¿Por qué es importante leer?

Leer no sólo es decodificar la palabra escrita, no sólo es traducir el lenguaje escrito al lenguaje oral; es más que eso, implica una comprensión crítica del texto que es leído. En el mismo proceso de leer, esta comprensión se anticipa y se prolonga hasta el final del texto. Por lo menos es lo que la lectura exige de su propio proceso. Por otra parte, si lenguaje y realidad están vinculados en la dinámica de la lectura, la comprensión del texto implicaría la percepción de las relaciones existentes entre el texto y su contexto.

Por consiguiente, leer no sólo es comprender críticamente un texto. Si en el proceso de leer cuenta también el contexto, entonces es posible leer lo que hay detrás de texto y su escritor: surge una lectura multidimensional, es decir, surge una lectura del mundo. Por ello, leer es recreación, o sea, son vueltas a crear las referencias contenidas en el texto, previstas por el escritor, ese otro que nos acerca al mundo que es posible reconocer y recrear.  

En la recreación que implica la lectura, quien comprende la parte del mundo que se revela podría revivir experiencias propias, semejantes a las contenidas en el texto o remitidas al contexto que evoca. Entonces, el texto y sus palabras, que revelan el contexto, remiten a las referencias directas e inmediatas, pero también podría acercar vivencias y sentimientos que el lector podría tener en sus memorias mental y emocional. Por ello, en este proceso, un lector que enfrente un texto sobre cítricos, podría imaginar una limonada si tuviera sed o segregaría saliva si acaso su memoria le lleva a sus experiencias ácidas con el limón.   

Si leer abre la posibilidad de palpar la realidad, la lectura se transforma en un acto de recreación, que provocaría, incluso, revivir experiencias, y consecuentemente adquiriría un valor de alta significación y profunda crítica. De ahí que sea fundamental que los textos que lean los primerizos, como son los niños, contengan referencias directas a aspectos de la realidad que sean reconocibles con facilidad y les permitan resurgir sus posibles experiencias. Esta circunstancia permitirá que leer los conduzca al contexto del texto y a la comprensión crítica. 

Por ello, resulta imprescindible que la lectura sea dinámica y viva, que traspase el desciframiento de signos escritos y apueste por lo que revela y devela. En lugar de aprehender el contenido del texto, por si alguien pregunta sobre lo leído, conviene más aprender su significación profunda. En vez de quedarse con las referencias inmediatas, buscar las experiencias mediatas en el contexto del texto. Ésta es la forma más segura de “saber” a través de la lectura. La simple identificación de los objetos o los hechos que remite un texto no será nunca suficiente, siempre habrá que llegar al contexto y encontrar el mundo, o parte de éste. 

Leer también es una forma de releer. Cada vez que alguien lee un texto podría releer parte de su propia vida: vivencias, emociones, sensaciones, ideas, creencias, etcétera. El contexto del texto lo permitiría: remite a partes o aspectos de un mundo reconocible y develado. Por eso importa que los contenidos de un texto para niños correspondan a su propio mundo, siguiendo el fundamento pedagógico correspondiente: ir de lo cercano a lo lejano, de lo inmediato a lo mediato, de lo propio a lo ajeno. 

Por lo anterior, habrá que hacer notar a los agentes del sistema educativo, tanto nacional como estatal, que leer es más que una simple traducción de un lenguaje a otro, más que descifrar signos y memorizar contenidos, que son los mecanismos que prevalecen en las aulas y los hogares. Es importante poner la lectura bajo el  enfoque presentado, para formar auténticos ciudadanos críticos de su propia sociedad y seres humanos más conscientes de apostar por la transformación de su comunidad, su estado, su país. 


Edición: Elsa Torres