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del

Tabacón B. Linus
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

11 de abril, 2016

La violencia contra la mujer es simple y sencillamente inadmisible, repugnante. Sin embargo, en México y en Yucatán sigue, existe, persiste, es un hueso duro de roer donde la civilización y la igualdad de género se pelan los dientes, parafraseando a Antonio Machado. Sus expresiones más rupestres: la violencia en el hogar, en la familia, en el noviazgo adolescente, son fáciles de identificar, aunque casi nunca fáciles de denunciar.

Las expresiones más abominables, como la agresión verbal o física a una mujer (que no hay gran diferencia moral), bajo la excusa del tipo de ropa que usa, el lugar donde ella está, la actividad recreativa que realiza o la hora de la noche en la que ocurra, son indignantes. Son más indignantes no sólo por el daño físico y moral que hacen (suelen constituir crímenes que muchas veces quedan impunes), sino porque reafirman -a un nivel de conducta social amplia y natural- la desigualdad entre géneros. Esas violaciones o ultrajes dizque “auto-generados”, reafirman que los hombres primitivos sienten que pueden hacer y disponer de una mujer y su cuerpo como les plazca, si esa mujer cruza fronteras conductuales arcaicas de una sociedad con legendaria doble moral.

Si una mujer anda de noche, en bares y con ropa provocativa, si se sube a un colectivo muy arreglada y con algún tipo de ropa “la mujer se lo estaba buscando”, y entonces los agresores fueron “provocados” y actúan como una especie de oscura policía religiosa y moral (tipo extremistas islámicos), sancionando con ultrajes verbales o físicos a una mujer que “cruzó la raya”. Lo peor es que esos trogloditas creen que no hicieron nada inaceptable. En ese escenario ya no somos el México o el Yucatán laico y con aspiraciones de modernidad, sino Arabia Saudita y una sociedad extremista donde el que las mujeres se atrevan a manejar un auto, viajar solas o ir al médico sin su guardián masculino las hace unas “disolutas”.

Esas son las conductas obvias y más aberrantes, pero hay conductas más sutiles y soterradas que pasan desapercibidas, que son casi universalmente aceptadas en nuestra sociedad y que truncan el desarrollo de la mujer o la encasillan como un objeto, como mera propiedad. Esas conductas pasan aquí en Yucatán y, peor aún, se publican, se reportan, se fomentan como algo natural.

Hace unos días, en un medio noticioso local apareció una nota sobre una asociación de mujeres empresarias que presentó a su nueva directiva en una “amena reunión”. Que espanto. Si las mujeres son empresarias y presentan a su directiva, lo hacen en “amena reunión”, es un evento social rosa, casi de convivencia.

Imaginemos que en la toma de posesión de la directiva de la CANACOME, el Consejo Coordinador Empresarial o la CANACINTRA se dijera: “en amena reunión -todos elegantemente vestidos- los empresarios presentaron su directiva a la sociedad y al Gobernador”, nos moriríamos de la risa, y despedirían al reportero y al editor que aprobaran la nota. Si hay una nueva directiva empresarial masculina –obvio- se habla de la agenda de trabajo, de reclamos, peticiones, llamados al desarrollo económico. Es un acto político. No una “amena reunión”. Ésa es una violencia de lenguaje, de concepción. El organismo empresarial de la mujer es clasificado como segundón, desde el propio lenguaje con el que se reportan sus actividades o se conciben sus eventos. Eso es un subliminal acto de violencia de género.

Luego otra nota. Resulta que saldrá la segunda parte de la película [i]Fifty shades of Grey[/i], y nos informan que en esta ocasión el personaje masculino principal se “volverá loco de celos cuando otros intentan conquistar a Anastasia”. Nos dicen que es una película más romántica “porque él saldrá a defender lo que es suyo”. Más violencia subliminal: la mujer es pasiva, otros hombres tratan de conquistarla –ella no conquista a nadie, porque ella por definición es presa, no puede ser cazadora.

Él puede volverse “loco de celos” y resulta que eso es romántico (ahora los celosos pueden decir que es romántico agredir, dar bofetadas y hasta asesinar, claro, asesinatos románticos bien vistos por sectores sociales retrógrados). Lo peor es que nos dicen que él saldrá a defender “lo que es suyo” para que “otros no se lo quiten”. De nuevo el nefasto lenguaje, ella –la protagonista- es “propiedad”, es un objeto que tiene dueño, que puede ser robado o arrebatado. Lo atrevido en lo sexual es amarrar, tener “cuartos rojos”, las sesiones sadomasoquistas, todo eso es hasta[i] cool;[/i] pero que la mujer deje de ser objeto, que sea dueña de sí misma, que ella conquiste y decida, eso sí es pervertido, eso sí es inimaginable, eso sí sería una película pornográfica.

Por eso lo repetimos: ahí sigue esa “amena” violencia subliminal contra la mujer, una que perpetúa los moldes y roles que hacen imposible la igualdad de género.

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