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del

Rafael Robles de Benito
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Martes 12 de julio, 2016

Es cierto, y es muy triste: murió un joven gorila, camino a sus nupcias. También murió hace poco “el oso polar más triste del mundo” en un zoológico de Buenos Aires, Argentina. Pero decir que estos decesos resultan motivo suficiente para demandar airadamente la desaparición de los zoológicos es, por decir lo menos, un exceso. Aunque en sus orígenes los zoológicos fueron depósitos de las colecciones de animales vivos, provenientes de sitios remotos, capturados para halagar a los poderosos, y para darles a conocer los lugares del imperio que difícilmente podrían visitar personalmente, hoy en día se han transformado en algo muy diferente.

Exhibir animales exóticos es, en efecto, una de sus funciones. Quizá la menos importante. Los zoológicos más o menos modernos, y unos mejor que otros, son también sitios para la educación ambiental, donde personas de todas edades pueden acercarse a manifestaciones de la naturaleza que, de otra manera, les estarían vedadas. Pero además, y esto es ciertamente lo más importante, los zoológicos – los buenos zoológicos – son sitios donde se construye conocimiento acerca de la fauna del mundo, y donde se contribuye de manera fundamental a la conservación de genomas amenazados de extinción.

A pesar de que debemos de reconocer que hay muchos zoológicos de pésima calidad, cerrar los zoológicos porque presentan fallas, es como tierra el agua de la bañera, con el niño dentro. Tenemos que corregir fallas, mejorar procedimientos, y adecuar las características de cada zoológico a las condiciones concretas donde opera. Así, antes que cerrar el Zoológico de la Reina, en Tizimín, tendríamos que pensar en transformarlo en un sitio para la investigación, reproducción en cautiverio, conservación ex situ, y educación ambiental, donde la población del oriente de Yucatán tuviese acceso al conocimiento acerca de la fauna de la región, los problemas que encara, y lo que cada cual puede hacer para contribuir a conservarla.

Lo mismo puede decirse acerca del Zoológico del Centenario, antes que pensar en vedárselo a los cientos de miles de visitantes de nuestro pueblo que lo visitan con enorme gusto. Y lo mismo, gorila muerto y todo, puede decirse del Zoológico de Chapultepec, en la Ciudad de México, que además debiera conservar su carácter de muestra de la diversidad faunística global, dada su ubicación en nuestro centralista país. Que se calmen pues los ánimos, hagamos nuestro duelo por el gorila fallecido, pensemos en qué se debe hacer para mejorar los zoológicos mexicanos, y exijamos a quienes son responsables de su operación que pongan manos a la obra.

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