Manuel Mercader y su camino

José Luis Domínguez Castro
Foto: Manuel Mercader Duch
La Jornada Maya

Viernes 15 de abril, 2016

“Siento que estoy escribiendo un [i]Requiem[/i] para mí mismo…”
Mozart

De Cataluña republicana a la Bolivia revolucionaria y de las polvorientas vecindades de la colonia Guerrero de la Ciudad de México a la blanca y señorial Mérida, la de Yucatán. Este fue el itinerario de quien en vida caminó, mientras enseñaba, a veces hablando, a veces callando, como Manuel Mercader Martínez, quien hoy nos dejó, junto con sus dos hijos, la abundancia de sus reflexiones escritas o grabadas para radio y una vida entregada a la investigación educativa, uno de los mejores testimonios de humanidad a todos los que tuvimos el privilegio de aprender y compartir con él alguno de los diversos momentos de su existencia.

Lo conocí en la Ciudad de México, cuando ya compartía sueños y poemas con Irene Duch Gary, amiga entrañable que se fue antes que él. Fui testigo y cómplice del aterrizaje de ambos en Mérida, derivado de una generosa decisión compartida y cargada de esperanza y deseos de contribuir a la formación del hombre nuevo en nuestra querida Universidad de Yucatán. Compartí con él ilusiones y decepciones en torno a tan difícil misión. No obstante, formamos juntos el despacho Centro de Orientación Educativa, S.C.P., plataforma de capacitación desde la cual nos enseñó a apreciar e imitar las enseñanzas de Paulo Freire y Teilhard de Chardin, lo mismo que las acciones de Mahatma Gandhi o de Hélder Cámara. Supimos de su paso por los jesuitas, aunque me consta que prefería hablar de futbol que de teología de la liberación. Conocedor de la historia del continente, con la que se comprometió desde temprana edad, nos dejó un elocuente testimonio de esto en [i]Cristianismo y revolución en América Latina[/i] (Diógenes, 1974).

Su dedicación en cuerpo y alma a la educación dejó huellas en el Centro de Investigación Educativa del Instituto Politécnico Nacional, en la Comisión de Planeación de la Universidad de Yucatán, de la que fuera fundador, y en la Universidad Pedagógica Nacional, en donde laboró muchos años y hasta avanzada edad. Los abundantes testimonios de alumnos y compañeros de trabajo de este período quedaron registrados de alguna manera en la publicación colectiva que dirigieron Mauricio Robert y Gustavo Abud: [i]No teman callar. La pedagogía de Manuel Mercader[/i] (imprenta Manlio, 2000).

Su arraigada identidad catalana facilitó que nos cautivara con las muchas historias contadas con la amenidad que le caracterizaba, pero sobre todo nos movió a gustar el buen vino “Seller”, hecho en Querétaro por catalanes en el exilio, que siempre debíamos de acompañar de un buen queso, una buena butifarra o alguna otra vianda de su país natal. Gozamos y aprendimos con él el arte del buen yantar, pero también se empeñó en hacernos sentir cerca la lengua catalana. Y como una prueba fehaciente de lo anterior está la edición del libro [i]Evocación de la poesía catalana contemporánea[/i], auspiciada por el Casal Catalá (2001), del que por cierto fuera socio fundador, su eterno promotor y uno de los primeros representantes de la Generalitá.

Por todas estas razones estoy cierto de que Manuel Mercader Martínez seguirá cabalgando en nuestra memoria y en nuestras conciencias, recordándonos con su palabra y su silencio que “entre todos” es más fácil perseverar en la defensa de lo elementalmente humano. Descansa en Paz, MMM, que nosotros aún no lo podemos hacer.

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Mérida, Yucatán