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Romina España Paredes*
La Jornada Maya

4 de abril, 2016

Mundos líquidos se desvanecen en el aire en el Museo Fernando García Ponce-Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán (MACAY), donde concluye la exposición Tiempos líquidos, de la artista Renata Gerlero. Esta colección de grabados, que retrata las irregularidades luminosas de la piel del agua y sus marcas sobre los sólidos, son una mirada sobre el fluir inexacto de las emociones humanas.

Con sugerentes títulos como Vapor frío, Water memory, Resting Waters, en las piezas de Gerlero resuena el conocido trabajo del filósofo polaco Zygmunt Bauman, en torno a la “modernidad líquida”. Bauman reflexiona acerca de la época posmoderna donde la forma de “vida líquida”, el “amor líquido” y el “tiempo líquido” han definido las relaciones humanas marcadas por la incertidumbre, la fugacidad y la desconexión.

Como el agua que escapa de nuestras manos, la inasible materialidad del líquido es una imagen bastante fiel del mundo contemporáneo. El arte representa, desde la metáfora y la ilusión de la óptica este fluir acuoso, reflejante, fragmentario, que es también la forma de emociones como la insatisfacción y la falta de empatía hacia el otro. Es precisamente al observar estas emociones líquidas que Bauman analiza la fragilidad que caracteriza a los vínculos humanos en las sociedades globalizadas, fundadas en el cálculo del riesgo y del beneficio. El miedo a la relación con el otro, sea un igual o un extraño, es el personaje que ata estos frágiles lazos entre las personas.

Al respecto, junto con la de Garlero, la exposición del joven artista Gabriel Niquete, que se presenta en la Sala ESAY bajo el título Disconnected Colectivo, que permanecerá abierta al público hasta el 18 de abril, es una ventana expuesta de la desconexión social como resultado del uso de la tecnología. Las esculturas de Niquete dan vida a numerosas escenas, cada vez más naturalizadas, de nuestra sociedad. Reuniones de familia y amigos en las que el teléfono celular, tableta o computadora atraen la atención total de los congregados y, con ella, el universo de sus ilusiones y afectividades. Estas son escenas de intimidad, en soledad o en compañía, o de dos desconocidos en la calle, o de niños en un parque, en las que los sujetos no se hablan, no se miran. Rostros y manos, en estas piezas, son la continuidad uniforme (y deforme) de las sujetos hacia un objeto sin vida, que se mantienen desconectados del entorno vivo de la interacción humana.

La obra escultórica de Niquete también podría ser entendida como parte de la deshumanización de la que habla Bauman, y que no es otra cosa que la ruptura con el prójimo. En este sentido, la búsqueda incesante de Bauman en su obra filosófica ha sido desentrañar el sentimiento de inseguridad que la fragilidad de los vínculos humanos inspira, y entender cómo el conflicto de esta emoción líquida provoca, en sus palabras, “el impulso de estrechar los lazos, pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desatarlos”.

Teniendo en cuenta las consecuencias de esta modernidad líquida, Bauman advierte sobre los proyectos políticos de deshumanización que en nuestras sociedades, marcadas por las crisis migratorias y la desigualdad entre las personas (hasta el grado de que no todas las vidas valen lo mismo), alimentan el miedo a los otros: extranjeros y sujetos marginados, entre ellos los pobres o los refugiados. No obstante, es finalmente la esperanza la que lleva a Bauman a escribir: “Hoy más que nunca es urgente una búsqueda esmerada de la humanidad común, y de las acciones que se deprenden de ella”.

Como podemos ver, en los mundos líquidos que el arte ilustra, las consecuencias de las emociones líquidas y la deshumanización son un reto mayúsculo para el mundo actual. Sin embargo, puede que el arte sea uno de los caminos hacia esa búsqueda de la humanidad común de la que habla Bauman, porque el arte tiene el efecto de transformar, de hacer pasar de uno a otro los estados de la materia y, así, evaporar las formas líquidas de las sociedades. Tal vez en el mundo contemporáneo “todo lo sólido se desvanece en aire”, como diría Marshall Berman retomando a Karl Marx; pero en el arte son los mundos líquidos los que se desvanecen.

*Candidata a doctora en Letras por la UNAM

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