Fabrizio León

Fabrizio León Diez
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Miércoles, 22 de junio, 2016

¿Habrá quienes piensen que Yucatán está muy lejos del oleaje y el reacomodo que vendrá a raíz de la previsible renuncia de Manlio Fabio Beltrones Rivera a la presidencia Nacional del PRI?

Seguramente que sí, pensar así, suponer que en esta tierra se es inmune al centro y al influjo de los huaches, todavía es parte del encanto del extremo.

Pero, no todos pensarán así, mucho menos cuando, justo desde hace días entre las conjeturas y los inducidos que la ludopatía compartida entre periodismo y la clase política generan, gravitan y se han puesto a circular los nombres de Emilio Gamboa, Ivonne Ortega y el del propio Jorge Carlos Ramírez Marín.

Luego entonces, vale que en esta colmena se conjeture y se juegue con escenarios. Veamos. Como premisa, cabe aceptar que el mensaje de Manlio dejó sembradas, como siempre lo hace, ciertas claves –unas abiertas, otras entre líneas– que apuntan a que el Presidente y él, al menos acordaron que el Congreso será decisivo, nuevamente, en el ciclo por venir y que, lo mismo para la defensa e instrumentación de las reformas ya aprobadas, que para las que están en bandeja de entrada en otros rubros, será necesario el talento y la capacidad probada de Ramírez Marín.

Sin ánimo de descalificar, cualquiera que se haya asomado al horno de San Lázaro, sabe que de los dos legisladores yucatecos que ahí procesan el menú priísta y las alianzas parlamentarias de diversa índole, el exsecretario de SEDATU es el operador por excelencia, tarea en la cual la exmandataria, Ivonne Ortega, no alcanza iguales rangos. Es lógico entonces que Ramírez Marín se quede a acometer nueva agenda, así de directo el asunto.

Otra trova se entona si hablamos de Emilio Gamboa e Ivonne Ortega como candidatos viables al PRI; los dos tienen perfil y posibilidades para presidir su partido y no hay que descartarlos. Ortega tiene dos activos claros: el género, que ha cobrado valor especial bajo el gobierno actual y, por supuesto, la alianza y amistad estrecha que tejió, desde su tiempo de gobernadora, para que Enrique Peña llegara al vértice del poder.

Gamboa, a su vez, tiene en su haber el oficio, la experiencia y un colmillo legendario, cultivado con el esmero que le ha permitido entrar al primer círculo, sin haber formado parte de él en el pasado, ganándose la confianza del Presidente, a base de compartir consejos pragmáticos, realizar operaciones especiales, acercar refinamiento sibarita, coronado con el adictivo e hipnótico arte del juego de golf, con el que ha acumulado amistades poderosas, desde hace más de tres décadas.

Y si el mensaje de Beltrones hace sentido, debería de pensarse que si algo ha hecho Gamboa, es aprender el juego de conducir el Congreso, junto a su compadre sonorense, justo en los momentos estelares de la transición y la doble alternancia, con las recientes reformas estructurales en el centro, características que pueden ser de gran utilidad también, de cara a la idea de pensar y abrir viabilidad a un gobierno de coalición, que Beltrones puso sobre la mesa al despedirse.

Dicho lo anterior; entonces, podemos concluir provisionalmente que si Ivonne llega al PRI, aunque se complicarían algunas cosas en esta región bendita, especialmente frente a la sucesión estatal que ya despierta pasiones, lo cierto es que no alcanzaría para que ella fuera factor decisivo en la selección del candidato, pues la tarea nacional y en especial las batallas del 2017 (Estado de México como baluarte imperdible) le exigirían concentración total. Si Gamboa es el elegido, también habría efectos peninsulares, pero tal vez menos sísmicos, digamos que se pondría sabroso, porque sin duda cobraría relevancia su hijo Pablo, cuya viabilidad debería confrontarse –ahí sí- con el político de mayor catadura del que ya hablamos y que ahora vicecoordina al rebaño tricolor en San Lázaro.

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Mérida, Yucatán