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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Mérida
4 de marzo, 2016

Lunes de reflexión y juego. ¿Qué no tiene este reporte? ¿Qué omite? Sigue leyendo y respóndeme después. El jueves se presentó Escudo Yucatán: primero vino el sí, el todos conformes; después, digerido el futuro, lo que viene, se oyeron pocos pero contundentes críticos. Uno de ellos fue el presidente del municipio de Mérida, Mauricio Vila Dosal. Recordemos que él no estuvo presente, que en Nueva York se enteró. Es decir, leyó lo que tú y yo; eso es todo. No le dijeron en qué consiste ese Escudo, ni por qué es benéfico. Esto se publicó en este periódico. No lo hicieron gente, como se dice. Sobre el Escudo, dijo: “No lo conozco a detalle, no se me ha presentado. Conozco lo que se publicó en la prensa”. Pero ofreció su sostén: “Cualquier esfuerzo para reforzar la seguridad en Yucatán siempre es bienvenido” ([i]La Jornada Maya[/i], viernes 1 de abril).

Omitirlo, no oír ni conocer su versión, es reflejo del muro que se erige entre el gobierno del estado y el del municipio. Incluso, por simple protocolo, se debió tender un puente. Él fue elegido por los hombres y mujeres de Mérida, y sólo por eso merece respeto. El Escudo, en ese tenor, tiene un boquete, uno inmenso. De Rolando Zapata Bello depende que ese error no se dé de nuevo. Y sí, se requiere pedir perdón por omisión. Lo merece Vila y quienes viven en Mérida.

Raúl Paz Alonzo, opositor, criticó que el gobierno solicite, de nuevo, recursos que no tiene. Inquirió: si ese Escudo es urgente, por qué no se destinó el dinero desde el principio; se utilizó en otros rubros, mucho menos imperiosos. Con los bolsillos llenos de sólo oxígeno, el gobierno tiene que pedir los mil 500 millones de pesos. El primer nivel, según el guión, dice sí y redirige el dinero de dos sexenios. El Escudo, entonces, no sólo compromete el hoy de Zapata Bello, sino el de sus dos sucesores. En el Congreso se oyeron otros puntos. Por ejemplo, se solicitó tiempo y reflexión, con el objetivo de conocer todos los vericuetos del Escudo con el que se pretende proteger el futuro.

Se escuchó el venidero rumor de un embrollo de leyes. Se propone un equipo de detectives, con Saidén Ojeda, no Ariel Aldecua Kuk, como jefe. Este grupo puede ir en oposición de leyes: “La investigación de los delitos corresponde al Ministerio Público y a las policías, las cuales actuarán bajo la conducción y mando de aquél en el ejercicio de esta función”(Artículo 21, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos).

El punto débil del futuro es, por curioso que suene, lo sólido del presente. Saidén Ojeda y Francisco Brito Herrera, director del Cereso, son contenido y recipiente de este Escudo. ¿Quiénes son sus relevos? Región de emires y condotieros estériles, sin sucesores visibles. ¿Se ciñe y circunscribe el proyecto en el empeño y vigor de dos curtidos escudos? Recemos, mejor, porque no se enfermen ni se jubilen.

En redes, con un discurso obsoleto, ocioso, propio de resentidos y de gente con poco seso, se despotricó. Con el único recurso que tienen, que es el insulto, recibieron el ofrecimiento de restringir el crimen. Éstos sólo fueron cinco o seis, grises de neurosis y verdes de celos; ociosos de dominó, devotos de reuniones de chismorreo. Ni oírlos, que lo tonto por ósmosis se puede imbuir. En este rubro, ¿qué objetivo persiguen los que meten miedo? El viernes, un envoltorio misterioso provocó psicosis en un complejo de comercios. Eso, y un delito común del que fue objeto el vehículo del segundo de Aldecua Kuk, se tornó en el regocijo de esos cinco o seis. Insólito, miope grupito. Concluyo, entonces, como comencé: ¿Qué no tiene este reporte? ¿Qué omite?

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Exorcismo de estilo: Esta columna es un lipograma; es decir, una composición que carece de una letra, en este caso, la “a”, la más recurrente de nuestro idioma; sólo se utilizó en los nombres propios y en la transcripción de las declaraciones del presidente municipal de Mérida, Mauricio Vila Dosal, y en la del articulado constitucional. De los tres mil 609 caracteres, sólo 71 corresponden a la primera letra del abecedario. En comparación, en este colofón en el que me liberé de esos ociosos grilletes, hay mil 150 caracteres, casi 100 de ellos “a”. Un ejercicio que vale la pena hacer, como las abdominales, aunque implique un esfuerzo enorme, como lo fue en este caso. Imagínate escribir un libro completo, como lo hizo Georges Perec con [i]La disparition[/i], que fue traducida del francés y puesta a la venta en México como El secuestro. En el idioma de Perec es la “e” la letra más común, por lo que se destaca igual la labor de los traductores, quienes no sólo pasaron al español la obra, sino que le secuestraron todas las “a”. [i]El secuestro[/i], de editorial Anagrama, se puede adquirir en Mérida. Tiene un precio de 338 pesos, 280 páginas y, repito, ninguna “a”.

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