Reporte 8 am

Pablo A. Cicero Alonzo
La Jornada Maya

Jueves 28 de abril, 2016

El fin de semana marcharon por las calles de Mérida cientos de personas. Unidas por una causa en común, codo a codo fueron muchísimo más que dos, como versaría Benedetti. La manifestación fue contra el acoso, y se registró en decenas de ciudades de país, levantando conciencia de un anquilosado problema de nuestra sociedad.

Anclados en el pasado, los mexicanos continuamos menospreciando y vejando a la mitad de nuestra población. Un yugo institucionalizado, visto incluso bien, que esclaviza, lastima y lacera. El lastre del machismo nos mutila como sociedad, impidiéndonos vernos simplemente como personas, sin importar el género.

Y este problema nos atañe tanto a hombres como mujeres. Es verdad que la mayoría de los crímenes y las injusticias contra las mujeres los realizan los hombres, pero en muchas ocasiones no son ellos los únicos verdugos de sus contrapartes y complementos. La semilla del machismo germina en el hogar, regada en muchas ocasiones por las mujeres. El chip que programa a los varones a sentirse superiores se instala en la niñez.

Unas claman por sus derechos, por romper esas milenarias cadenas, otras refuerzan los paradigmas, los estereotipos. Y, lamentablemente, lo anecdótico sepulta a lo trascendente. El altavoz de los medios replica lo bizarro a expensas de lo necesario y urgente. La polémica vende más. Así, mientras muchísimos criticaban el vídeo musical en el que el protagonista —Gerardo Ortiz, dicen que se llama; es intérprete de música silvestre— asesinaba a su mujer por serle infiel, la modelo —Tracy Sáenz— que era víctima en el videoclip firmó con Playboy para una exclusiva sesión. La revista la llama la chica ardiente del video polémico. Vale la pena apuntar que en el videoclip el hombre calcina a la mujer. Ortiz, en la pobre trama, asesina a su mujer, y la mete a la cajuela de un auto, el cual incendia poco después. La modelo Tracy, quien además de la música de banda le gusta el reggaetón, comentó que nunca se sintió incómoda con las polémicas escenas.

La policía Nidia García tuvo que renunciar por sus fotos semidesnuda. “Pido una disculpa enorme a la Secretaría y Justicia de Proximidad y más a mi municipio de Escobedo por dicho acto inmoral de mi parte”, escribió en una carta, en la que también especificaba que “el ayuntamiento (de Escobedo) no le adeuda nada”. Una aclaración que nos hace sospechar del ánimo “voluntario” de la renuncia. Horas después, se dio a conocer, fue contratada para protagonizar espectáculos de téibol. La noticia que anunciaba que Mérida estaba incluida en la gira fue una de las más consultadas en las redes sociales.

El cantante Julión Alvarez, también intérprete de música silvestre, dijo que las mujeres sólo le servían si sabían trapear, que fue educado a la antigüita. En su defensa salió, irónicamente, una mujer. Aunque Andrea Legarreta tiene un serio problema de conexión entre cerebro y lengua, no deja de ser sintomática su reacción. El tal Julión, dijo la conductora del programa Hoy, “es un gran muchacho” y recordó que el año pasado pidió a varios famosos que le mandaran un saludo a una niña que estaba por morir. “La primera persona que accedió a mandar ese saludo fue Julión”.

La guanajuatense Lorena Daniela Aguirre goza de sus cinco minutos de fama, luego de que fue grabada ebria e intentando sobornar con cien pesos a los policías que la detuvieron. Capitaliza su belleza y juventud, como si esos fueran los únicos atributos que importaran. Para el próximo 1 de mayo se convoca a una firma de autógrafos, en el Starbucks Narvarte, en la Ciudad de México. La revista Playboy, según se dio a conocer, también está tras ella.

Paso ahora del morado al naranja. En la aguerrida marcha del domingo prevaleció el color morado. Una ola violeta que intentaba barrer prejuicios. El morado es el color que caracteriza la lucha contra el acoso. En contraste, el naranja es el tono elegido para representar la lucha contra la violencia a las mujeres. Esta semana, el Congreso se iluminó con ese color, y diputadas y funcionarias protagonizaron una especie de pasarela para lucir atuendos de ese tono. El motivo se desvirtuó, los discursos se los llevó el viento. La superficialidad del evento prostituyó su verdadero objetivo. Más que crear consciencia, el desfile naranja sirvió para ensanchar la brecha que hay entre políticos y ciudadanos, en este caso específicamente políticas y ciudadanas.

Lo relatado en esta columna, lo acepto, son casos aislados, pero coincidieron con la inédita marcha contra el acoso. No se puede generalizar, igual lo admito, pero tampoco nos puede cegar el activismo y no percatarnos del alcance mediático que alcanzó la ex policía en topless o la estúpida defensa de la estrella de Televisa. En las antípodas, muchas femininazis tal vez reaccionen con violencia a estas palabras, en especial las que titulan. Pero lo sostengo. En muchas ocasiones, la mujer es la loba de la mujer.

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[b]Mérida, Yucatán[/b]