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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Ilustración Ediciones Albert René
La Jornada Maya

Martes 10 de mayo, 2016

Con la visita del secretario de Gobernación federal, Miguel Ángel Osorio Chong, Escudo Yucatán vuelve a ser noticia. Y regresa en el marco de una de las semanas más violentas que se han registrado en los últimos años. Ha habido de todo, desde represión policial hasta asesinatos, uno de ellos feminicidio. El plan de seguridad, irremediablemente, se había politizado. Sucedió desde su anuncio. La ausencia del alcalde Mauricio Vila, en su presentación, los acalorados debates en el Congreso y el caótico 3 de mayo en Chablekal, son sólo algunos de los ingredientes de este cóctel, más molotov que medias de seda.

El acto que atestiguó Osorio Chong tuvo como objetivo que la sociedad arrope el proyecto, que se lo apropie. El escudo, que también es plataforma, sostiene un cronista, se muestra ahora como una red, en la que participa la sociedad civil, representada en diversas asociaciones, cámaras y universidades. Sólo así, concuerdo, cumplirá con su objetivo.

El gobierno estatal tiene el inmenso reto de borrarle los nombres y apellidos a su plan de seguridad. Incluso los de quien encabeza la actual administración. Si se pretende que esta propuesta se convierta en un eje que trascienda el sexenio, ha de hacer a un lado cualquier tipo de caudillismo.
Mi formación literaria comenzó tarde, y de una manera poco ortodoxa. Lúbricamente lúdica. Y fue gracias a unas tiras cómicas por las que conocí la magia de los libros. Eso lo sé yo y ahora tú. Antes, sólo un grupo pequeñísimo de amigos. En los días posteriores a la presentación de Escudo Yucatán, uno de ellos me envió la imagen del jefe de una irreductible tribu gala que osó hacer frente a la invasión romana.

Abrarácurcix no es el protagonista de las tiras, sino el guerrero Asterix y el repartidor de menhires Obelix. El único que no se percata de su papel en el cómic es precisamente el jefe, que se transporta por la aldea rebelde sobre un escudo, que cargan dos de sus colaboradores. Para él, es un honor; para ellos, soportar sobre sus hombros toda su obesidad, que sólo compite con su ego.

En esta caricatura se podría tornar Escudo Yucatán si falla la iniciativa de ciudadanizarlo. Y lo anterior no sólo implicaría el naufragio del proyecto, cuyo presupuesto ya fue aprobado, sino también el fracaso de sus capitanes. Dos personas no pueden soportar sobre sus hombros el peso que implica mantener la seguridad de Yucatán. Tampoco, uno solo puede presumir de la misma, pavonéandose por encima de los demás. La seguridad no se presume, se siente. Y así, la semana pasada fue de un doloroso aprendizaje. Nos mostró, a todos, cómo una percepción puede derrumbarse en cuestión de horas. Si hasta hace unos días nos sentíamos seguros, a salvo, hoy ya no. Unos tendrán miedo de protestar; verán a la policía con otros ojos. Otros, instalarán cámaras de vigilancia y electrificarán sus rejas; comprarán y adiestrarán mastines y tapiarán sus puertas.

Esta cadena de eventos trágicos devaluó la estrategia estatal, que también desde adentro tuvo zancadillas: algo que se pretende presentar como una iniciativa de estado no se puede promover utilizando a burócratas como marquesinas; las playeras que se repartieron con el logo y eslogan de Escudo Yucatán, en la marcha del 1 de mayo, tornaron el plan en una simple marca. Torpes quintacolumnistas, resabios de olas rojas.

A pesar de que más de uno me lo ha recriminado, sostengo mi postura: no nos podemos quedar con los brazos cruzados respecto a la seguridad. Sería irresponsable dejar a la providencia o al azar nuestra integridad y patrimonio. Escudo Yucatán es un proyecto perfectible, que debe construirse entre todos. Ya tuvo varias modificaciones y adiciones en el Congreso, pero eso aún no convence a muchos.

Prefiero, antes de descalificarlo a priori mostrar sus errores y debilidades. Entre ellas, reitero, está que se reduzca a una ocurrencia electorera. Abrarácurcix, a pesar de sus ínfulas, nunca será el protagonista de la historieta. Así se lo restregó su esposa, la pragmática Karabella: “Si en el futuro a alguien se le ocurre escribir la historia de nuestra aldea, te aseguro que no la titulará ‘Las aventuras de Abrarácurcix, el galo’”. Como sucede en muchos matrimonios, son ellas las que siempre tienen razón.

En Escudo Yucatán nadie debe cargar a nadie; entre todos nos debemos sostener. Sin embargo, es difícil cuando esa red está rota en varios puntos; cuando presenta eslabones débiles, cuando algunas de las cuerdas se deshilachan en resentimientos. Antes de la tecnología está la confianza, esa que se tarda años ganándose y se pierde en cuestión de segundos. El cimiento de la seguridad de nuestro estado se debe sostener no en cámaras sino en policías. Sí. En ellos. A los que sus superiores llevaron a la boca del lobo que era un indignado Chablekal, aduciendo una legalidad cuadrada y obtusa a la vez. Expusieron y pusieron en peligro la credibilidad de su activo más valioso.

Escudo o plataforma; llámese como se llame. Sea lo que sea, además de combatir al crimen, las autoridades estatales tienen la complicada empresa de abatir la desidia, el escepticismo —“mejor, cuéntame una de romanos”—, la desazón, la pereza, la falta de compromiso y el malestar de una sociedad que sólo está buscando excusas, cualquiera, para no creer en sus líderes y en sus proyectos. Tal vez, como Ásterix, ese galo pequeñito que opaca no sólo a su jefe Abrarácurcix sino al mismísimo Julio César, las autoridades requieren una poción mágica para convencer a esos incrédulos irreductibles en los que nos hemos convertido… Y con razones de sobra.

[b]Rafael Morcillo[/b]

Y, hasta hace unas horas, el director de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY), Morcillo López dio a conocer que la Uady no renovó el contrato de la asociación que preside, por lo que ésta dejará de prestar sus servicios a la casa de estudios. Morcillo López fundó y estuvo al frente de la FILEY un lustro. En el boletín de despedida, se le agradece a la UADY, a escritores, sellos editoriales, artistas, talleristas, voluntarios, staff, instituciones municipales, estatales, federales, patrocinadores y “sobre todo a ti, estimado lector, que desde el primer año recibiste con los brazos abiertos este proyecto que hoy culmina una etapa con una afluencia de más de 180 mil visitantes”. Aún no ha habido respuesta por parte de la UADY que, como ya se está convirtiendo en costumbre, prefiere blindarse en este tipo de crisis mediáticas. La FILEY se ha convertido en uno de los principales eventos del estado. En concurrencia, sólo es superado por la feria de Xmatkuil y el Carnaval de Mérida. Es, asimismo, uno de los ejes de la vida cultural de la ciudad, que con ofertas como ésta y La Noche Blanca comenzaba a despuntar en la región. Y no ha sido casualidad. Durante décadas, Morcillo ha tejido una interesante, robusta red de contactos y amistades en el mundo literario, lo que ha hecho posible que en sólo cinco años la FILEY se haya convertido en referencia. No sabemos cómo evolucionará este evento sin su dirección. Es muy probable, nos tememos, que decaiga y, con los años, desaparezca, regresándonos, de nuevo, a la altura cultural de una aldea. Así, lamentablemente, ha sucedido en la UADY.

[b][email protected][/b]
[b]Mérida, Yucatán[/b]


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