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José Luis Domínguez Castro
La Jornada Maya

4 de abril, 2016

Cuando las empresas, las instituciones o las personas celebramos un aniversario, lo hacemos por algo: hacer un recuento de lo que hasta ahora hemos hecho; especialmente, decimos que es significativo el número de años si se recuerda fácilmente: porque termina en cero o porque alcanza una fracción inolvidable: 25, 50, 75, 100... Y al número de años evocado, lo acompañamos de razones para recordar: perseverancia en la calidad de vida lograda; resultados productivos tangibles; gratitud a quienes hicieron posible alcanzar la fecha celebrada; o al menos el aniversario nos refresca la memoria y nos ofrece ciertas lecciones derivadas de los hechos rememorados.

Así, cuando dijimos que el pasado mes de marzo se terminó el año dedicado a celebrar los cien de la llegada de Alvarado a Yucatán, evocamos momentos importantes de nuestra historia regional y, con ello, revivimos inevitablemente viejas pasiones y rencillas añejas, pero querámoslo o no la efeméride nos permitió también revalorar lo alcanzado en la sociedad yucateca, en materia de educación, de economía, de reivindicación del papel de la mujer, de construcción del estado de derecho y de la aplicación de la justicia, a partir de la efímera presencia del general sinaloense entre nosotros.

En este caso el año del centenario de Alvarado, más allá de las liturgias cívicas, los eventos protocolarios y las dedicatorias en papel membretado, nos vino a recordar como ciudadanos, de dónde viene mucho de lo que somos, así como también nos permitió valorar lo que en materia de derechos y de civilización hemos alcanzado en nuestra entidad. En este sentido, nos complace saber que los documentos del periodo alvaradista que se encontraban en el Archivo General del Estado, están ya disponibles para su consulta en cualquier momento y por cualquier persona.

Cuando decimos que nos congratulamos con los noventa y tantos años de la existencia de nuestra máxima casa de estudios (cumplió 92 el pasado mes de febrero), el ritual de aniversario es siempre para los universitarios un discreto recordatorio público de lo que hemos de ser como institución y el compromiso que tenemos respecto a la sociedad a la que debemos de rendirle cuentas. Pero también es la oportunidad de hacer una pública revisión de nuestra misión y un sincero reconocimiento de las metas que aún no hemos alcanzado, con los consecuentes propósitos de enmienda.

De la misma manera, en estos días celebraremos los 50 años de la radiodifusora XERUY, Radio Universidad. ¿Qué podrá significar este aniversario? Para la sociedad, el recordatorio de que tiene una emisora con sentido social que le debe de informar de los avances en materia de ciencia, tecnología, artes y humanidades. A diferencia de las emisoras comerciales, la sociedad tiene un instrumento masivo de comunicación, disponible para expresarse y dar a conocer tanto sus problemas, como la búsqueda de solución a los mismos. Más allá del anecdotario de nobles acciones, emprendidas por los integrantes del grupo fundador, capitaneado por la acción ejemplar del doctor Hernán Ramírez Coello, el aniversario ha de ser un serio examen de conciencia institucional. ¿Qué se ha hecho hasta ahora con esta gran herramienta?

Y lo más importante: ¿Qué queda por hacer para merecer responsablemente esta importante concesión por parte del estado?

Con la felicitación por el aniversario, me uno, en un ejercicio de autocrítica, con todos aquellos que hemos tenido una parte de responsabilidad en la historia social de la estación; estuve al frente de esta radiodifusora por seis años y, a través de ella, en la construcción social e institucional a partir de este privilegiado medio. Hago votos para que la autoridad universitaria nos convoque a un ejercicio de análisis reflexivo/propositivo, con motivo de sus 50 años, desde el cual se tracen, para nuestra querida Radio Universidad, nuevos derroteros, acordes con los signos de los tiempos.

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