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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

30 de marzo, 2016

Por enésima ocasión, la ex gobernadora de Yucatán Ivonne Ortega Pacheco ha expresado su voluntad de ser la candidata de su partido, el PRI, a la presidencia de la república en 2018. Esta vez, lo hizo en una amplia entrevista que le concedió al periódico capitalino El Universal, que la colocó en primera plana y le hizo fotografías con un mural de fondo, flanqueada por Frida Kalho y sor Juana Inés de la Cruz. La entrevista tuvo eco aquí y, al parecer, su protagonista no es profeta en su tierra.

Muchos son los que consideran esas declaraciones como una maniobra de la hoy legisladora federal para llamar la atención, para procurarse un espacio en el futuro; la ubican, por ejemplo, como senadora o como secretaria de Estado, cuando mucho. Las aspiraciones presidenciales de Ivonne Ortega Pacheco, sostienen, son un ardid publicitario, una campaña mediática para mantenerse en la jugada.

Ya han corrido ríos de tinta sobre la gestión de la ex mandataria, y este artículo de opinión no pretende alimentar ese caudal; aguas revueltas, rápidas y fúricas, en las que la figura de la política navega en las tempestuosas polémicas de su trabajo y de su personalidad. Yo, en lo particular, escucho las versiones que señalan que las aspiraciones de la yucateca son una estratagema, y en parte las encuentro verídicas. Sin embargo, creo que la ex gobernadora tiene posibilidades reales de conseguir lo que quiere. Y eso me asusta.

El actual presidente, recordemos, ha sido ampliamente cuestionado en su formación, don de mando, capacidad de reacción y honestidad. Gran parte de la población —y así lo demuestran recientes encuestas— reprueban su mandato; no sólo se critican evidencias de corrupción, como la casa blanca de su esposa, sino que se hace burla de su falta de inteligencia. Con este contexto, aunado al público deseo presidencial de Ivonne Ortega, enumeremos a los otros personajes que suenan en esta contienda adelantada.

El ejercicio que pretendo hacer a continuación es similar al que realizaría un niño pendenciero en una sala repleta de piñatas; el desastre que me propongo dejar es similar al que dejaría un chivo en una cristalería. De estas líneas, reitero, escurrirá mala leche. Léelas bajo a esa advertencia, con guantes y con protector para los ojos; pringará y manchará, te lo prometo.

Margarita Zavala. Dicen que el tiempo cura las heridas, y aunque en la actual situación muchos extrañen al ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, otros tantos aún lo apuntan como el irascible mandatario que empujó al país a un baño de sangre. La oscura sombra de su esposo cubre las aspiraciones de Margarita Zavala.

Miguel Ángel Osorio Chong. Uno de los hombres fuertes del gabinete atrae hacia sí todas las críticas de su jefe, como un imán. Además, los escándalos de corrupción lo han salpicado de manera personal, cuando se hizo público el monto que el funcionario paga por su casa —también— en Las Lomas, muy por encima de sus posibilidades. Él representa la impunidad rampante, los fracasos del actual gobierno, la tragedia de los cuarenta y tres.

Andrés Manuel López Obrador. El mesías tropical que adapta el discurso a su conveniencia. Caudillo no sólo incapaz de aglutinar a la izquierda, sino protagonista de su fragmentación. Crítico feroz de la corrupción, amnésico de las denuncias que hay sobre sus cercanos colaboradores, desde su chofer hasta su sucesor en la jefatura de la Ciudad de México.

Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco. Un Vicente Fox en potencia, incapaz hasta el momento de cumplir las expectativas que levantó en su candidatura; una opción diferente, pero que se refleja con resultados similares. Una trágica figura de acción que en muchas ocasiones se desdibuja y se convierte en una caricatura de sí mismo.

Manlio Fabio Beltrones. Sempiterno, siempre ha estado ahí, en las malas y en las peores. La personificación propia de su partido, con todas las connotaciones peyorativas que eso implica. Incluso su físico impone, asusta, con ese anacrónico bigotito que se asemeja a los que lucen, amenazantes, los wise guys de la mafia. Aunque ya se lo rasuró, ese característico mostacho, como el de Gaspar Henaine, es ya parte del imaginario popular.

Miguel Ángel Mancera. Otra llamarada de petate, otro ídolo con pies de barro. Comenzó bien, pero en el ejercicio de su gobierno su imagen se ha desgastado, pasando de opción viable a simple, en muchas ocasiones ineficaz administrador. Un político gris. Y se podría incluir en la contienda a Eruviel Ávila, señor feudal del estado con más feminicidios en México, que ya es mucho decir, y a Rafael Moreno Valle, el goberbala que imita prácticas (que su partido el PAN critica del PRI) como la entrega de tinacos.

Ante estas tristes opciones, es lógico que muchos se pregunten: e Ivonne Ortega Pacheco ¿Por qué no? Sin embargo, no es esa la cuestión trascendental, sino: ¿en qué tipo de país vivimos que sólo tenemos estas opciones? Triste democracia la nuestra, en la que se elige no al mejor sino al menos malo.

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