Fauna Negruna

Pedro P. Álvarez Acosta Chéen Péek*
Foto: Alejandro Atocha Crespo
La Jornada Maya

Viernes 10 de junio, 2016

[i]A encamada[/i]

Mucha gente resonará conmigo: creciente goce ha devenido desde la primera vez que franqueé las batientes puertas cantineras de La Negrita. Y fundamental para mí desde aquel momento ha sido reflexionar el porqué de tal impresión, de tal sentimiento. Y ahora, a más de dos años insistiendo en Negrita y goce, puedo ofrecer una, casi epifanía, respuesta: La Negrita cuenta con una Fauna que le da su particular aliento. A continuación, unos párrafos breves para entender a esta Fauna Negruna.

La cantina que tiene alrededor de 100 años cruzando las calles 62 y 49 es una isla caribeña de tierra firme, rodeada de una selva urbana a veces inadvertida o pasmada de la extravagancia que de allí emana. Y como toda isla, tiene su geofísica elemental: sus suelos, sus aguas y etcéteras. Su fauna dominante es la bohemia emeritense contemporánea, un complejísimo abanico de personajes, mentes, cuerpos y sensibilidades, con un día a día de un aparentemente incomprensible balance entre creación, destrucción y recreación.

No comprendes… /
Tu no comprendes que mi vida es un martirio /
que lo que impera en mi razón es el delirio /
de adorarte

Apariencia de incomprensión que podría resolverse con imaginario Safari: En aquella mesa, fuente de vital líquido, vemos en silencio libando a consagrados artistas plásticos con devotos gestores de la cultura. En aquella otra, espontáneo ruedo, debaten encarnizadamente un bailarín venezolano, una chef sinaloense, un músico jarocho, una guía de turistas costarricense, y un pensador yuca-choco. Al escenario, cumbre de la música cubateca, se van trepando nada más y nada menos que Rubén Albarrán de Café Tacuba, la bandísima Genitallica, Emiliano Buenfil y otros anónimos herederos de las vetas más prolijas de la canción yucateca. Trepadera que va en búsqueda de una cascada: la generosa música tropical que va enamorando a los bailadores.

y que mi vida, mi vida está marcada por un sino /
que se ha de interponer en el camino /
que deben recorrer nuestras dos almas

Esta semana tenemos suerte: allá en la cumbre escénica negruna reinan los dos habaneros pianos de Rubén González Jr., heredero del Buenavista Social Club, y Ricardo Ragués González, riguroso director musical de Caribe All Stars, ensamble parido en el escenario Negrita. Reino que comparten con don Jorge Buenfil, ícono de la trova yucateca, quien se encuentra en el recinto saboreando un buen trago y continuador del ídem “filin” del ya fenecido maestro de la bohemia emeritense Pastor Cervera.

Y sorpresa, el sueño se ha acabado. A nuestro imaginario guía de safari le acaba de caer el machete del recorte laboral. Sin liquidación digna, tiene que irse a casa a recuperarse de la herida neoliberal, a disfrutar del autoempleo. Por lo tanto, lectores ya adentrados en esta isla, les queda la tarea de recorrerla, nadarla, escalarla por sí mismos: encontrarse con esta Fauna Negruna, que todo les ofrecerá sin nada a cambio pedir.

*Pedro P. “Chéen Péek” Alvarez Acosta estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Yucatán. Ahora se desempeña como Director Editorial de “Brief Curaduría Cultural”.

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Mérida, Yucatán