una cuestión de sensibilidad. Harvey no seleccionaba las películas a transmitir siguiendo consideraciones como time slots, ratings o sectores demográficos.

Lo hacía en función de llevar a quién fuera que estuviese sintonizando en ese momento algo que jamás hubiese visto antes; o por lo menos que jamás hubiese imaginado que existía. Era como participar en una exploración de buceo a las profundidades de un océano para traer hasta la superficie un cofre de tesoros perdidos. Títulos que de otra manera habrían languidecido en el anonimato. Fue a mediados de los años setentas, cuando el concepto del “Director´s Cut” no había sido secuestrado aún por los mercadólogos detrás de cada re-edición en DVD y Bluray, que la iniciativa tenaz de Harvey fue instrumental en lograr que el corte completo de “La Pandilla Salvaje” (The Wild Bunch, 1969) con sus 145 minutos intactos pudiese ser visto a través de una proyección en los Ángeles y aderezada con la presencia de su director, Sam Peckinpah.

Más adelante, con aprobación de Michael Cimino, “Z Channel” era el único espacio para disfrutar los 219 minutos de “Heaven´s Gate” (1980); logrando tanto darle la distribución honrosa que le fue negada en los cines como convocando exitosamente a una re-evaluación de sus aciertos y desatinos. ¿Y qué decir de otras obras quizás un poco más oscuras como “Images” (1972) de Robert Altman y “Overlord” (1975) de Stuart Cooper, o títulos notorios como “Salvador” (1986) de Oliver Stone; todos ellos debiéndole el haber podido encontrar un público a la visión de Harvey?

Vivimos en un mundo donde nos encanta fanfarronear lo mucho que contamos con “Neftlix” para todo el entretenimiento que podamos desear. No precisa o exclusivamente cine, pero sí entretenimiento. Tal y como ha sido en el paradigma establecido desde que la videocasetera irrumpió por primera vez en los hogares, es el usuario quien tiene el poder. Pero al igual que como ocurre con cualquier otro poder, es necesario aprender a usarlo con seriedad, imaginación y espíritu aventurero. Quisiera pensar que aún puede ser concebible la idea de que los programadores como Jerry Harvey, a la usanza de maestros, guías o catadores comprometidos, constituyan el factor decisivo en dicho aprendizaje.

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Mérida, Yucatán


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